MOVIMIENTO ANTORCHISTA NACIONAL

Huitzilan y su lucha contra la injusticia

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En estos días, los huitziltecos están de fiesta. Su pueblo cumple 41 años de haber tenido la fortuna de encontrarse con el gran Movimiento Antorchista.

Los ciudadanos más viejos relatan las terribles condiciones de vida antes de Antorcha: pobreza extrema del 100 % de los campesinos, víctimas de la voracidad económica de los caciques, quienes los obligaban a venderles su café al precio que ellos querían pagar. La ignorancia era generalizada debido a la inexistencia de siquiera una escuela primaria. 

Huitzilan es hoy un pueblo de progreso. Ahora cosechan y venden su café y otros productos de su trabajo según los precios del mercado, no al capricho de los caciques.

Las muertes prematuras eran comunes por la falta de algún centro de salud que atendiera a enfermos o heridos. Había asesinatos constantemente, pues los caciques no perdonaban que alguien alzara la voz para reclamar las injusticias.

Un día, uno de los campesinos propuso solicitar la ayuda de Antorcha Campesina. Le hicieron caso y entonces su vida comenzó a cambiar. Bajo la dirección de los activistas políticos que llegaron, entendieron cómo y por qué tenían que organizarse.

Antes, los caciques los humillaban uno a uno; después, cuando se organizaron, empezaron a defenderse como un pueblo unido. La unidad los hizo fuertes.

Comprendieron que sólo unidos y organizados con Antorcha saldrían adelante. Pero sufrieron las consecuencias de su “atrevimiento”: varios de sus líderes fueron asesinados por matones al servicio de los vengativos caciques, quienes nunca les han perdonado su rebeldía. El último fue el asesinato del presidente municipal Miguel Hernández Pasión, en octubre de 2017.

Sin embargo, Huitzilan es hoy un pueblo de progreso. Ahora cosechan y venden su café y otros productos de su trabajo según los precios del mercado, no al capricho de los caciques.

Ya tienen un hospital, escuelas de todos los niveles, unidades deportivas, agua potable, drenaje, electricidad, calles y carreteras pavimentadas, etcétera, todo fruto de la lucha organizada.

Pero esa lucha también trajo frutos amargos. Los caciques, con su enorme poder económico, compraron periodistas, periódicos y otros medios de comunicación para difundir su propia versión: según ellos, los caciques fueron los agredidos, Antorcha mató a su gente y llegó a terminar con la paz en la que vivían.

Esa versión, agradable a los oídos de los ricos y de los políticos que viven del miedo, la pobreza, la ignorancia y la desorganización del pueblo, se difundió por todo el estado de Puebla y el país.

Así se creó la campaña negra y el estigma de organización de delincuentes que, aún hoy, carga el Movimiento Antorchista. Por ejemplo, en Atlixco e Izúcar de Matamoros, mucha gente escucha hablar de Antorcha y siente miedo o un odio inexplicable:

“Aléjate de los antorchistas porque te van a quitar tu casa o tu terreno, te van a quitar a tus hijos, son malos, son asesinos”.

Pero, sin ninguna duda, como lo demuestra el pueblo de Huitzilan, el único cambio verdadero para el pueblo vendrá de la mano del antorchismo.

Las mismas dificultades que el pueblo enfrenta cada vez en mayor grado tendrán que abrirle los ojos: Antorcha no es el enemigo, es nuestra organización.

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