MOVIMIENTO ANTORCHISTA NACIONAL

La concepción de la historia de Antonio Labriola

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El pensamiento del filósofo y profesor italiano Antonio Labriola (1843-1904) presenta dos peculiaridades características. En primer lugar, su concepción de la historia. En segundo, su lectura de la novedad u originalidad esencial que significa el método de investigación del marxismo.

En relación con el primer punto, Labriola se distingue por una posición “antieconomicista”[1] en relación con la interpretación del llamado “mundo moral”; es decir, el “complejo histórico-social”.[2] Acerca de esto, Labriola considera que “no se trata ya de separar el accidente de la sustancia, la apariencia de la realidad, el fenómeno del núcleo esencial, o como quieran decirlo los secuaces de cualquier otra escolástica”.[3] Se trata, por el contrario, “de explicar el entrelazamiento y el complejo precisamente en cuanto que entrelazamiento y complejo”.[4] Para entender mejor esta arista del pensamiento de Labriola, esto es, su crítica rotunda del “materialismo económico”, bastan dos botones de muestra. El lector de su Del materialismo histórico puede encontrar ahí la reflexión subsecuente: "Y he aquí que oímos decir que con esta doctrina [la concepción materialista de la historia] se intenta explicar todo el hombre con el sólo cálculo de los intereses materiales, negando cualquier valor a todo interés ideal. Semejantes confusiones son en gran parte productos de la inexperiencia, de la incapacidad y del apresuramiento [no sólo] de ciertos adversarios, [sino también de] propagadores de esta doctrina, los cuales, con el afán de explicar a otros lo que ellos mismos no entendían por completo, (…), han afectado aplicarla tal cual al primer caso o hecho histórico que les cayere en manos, reduciéndola así a migajas, exponiéndola a la crítica fácil y a la burla de los que acechan novedades científicas y de otros desocupados por el estilo".[5]

Labriola considera que esta clase de “confusiones” derivan de un “vicio” que “suele llamarse verbalismo” y que consiste en un “culto e imperio de la palabra” que termina por “desfigurar el significado vivo y real de las cosas”. El verbalismo tiende a transformar las “cosas reales, efectivas” en “cuestiones terminológicas”, en “términos, en palabras y formas de expresión abstractas y convencionales”; tiende, en resumen, “a encerrarse en definiciones puramente formales”. Por este “mal hábito” muchos creen que “es obvio sacar” el sentido o contenido de la expresión o fórmula “concepción materialista de la historia” a partir del “simple análisis de las palabras que la componen”, en lugar de realizar un “estudio genésico de cómo se ha producido la doctrina”. A este vicio se añaden, casi siempre, tanto la “suposición teórica” de que “materia quiere decir alguna cosa que está por debajo o frente a otra cosa más alta y más noble llamada espíritu” como el “hábito literario” que contrapone “la palabra materialismo, entendida en sentido despreciativo, a todo lo que compendiosamente llámase idealismo, o sea el conjunto de toda inclinación o acto anti-egoístico”.[6]

Labriola rechaza terminantemente todos esos “prejuicios”, en especial aquel que asume que la concepción materialista de la historia “intenta explicar todo el hombre con el sólo cálculo de los intereses materiales, negando cualquier valor a todo interés ideal”. Para esto Labriola explica que “en la historia carne y hueso forman un solo objeto”.[7] Por esta razón, resulta imposible “separar el hecho acaecido del modo como sucedió” [8], es decir, “desanudar su integralidad circunstancial”.[9] Post factum, los móviles efectivos, esto es, los motivos profanos y prosaicos de las vicisitudes históricas, “en gran parte desconocidos de los mismos actores u operadores”, aparecen claros. Mas sólo la “especificada circunstancialidad” de las “obras humanas”, vale decir, su “integralidad circunstancial”, puede explicar que “el hecho sucediese como precisamente sucedió”.[10] Así, por ejemplo, un análisis póstumo puede “rehacer la genuina historia de las causas económicas o íntimas de la Reforma” (“la rebelión económica de la nacionalidad alemana contra la explotación de la corte papal”), pero “Fue Lutero lo que fue, como agitador y como político, porque creyó que el impulso de clases que movió la agitación era un retorno al verdadero cristianismo y una divina necesidad en el curso vulgar de las cosas”.[11] En esto último consiste, precisamente, la “integralidad circunstancial” de la Reforma, su “especificada circunstancialidad”. 

