Dice el autor chileno Camilo Taufic, en su obra de periodismo y lucha de clases, que la comunicación en sus inicios significó compartir significados que eran comunes a los hombres, con la descomposición de la sociedad en clases, quienes se apropiaron de los medios de producción, lo hicieron también con los medios de comunicación. Para unos quedó el trabajo agobiante, embrutecedor y para otros el cultivo del pensamiento, la palabra, la oratoria, que se convirtieron en factor de refuerzo para el dominio de los amos sobre los esclavos.
La comunicación dejó de ser comunión desde el momento en que inició la explotación del trabajo ajeno. La inmensa mayoría de los hombres ya no pudo hablar de igual a igual con sus iguales. La propiedad privada había colocado una máscara sobre las semejanzas entre humanos y las personas pasaron a ser distintas según su papel en la producción.
Los que hacían las cosas se “cosificaron”; fueron un objeto, un número; los dueños del dinero se “metalizaron”, cambió hasta el metal de su voz. Unos dieron órdenes, otros respondieron con monosílabos. A las masas de esclavos no sólo les fue arrebatado el producto de su trabajo, sino hasta su propia lengua, como les sucedió a los indios de América después de la conquista.
Este desequilibrio transformó la comunicación en información, en el sentido aristotélico del término, eso es, en “imposición de formas”. La comunicación que literalmente significa “hacer a otro partícipe de lo que uno tiene, no fue más, en la sociedad de clases, coparticipación que, suprimida a unos por la fuerza de otros, se convirtió en imposición de formas ideológicas, hasta nuestros días.
Lo dicho por el autor cobra singular relevancia en las circunstancias actuales, cuando todo el poder mediático del imperialismo y sus secuaces hacen víctima a los pueblos de una brutal y abrumadora campaña de medios para distorsionar la realidad de los hechos y lograr que mucha gente vea con simpatía, no sólo la agresión de que es objeto con la ensordecedora batahola que le impide escuchar la voz de la verdad y la razón, sino hasta perder la brújula con respecto a sus propios intereses y los de la humanidad entera.
Los medios de información al servicio y propiedad de los grandes consorcios internacionales, con intereses económicos, sociales y políticos bien definidos a favor del estatus quo que concentra irremediablemente la riqueza social producida por los seres humanos con el sudor de su frente y su trabajo útil, creador, en el uno por ciento de la población más poderosa, que la disfruta a sus anchas, mientras las grandes masas mueren de enfermedades curables, hambrunas, falta de agua y de servicios básicos, convierten a éstas en aplaudidoras de aquellas y acríticas defensoras de quienes amenazan no sólo la paz internacional, que es decir, la vida de los humanos y todos los seres vivos que habitamos el planeta, sino también, en caso de quedar sobrevivientes, la existencia libre y soberana, de los habitantes que no sean los propios dominadores.
No sólo empujaron a Ucrania, territorio ruso desde el tiempo de los zares, en contra de su vecino territorial, sino que, además, lo usan como ejemplo para amenazar a todas las potencias emergentes con hacerles la guerra si no se someten a sus designios imperialistas.
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