A estas alturas de la gestión de Andrés Manuel López Obrador a todo mundo le ha quedado claro que sólo le vendió ilusiones al pueblo mexicano. Su campaña mediática de "primero los pobres” tuvo un éxito rotundo, fuimos testigos de ello. Nadie en su sano juicio negaba que las reivindicaciones que el partido en el poder tomó como bandera eran reales y necesarias. En efecto, la injusta distribución de la riqueza y la corrupción de la clase gobernante eran evidentes, por tanto, era ahí donde había que poner énfasis para convencer a la gente de que un cambio era necesario. El presidente supo cómo aprovechar esa realidad y se la transmitió a la gente. ¿Resultado? Una gran cantidad de votantes llevó al partido de Morena al poder. Pero como dice la máxima popular: del dicho al hecho hay mucho trecho.
Prometieron tanto que ahora ya no saben cómo cumplir. Las promesas fueron tantas y tan variadas que se ha vuelto un lugar común los reclamos por todos lados. Y no hay manera de defender lo indefendible. Hace unas semanas una persona del municipio de Tlaxco me preguntó cuál era mi opinión sobre la clase política que nos gobierna. Para no herir susceptibilidades y evitar una discusión que llevaría a ningún lado le respondí que a mi parecer el gobierno se encontraba en una maraña creada por sus propias mentiras, promesas y caprichos y que difícilmente saldría de ahí.
Y de verdad, si se contrastan las tantas promesas que se hicieron y los resultados, nadie puede dudar que la actual administración es un fracaso. La gente que participa en las tareas que les encomienda el gobierno piensan que están transformando el país, sus municipios, las localidades; hasta la forma de pensar de la gente; están convencidos que son los artífices de un cambio radical, que los que no compartimos sus ideas no entendemos, somos víctimas de nuestro interés por los males del pasado; uno que otro pensará que intelectualmente no estamos preparados para entender semejante transformación. Pero definitivamente es así.
Enumerando algunas de las cosas que son ilusiones que se desvanecen en la retórica y torpeza del actual gobierno. Salud: ilusionaron a todos con la idea de medicamentos gratuitos y atención como de primer mundo; ya vemos la forma tan profesional de dominar la pandemia, la falta de medicamentos, la pésima atención de los servicios médicos. Educación: lo más que han hecho es darle dinero a los comités de la escuelas para pintar sus fachadas, o creando gallineros que han mal llamado universidades, pero un interés real por impulsar planes de estudio diseñados para elevar la calidad académica de maestros y alumnos está ausente de la mirada de los encargados de Secretaría de Educación Pública. Apoyo al campo: no hay mucho qué decir más que desaparecieron los apoyos a los pequeños productores y los programas que están vigentes llenan a la gente de tramitologías; no se ve por ningún lado un apoyo real al campo, seguimos siendo testigos de que el campesino siembra y fertiliza su tierra con sus propios y escasos recursos. Ya no hablemos de acabar con la corrupción, de respetar los derechos humanos, los derechos de las mujeres… la deuda del gobierno actual es grande y sigue aumentando.
Los males del México que Andrés Manuel retrató en su campaña siguen vigentes y peores que nunca. El Producto Interno Bruto cayó el año pasado 0.1%, las predicciones más serias indican que este año caerá 10%, el gobierno no ha podido promover la producción la productividad, y si las medidas que tomó nos han llevado hasta esos datos ¿qué les hace pensar que las cosas van a cambiar? Los campesinos no creen, pero este año las importaciones de maíz llegarán a 18 millones de toneladas, el año pasado se importaron 16 millones; con tanta tierra en nuestro país donde se podría producir lo indispensable para la población, pero el gobierno, aún sabedor de esto sigue con su recorte histórico al campo. Sumemos el desempleo, agravado por la pandemia y más. Pero eso sí, en nuestro querido México, el segundo hombre más rico tiene en sus manos una riqueza de 11 mil 700 millones de dólares, ¿Cuánto gana de salario un obrero o un campesino con la producción de su tierra?
Las ilusiones se desvanecen. La realidad nos muestra que el camino tomado fue equivocado. Tenemos que hacer que esta realidad brutal cambie, pero para eso se necesita la participación consiente de todos y cada uno de nosotros. En los días que corren vemos formados a muchos candidatos, en los distintos institutos políticos, buscando la nominación para ahora sí, dicen, cambiar la vida de la gente. No me resta más que decirles a los que nos leen: Cuidado, las apariencias engañan y comprar ilusiones sale caro.
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