MOVIMIENTO ANTORCHISTA NACIONAL

Juventud en la vorágine

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La pandemia ocasionó el confinamiento diferido de la sociedad, una paralización de la economía mundial y un deterioro en la calidad de vida de los jóvenes del mundo. 

De acuerdo con un informe de la Organización Internacional del Trabajo (2020), el 73 por ciento de los jóvenes de 18 a 29 años que estudiaban o que combinaban el estudio con el trabajo, experimentó el cierre de las escuelas; y el 13 por ciento no pudo retomar los estudios en línea, situación que fue crítica en los países de ingresos bajos. A pesar de los esfuerzos de las escuelas por asegurar la continuidad, 65 por ciento de los jóvenes manifestó que aprendió menos desde el inicio de la pandemia, 51 por ciento creía que su educación se retrasaría y 9 por ciento que su educación fracasaría (OIT, 2020).

En el campo laboral, los jóvenes de entre 18 y 24 años resultaron los más afectados: 17 por ciento dejó de trabajar con la pandemia, sobre todo los que participaban como apoyos administrativos, ventas, servicios y artesanías. Las horas de trabajo disminuyeron una cuarta parte y el 42 por ciento indicó que se redujo su ingreso. Al hacerse presente el cierre de escuelas y centros de trabajo, el bienestar mental de los jóvenes se deterioró, el estudio reveló que 17 por ciento probablemente sufra ansiedad y depresión, y se vuelve dos veces más probable que los que interrumpieron su educación o empleo sufran ansiedad (OIT, 2020). 

A pesar de que los jóvenes reconocen la importancia de las medidas de confinamiento para salvar vidas, también manifestaron que esto había tenido impacto directo en su movilidad. Uno de cada tres consideró que se había menoscabado su derecho a participar en los asuntos públicos y una cuarta parte (27 por ciento) tuvo dificultades para ejercer su libertad de religión o culto; el 24 por ciento consideró que las imprecisiones en torno a la pandemia deterioraron su derecho a acceder a la información y 21 por ciento, especialmente entre los que trabajan, su derecho a la vivienda estaba cuestionada y tenía dificultades para poder subsistir (OIT, 2020). 

En México, la pandemia de covid-19 provocó que los sectores productivos cerraran temporalmente, pero que, a la reapertura, muchas empresas no pudieran volver a abrir, pues la demanda de bienes y servicios se paralizó y no tuvieron mercado para sus productos. Este hecho no sólo afectó a las empresas, sino a los trabajadores directos.

Por otro lado, las instituciones educativas en todos los niveles cerraron sus instalaciones físicas para transitar a la modalidad en línea (a través de la internet); miles de estudiantes jóvenes ya no pudieron seguir estudiando, pues algunos no contaban con computadoras, otros, aun teniéndolas, no tenían internet y, otro tanto, no tuvo y continúa sin tener ninguna de las dos cosas. 

La estadística certera sobre la afectación en jóvenes mexicanos todavía no es clara, pero existen estimaciones de que 628 mil estudiantes de 6 a 17 años abandonaron los estudios. La educación superior no salió mejor librada. En 2020 23 mil 793 estudiantes del Instituto Politécnico Nacional (IPN) abandonaron sus estudios, de ellos 17 mil 757 fueron de educación superior (74.6 por ciento). De la UNAM suspendieron sus estudios 7 mil 700, cifra superior en 229 por ciento con respecto de 2019. 

La incipiente cultura de la ciencia de datos impide saber la situación de los estudiantes indígenas y de los que viven en colonias y zonas marginadas del país. Mientras tanto, se observa que las carencias han aumentado con la pandemia, dado que sus empleos y su capacidad de ingreso han desaparecido o reducido drásticamente, por lo que traerá consecuencias negativas en el futuro inmediato de la juventud. 

La economía y la educación son dos variables que están relacionadas directamente en el desarrollo de las sociedades, guardan una relación directamente proporcional; es decir, cuando la economía crece las condiciones para crear un sistema educativo se ven favorecidas y el mercado laboral demanda gente capacitada para operar la estructura productiva. Este desarrollo educativo, a su vez, provoca que la economía sea más competitiva y que esa masa de trabajadores educados sea capaz de generar condiciones de competitividad más eficientes. Las sociedades más desarrolladas son pioneras en la innovación en cuanto a la ciencia y a la tecnología. 

Hoy desde la Secretaría de Educación Pública se discuten varias medidas que en vez de beneficiar a la educación tienden retroceder los pocos avances logrados a lo larga de la historia de México. No hay duda de que es necesario reformar, construir para mejorar la educación, pero se tiene que hacer científicamente, para que esas medidas se transformen en un conjunto de políticas públicas que atiendan el problema, por ejemplo, el diálogo entre educación y mercado laboral para mejorar la igualdad de oportunidades, asimismo que la política fiscal y redistribución del gasto público abonen en el mismo sentido.

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