A partir de estas consideraciones metodológicas, Labriola observa “que no hay un hecho en la historia que no esté precedido, acompañado y seguido de determinadas formas de conciencia”[12], y que “las formas de la conciencia, como que están determinadas por las condiciones de vida, son también historia”.[13] En consecuencia, la historia “no es solamente la anatomía económica, sino todo aquello junto que esta anatomía reviste y cubre, hasta los reflejos multicolores de la fantasía”[14]. Con esto, Labriola concluye que para escribir la historia no “basta con poner en evidencia tan sólo el momento económico”.[15]

En resumen, Labriola considera que el materialismo histórico o concepción materialista de la historia excluye todo reductivismo económico, y que más bien se distingue por la tentativa de “entender integralmente la historia”, de conocer “la complejidad real”, la “realidad plena”.[16] Por consiguiente: “Yerran los que creen entender y dar a entender su totalidad llamándola [a la concepción materialista de la historia] interpretación económica de la historia. […] Lo nuestro no es eso. Estamos en la concepción orgánica de la historia. Lo que se tiene ante el espíritu es la totalidad y la unidad de la vida social”.[17] De esta manera, Labriola anticipa posiciones marxistas posteriormente célebres, como esta de Georg Lukács: “Lo que diferencia decisivamente al marxismo de la ciencia burguesa no es la tesis de un predominio de los motivos económicos en la explicación de la historia, sino el punto de vista de la totalidad. La categoría de totalidad, el dominio omnilateral y determinante del todo sobre las partes, es la esencia del método que Marx tomó de Hegel y transformó de manera original para hacer de él el fundamento de una nueva ciencia”.[18] 

Respecto a la novedad esencial de la metodología marxista de investigación, Labriola rescata el rasgo de aspirar a la investigación “de lo concreto”.[19] Esto quiere decir que persigue la síntesis, la unificación, de los conocimientos analíticos de las disciplinas instrumentales. Desde este punto de vista, el conocimiento de tipo analítico no es conocimiento “sustantivo”, sino “instrumental”.[20] Aún así, Labriola señala que el marxismo se diferencia por la investigación concreta, si bien no instrumental, sí sustantiva y de carácter sintético, por cuanto que el conocimiento de lo concreto representa un conocimiento global o totalizador.[21]

En síntesis, Labriola practica una crítica del “materialismo económico” en nombre de la totalidad y la unidad orgánica de la vida social, de una “concepción orgánica de la historia”, además de destacar la necesidad de que el método marxista de investigación nunca pierda de vista la necesidad insustituible de obtener un conocimiento sintético y sustantivo. En estos elementos reside la singularidad específica de la concepción general de Labriola. A simple vista resulta claro que se trata, en efecto, de una metodología “más abierta” o “mucho más aireada” que la metodología del materialismo que reduce la totalidad social a su “momento económico” o estructural.

 


[1] La definición conceptual de este aspecto del programa teórico de Labriola pertenece a Manuel Sacristán. Cfr. Ibid. p. 14.

[2] Ambas denominaciones (“complejo histórico-social” y “mundo moral”) corresponden a Labriola. Véase: Antonio Labriola, Del materialismo histórico, México, Editorial Grijalbo, 1971, p. 11.

[3] Ibid.

[4] Idem.

[5] Ibid. pp. 12-13.

[6] Ibid. pp. 11-12.

[7] Ibid. p. 22.

[8] Ibid. p. 22.

[9] Idem.

[10] Idem.

[11] Cfr. Ibid. p. 21.

[12] Idem.

[13] Idem.

[14] Cfr. Ibid. p. 25.

[15] Idem.

[16] Idem.

[17] Antonio Labriola, “En memoria del Manifiesto Comunista”, en La concepción materialista de la historia, México, Ediciones El Caballito, 1973.

[18] Georg Lukács, Historia y conciencia de clase. Estudios de dialéctica marxista, México, Editorial Gijalbo, 1969, p. 29.

[19] Cfr. Labriola, Socialismo y filosofía, op. cit., p. 17.

[20] Idem.

[21] Idem.

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