MOVIMIENTO ANTORCHISTA NACIONAL

La legitimación de la democracia burguesa

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El Estado no es un aparato de poder neutral al servicio de toda la sociedad en su conjunto, sino que representa y defiende los intereses de la clase económica y políticamente dominante. Oculto bajo la careta de aparato conciliador, queda fuera de la vista de la inmensa mayoría su carácter de clase, a pesar de ser víctimas recurrentes de su acción o inacción, confiando ciegamente en la imparcialidad, la razón, la legitimidad y hasta en la generosidad del aparato de gobierno. Pero para las masas empobrecidas, la bondad y misericordia del Estado burgués se evaporan ante sus ojos, comprobando cada día en la realidad material que, en la sociedad en que viven, no tienen acceso a la riqueza que los rodea, convirtiéndolos en simples espectadores del tránsito de mercancías, y más aún: la clase trabajadora transita en busca de un salario para sobrevivir, como cualquier otra mercancía peregrina buscando compradores de su fuerza de trabajo.

El Estado burgués ejerce en México el poder a través de una forma de gobierno denominada "democracia", en la que los mexicanos eligen con "libertad" a sus representantes, a través de un sistema de partidos políticos –ahora también con la opción de elegir a candidatos "independientes"–, de cuyo abanico de posibilidades ofertado se elige al partido y/o candidato de su preferencia. Sin embargo, bajo esta forma de gobierno, que no hace más que ocultar el carácter de clase del Estado, los electores escogen una y otra vez, esperanzados en que ahora sí vendrán mejores tiempos con gobiernos impolutos, honestos, sensibles, omnipotentes, defensores de los intereses de los más necesitados. Pero el Estado, la violencia organizada, decía Lenin, ostenta el poder para representar y defender los intereses de la clase dominante, para asegurar la propiedad privada de los medios de producción, para administrar la riqueza producida por la sociedad en su conjunto y ejecutar a través de todo un aparato represivo la perpetuación de la burguesía en el poder.

Todas las acciones de gobierno implementadas a favor de la clase económica y políticamente dominante son en detrimento de las clases dominadas, mientras que las implementadas en contra de la clase económica y políticamente dominante son a favor de las clases dominadas. La burguesía se daría un tiro en el pie –por no decir en la sien– al promover, por ejemplo, el pagar completamente al obrero el tiempo de trabajo que invierte durante la jornada laboral, es decir, que le pagara no solamente la parte que emplea el obrero en cubrir el coste del sustento suyo y de su familia, sino que también le pagara la otra parte de la jornada, aquella por la que trabaja gratis, creando la plusvalía, fuente de la ganancia y de toda riqueza de la clase capitalista.

Es por esta situación que sorprende a propios y extraños la dócil transición de un gobierno de derecha a otro que no pocos consideran de izquierda. ¿Ha tomado el pueblo el poder político de la nación? ¿Hemos sido testigos de la implementación del socialismo utópico, volviendo atrás la rueda de la historia? ¿Se ha conmovido la clase en el poder, y se ha convencido de que la explotación del hombre por el hombre es inhumana, y se ha dispuesto a elevar los salarios, brindar mejores condiciones de trabajo y compartir la riqueza equitativamente? Las respuestas a estas preguntas distan mucho de ser afirmativas.

Está a la vista, basta con dar una ojeada a la actual situación económica, política y social para saber que el sistema político mexicano, la democracia mexicana, se encuentra en una profunda crisis, quedando sin legitimidad el mecanismo oficial para acceder y conservar el poder, lo que representa una verdadera amenaza a la estabilidad del país, ante una inminente guerra civil que intentase corregir la actual situación y hacer justicia con mano propia ante la desigualdad y la pobreza imperante en el país. Era por ello necesario, impostergable ya, legitimar la democracia burguesa, demostrar ante los inconformes el irrestricto respeto de las instituciones democráticas y de la clase en el poder a los procesos electorales, a los deseos del pueblo, hasta el punto de "someterse" a la decisión de las mayorías por el bienestar de la nación. La burguesía necesitaba asegurar la continuidad del sistema de explotación, y lo ha logrado a través de un experimento encabezado por un personaje que en apariencia representa a la oposición, que capitalizó el hartazgo del pueblo, pero eso sí, instruido y abocado únicamente a combatir un fenómeno social, un efecto del modelo económico, y nada más: la corrupción. La burguesía legitimó la democracia a su imagen y semejanza, y por lo tanto legitimó la continuidad del sistema de explotación, llevando al poder a Andrés Manuel López Obrador.

Permítaseme, amable lector, transcribir las siguientes líneas tomadas del folleto que escribe Lenin acerca de Carlos Marx en 1918 (Véase V.I. Lenin Obras Escogidas en tres tomos, Ed. Progreso, t. 1, pág. 47): "Incluso la forma más libre y más progresiva del Estado burgués, la república democrática, no elimina, ni mucho menos, este hecho (la represión y la explotación de la clase oprimida); lo único que hace es variar su forma".

Así pues, no esperemos presenciar en la nueva administración encabezada por López Obrador milagros de Bodas de Caná, ni el agua se convertirá en vino, ni la burguesía nacional e internacional cederán su cetro de poder a la clase trabajadora; algunas concesiones superficiales, quizá, como la reducción del sueldo del virtual presidente electo, quitarle la pensión a expresidentes o vender el avión presidencial, acciones infértiles para el tamaño de la bestia que hay que domar; eso sí, con gran impacto mediático, pero que no tocan ni un solo pelo al modelo económico vigente. El resultado de la victoria de Andrés Manuel López Obrador, será la legitimación de la explotación de la clase dominante sobre la clase dominada, un apaciguamiento temporal de las masas empobrecidas y embravecidas, pero anquilosadas ante fenómenos sociales cada vez más complejos. En esta ocasión el sistema burgués optó por no desenvainar la espada ante posibles explosiones populares incontrolables, el remedio, aunque no definitivo, fue dar gato por liebre. Se presentará el problema nuevamente, más agudizado, en un plano superior, pero la solución al problema también se está desarrollando, se acerca el momento histórico de la ascensión de la clase trabajadora al poder.

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