De manera especial me dirijo a mis compañeras antorchistas de las colonias y rancherías campechanas, pero todas las mujeres del mundo, los hombres y todos en general debemos entender bien esto del movimiento feminista, como lucha de las mujeres por la verdadera igualad y el alto total a la discriminación y los crímenes contra ellas, que hoy sufren sin duda y que desean superar. Esto es justo y, además, realizable.
Lo primero que se debe decir en torno al movimiento feminista, pienso y sostengo, es una profesión de total apoyo a la demanda general y legítima que subyace en él: que desaparezca toda desigualdad legal, económica y social cuyo carácter sea de género; que toda segregación, privilegio e injusticia y crimen de este tipo, desde sus causas y fundamentos, desaparezcan del país y de la faz de la tierra, para nunca jamás volver.
“Los progresos sociales y los cambios de periodos se operan en razón directa del progreso de las mujeres hacia la libertad y las decadencias de orden social se operan en razón del decrecimiento de la libertad de las mujeres... porque aquí, en la relación de hombres y mujeres, del débil y el fuerte, la victoria de la naturaleza humana sobre la brutalidad, es más evidente. El grado de emancipación de la mujer es la medida natural de la emancipación general”.
Y lo segundo a decir, si se es sincero y consecuente, debe ser que no todo lo que se hace llamar movimiento feminista lo es realmente, sino que en esto se cumplen irremediablemente las leyes fundamentales del desarrollo de la sociedad, entre las cuales domina la división de la sociedad en clases y, por ello, la lucha entre ellas, lo que incluye la lucha ideológica y hace inevitable la presencia de la ideología de clase en todas las manifestaciones del espíritu, entre ellas el pensamiento social, y entre estos, el de la lucha feminista. La misma historia del feminismo lo revela.
Así, por ejemplo, en su momento, el feminismo burgués liberal conocido como movimiento sufragista en Estados Unidos. Muchas de las mujeres que lo profesaban eran damas de clase elevada, llenas de privilegios a los cuales no renunciaban ni mucho menos, ni se preocupaban más allá de las declaraciones públicas por las mujeres pobres de los barrios; sus derechos (además del de votar) o el alivio a su pobreza, y solo luchaba por el voto femenino.
Por ello, al desatarse la Primera Guerra Mundial, algunas sufragistas apoyaron la intervención de su país en la orgía de sangre y pólvora, apoyando a “su” ejército en contra de los hombres y mujeres de las naciones “enemigas”, o bien se organizaron a favor del pacifismo como política externa, pero en casi todos los aspectos de la vida social interior de su país fueron claramente reformistas.
Además, no está de más aclarar también que en nuestros días, muchos de los “movimientos” sociales no son sino un trampa de manipulación instrumentada por agencias de inteligencia estatales o directamente por las clases dominantes y sus personeros, que “activan” la protesta controlada como medio de desfogue de la presión social, o como una especie de catarsis para desviar la verdadera protesta hacia causas inútiles y sin futuro, todas muy elevadas y motivadoras, pero sólo en apariencia, pues en realidad son instrumento de manipulación, en los que los grandes millonarios sirven de “patrocinadores” e invierten millonarias cantidades, con lo cual, además, pueden presumir de responsabilidad social, benevolencia o generosidad, y fantasear que se están ganando el cielo, cuando en el fondo saben que sus acciones los llevarían directamente al infierno.
De estos movimientos falsos son algunos ecologistas, urbanistas, de protección a animales y también algunos de los de género, tanto de diversidad sexual como feministas.
Por estas dos razones reales y suficientes, creo que conviene precisar la clase de feminismo que se profesa y practica; entender de manera más o menos segura las formas que debe tomar, las causas mediatas e inmediatas que debe enarbolar y las acciones que les corresponden. Para que no te engañen ni engañes tú sin querer a los demás.
