La necedad no es, ni puede ser nunca, buena consejera. El estado actual de Petróleos Mexicanos (Pemex) está muy lejos de lo que el Presidente de la República, Andrés Manuel López Obrador (AMLO), prometió y tiene en mente. Por mucho tiempo, Pemex fue "ordeñado" literalmente por el Gobierno de México para satisfacer las necesidades del aparato administrativo burocrático con sus recursos, además de desarrollar sus actividades sustantivas. El problema estaba en el largo plazo, pero parece que la "Cuarta Transformación" (4T) no hizo las cuentas correctamente. Bastaba hacer una proyección financiera de los pasivos petroleros, entre los que se encuentra la deuda con los trabajadores jubilados y el pago de nómina o gasto corriente. No ver que la realidad cambia y que se mueve provocó el debilitamiento de la empresa paraestatal, que fue quedando gradualmente rezagada, se volvió ineficiente, cargada de una gran cantidad de pasivos y, finalmente, fue incapaz de autosustentarse, incluso de entender la necesidad de hacer reformas profundas para ponerse a la altura de su verdadera independencia económica, tecnológica y productiva.
Todos los estudios serios, alejados de un interés mezquino y antinacional, revelaron la incapacidad de Pemex para levantarse sola y ponerse a la altura de los retos frente a los nuevos tiempos. Efectivamente, después de vivir durante muchos años del famosísimo yacimiento petrolífero de Cantarell, una vez que éste se agotó, no quedaba de otra más que explorar en las famosas aguas profundas y, para ello, era necesario, más bien indispensable, asociarse con el capital privado para lograr la capacidad financiera necesaria con las inversiones requeridas. México no tenía la tecnología ni la capacidad financiera para alcanzarlo. ésa fue la razón por la que se aprobó la famosísima Reforma Energética, que abrió el mercado mexicano al comercio público privado, lo cual buscó diversificar la cartera de inversión de energía y no depender solo del petróleo.
La prueba del error en la perspectiva actual del Gobierno consiste en aferrarse a construir una refinería que no tiene futuro financiero ni ecológico, pues el petróleo mexicano tiene dificultades para convertirse en gasolina; de tal manera que la 4T dependerá, para que dicha refinería funcione, de la importación de petróleo ligero, de la que tanto se quejó el Presidente actual. Por tanto, el capricho consiste en optar por una empresa que es como un barril sin fondo, al que deben inyectarle presupuesto público a cambio de casi nada, lamentablemente. En términos de mitología, Pemex es el tonel de las Danaides.
Para sostener la explicación de que el problema era la mala administración de Pemex, se difundió que el problema se debía a la corrupción originada en las esferas internas de la empresa estatal, por el conocido fenómeno llamado huachicol, que consiste en robar gasolinas de los ductos para venderlas más baratas. El propio Presidente ha declarado que el problema del huachicol ha sido erradicado y, por lo mismo, esperemos a que aparezcan los ríos de dinero previstos por la 4T, que se perdían por este fenómeno; sin embargo, ahora vemos lo contrario: una pérdida de recursos impactante en el corto tiempo que lleva el nuevo gobierno, lo cual no se veía en la pasada administración, como acusaban.
El diario Reforma publicó recientemente lo siguiente: "De un año a otro, las pérdidas de Petróleos Mexicanos crecieron de manera alarmante. Durante los primeros nueve meses del año, la llamada empresa productiva del Estado perdió 176 mil 367 millones de pesos, siete veces más respecto a los 23 mil 89 millones de pesos registrados en el mismo periodo de 2018.
"Solo de julio a septiembre de este año perdió 87 mil 858 millones de pesos contra una ganancia de 26 mil 770 millones de pesos de 2018, de acuerdo con el reporte al tercer trimestre enviado a la Bolsa Mexicana de Valores".
Si a esto agregamos que se les ha advertido de varias maneras que la empresa no alcanzará las metas proyectadas por el gobierno, entonces parece necio insistir en el plan de dejar todo el peso del desarrollo energético a Pemex y menospreciar de facto otras opciones de inversión.
La economía marxista destaca la importancia que tiene el desarrollo de las fuerzas productivas para que, ya agotadas, den pie a las contradicciones propias del desarrollo del sistema y, dadas las condiciones subjetivas y objetivas del fenómeno, se alcance una sociedad nueva. Por eso lo planteado en la 4T representa un retroceso para el desarrollo capitalista, un freno al desarrollo de las fuerzas productivas y al surgimiento de una nueva sociedad, más distributiva. La premisa para distribuir la riqueza es la existencia de ésta; y las medidas de AMLO, que pretenden combatir la pobreza, fortalecen la pobreza, reducen la riqueza nacional generan incertidumbre y cierran el camino al surgimiento de una mejor sociedad.
Son cada vez más los elementos que demuestran que fue un error haber elevado a Morena al poder; es un partido totalmente dividido, como puede verse en sus "asambleas", que se han visto suspendidas o saboteadas por ellos mismos.
Es, por ende, necesario que el pueblo se eduque y se organice para luchar por una sociedad más distributiva, equitativa, soberana, más libre y en la que la riqueza llegue a manos de los trabajadores, que son sus productores, pero que no disfrutan de ella. No hay que temer al capital privado y a las inversiones que pueda hacer en Pemex, pues es una forma segura de hacerse de riqueza. Lo verdaderamente importante está en la redistribución de la riqueza generada con las asociaciones público-privadas que se unifiquen con la empresa nacional de Pemex. La realidad demuestra a la 4T, nuevamente, que su modelo económico está fallando, y los malos resultados de Pemex son una prueba adicional de lo dicho.
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