Las primeras feministas consecuentes, las que realmente lucharon por la igualdad de todos los seres humanos sin importar el género, y en ese sentido, por reivindicar de manera categórica la igualdad de la mujer respecto al hombre, el respeto a los derechos de las mujeres y su verdadera emancipación, fueron las mujeres socialistas, es decir, las que abrazaron las ideas del socialismo convertido en ciencia gracias a Carlos Marx y Federico Engels.
Es cierto que la idea de que la mujer sufre discriminación, y la de luchar contra eso es más antigua, pero es solamente hasta que el socialismo se convierte en ciencia que se eleva también a instrumento de transformación y, por ello, a instrumento de lucha por la liberación femenina.
Yenny von Westphalen (Prusia, 1814-1881), política, filósofa, esposa de Carlos Marx, fue la primera en afiliarse a la Liga Comunista creada por su esposo y Engels. Ella renunció a sus privilegios nobles prusianos, para acompañar a su esposo en su lucha por la emancipación de los trabajadores.
Rosa Luxemburgo (Polonia, 1871-1919), una de las máximas pensadoras marxistas, militante del Partido Socialdemócrata de Alemania y posteriormente del Partido Comunista de Alemania. En 1918, junto a su pareja Karl Liebknecht y su amiga Clara Zetkin, encabezó la Liga Espartaquista y la lucha del movimiento feminista socialista.
Fue la Primera Internacional (organización socialista internacional) que instauró como días de lucha (no de festejo o conmemoración, sino de lucha) internacional el 1 de mayo como el Día Internacional de los Trabajadores en 1889, y el 8 de marzo como el Día Internacional de la Mujer trabajadora en 1910.
Aleksandra Kolontái (Rusia, 1872-1954), al triunfo de la revolución rusa, encabezó a las mujeres de su nación en el primer esfuerzo material por construir una sociedad sin privilegios y en hacer efectiva la igualdad de las mujeres en la patria soviética; para conseguir los derechos y libertades de las mujeres, como el derecho al voto, mejorar el salario y, si las madres trabajadoras lo requerían, ofrecer el servicio de guarderías, los compromisos matrimoniales. Además, apoyó la aprobación del aborto y el divorcio.
Las mujeres soviéticas con ella y otras socialistas a la cabeza demostraron al mundo entero la justeza de la causa y la cientificidad de su reivindicación.
En 1918 Kolontái fue una de las organizadoras del Primer Congreso Panruso de Mujeres Trabajadoras.
Hay muchas otras eminentes feministas, pero mencionamos a estas primeras para demostrar esto último, que es lo tercero que se debe mencionar: la causa feminista tiene futuro y será de gloria. Así lo demostró la patria socialista, aunque esta ya no exista, pues su legado queda no solo como precedente sino como realidad vigente.
Marx y Engels tenían razón cuando dijeron en “La Sagrada Familia”: “Los progresos sociales y los cambios de periodos se operan en razón directa del progreso de las mujeres hacia la libertad y las decadencias de orden social se operan en razón del decrecimiento de la libertad de las mujeres... porque aquí, en la relación de hombres y mujeres, del débil y el fuerte, la victoria de la naturaleza humana sobre la brutalidad, es más evidente. El grado de emancipación de la mujer es la medida natural de la emancipación general”.
Ser feminista a secas no es, pues, ni suficiente ni honesto; se es feminista genuino, es decir un activista que realmente trabaja por la liberación de la mujer y su igualdad, si se es socialista y se trabaja activamente por establecerlo en la propia patria.
En México, eso quiere decir: hoy la tarea urgente es organizar y educar al pueblo trabajador, mujeres y hombres, en las colonias, en los pueblos, en las fábricas, en los hogares mexicanos, para que juntos se preparen para construir una sociedad progresista, poderosa, justa e igualitaria, como se los propone y hace Antorcha Campesina.
Mujeres, su causa feminista les pide consecuencia: ayudar a organizar a todo el pueblo.
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