MOVIMIENTO ANTORCHISTA NACIONAL

Homicidio sin nombre, pero con sello

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Estoy seguro de que finalmente se encontrará a los verdaderos asesinos materiales e intelectuales de quien en vida fuera presidente municipal de Huitzilan de Serdán, Puebla, Manuel Hernández Pasión, y de que recibirán el justo castigo por el aberrante crimen en su contra. El daño es irreparable, a Manuel ya nada nos lo devuelve, y sin duda preferiríamos verlo trabajando, organizando a sus paisanos huitziltecos y a todos los pobres de México, tarea a la que se había entregado en cuerpo y alma. Por ello, afirmo de una vez que no quisiéramos tener mártires; vivos estarían mejor, no debieron morir.

El de Manuel Hernández Pasión es solamente el último de una serie de asesinatos políticos en Huitzilan, son ya tres antorchistas que han sido ejecutados siendo presidentes municipales en funciones y uno siendo expresidente. Todos ellos eran de origen indígena, todos eran antorchistas y habían abrazado la causa de lograr que su pueblo encontrara la paz y el progreso. Todos estos crímenes suceden en la etapa en que los indígenas huitziltecos, organizados en el Movimiento Antorchista, habían logrado desterrar la violencia y el abuso que, antes de organizarse con Antorcha, ejercían sobre ellos los caciques.

Estos caciques, "mestizos" fuereños, llegaron con ánimo de conquistadores, sometieron al pueblo, lo embrutecieron y explotaron. En el último medio siglo, la familia Aco logró amasar una fortuna a costa de la explotación laboral de indígenas, préstamos usurarios a elevadas tasas de interés, fraudes a través de una empresa fantasma, la intermediación de café, la venta de seguros e, inclusive, del acopio de créditos federales otorgados a fondo perdido; su dominio sobre la población indígena, además de humillante, era inescrupuloso, férreo y desalmado. Todo ello está documentado.

La llegada de la "Unión Campesina Independiente", organización que pretendió oponerse a los caciques por la vía de la confrontación, marcó el inicio de una etapa de crímenes y asesinatos que degeneró de lucha social a guerra de bandas sin más causa que la suya y al servicio del mejor postor. Esta etapa de crímenes sin sentido se superó, solamente, como ya dije, hasta que llegó Antorcha y luchó por la paz de Huitzilan. Algún día los historiadores realizarán un acto de justicia al presentar detalladamente la verdad de Huitzilan y ponerles nombre a los asesinos, por un lado, y a los héroes que combatieron y desterraron a la violencia por otro.

Pero el momento exige actuar ya, sin esperar a la justicia de la historia, pues los aires de violencia, que nunca dejaron de amenazar a Huitzilan, hoy se están convirtiendo en una verdadera asonada liquidacionista contra los antorchistas en toda la Sierra Norte de Puebla, en todo el estado y quién sabe si la represión que sufren los grupos antorchistas en diversas partes del país tienen el mismo o similar origen. Es necesario encontrar y castigar, de manera ejemplar, a los tenebrosos homicidas y detener la embestida antiantorchista ya.

La inacción de las instituciones judiciales ha provocado el envalentonamiento de las fuerzas más reaccionarias y tenebrosas en Puebla, en donde las amenazas vía telefónica, las emboscadas, los secuestros, el allanamiento de oficinas y casas, el balaceo a vehículos y domicilios, los intentos de asesinato, fallidos o exitosos, se han vuelto frecuentes y ya no se pueden contar con los dedos de la mano. ¿Será solamente incapacidad o ineficacia de las instituciones judiciales y del Gobierno del estado?, o, en vez de una causa ¿será el efecto y la demostración de que esa inacción no es accidental sino complicidad o hasta protagonismo? Serán los resultados que las instituciones judiciales ofrezcan a nuestro clamor de justicia los que respondan a estas interrogantes.

Por lo pronto no es paranoia pensar la posibilidad de que el fenómeno no sea local, sino de que se trate de una campaña más extensa, con poderosos patrocinadores de presencia e intereses nacionales. Por ello los antorchistas del país nos aprestamos no solamente a acudir en defensa de nuestros compañeros de Puebla, del Estado de México y de dónde sea necesario, porque no se trata de un acto de apoyo o de solidaridad, sino de autodefensa, porque esas agresiones son en contra de toda la organización.

Pero me interesa destacar ahora un hecho que marca de manera definitiva la singularidad del homicidio de Manuel Hernández Pasión: independientemente de los nombres o credenciales de quien o quienes estén detrás de este inaceptable crimen, el móvil es sin lugar a dudas político y va más allá de los intereses concretos y temporales de quienes hoy ya están luchando por el poder en Huitzilan, en la Sierra Norte y en todo Puebla. Y es que Manuel era un verdadero líder indígena emergido de las entrañas mismas del pueblo pobre trabajador.

Era pues, además de un hombre bueno y noble, con la nobleza que caracteriza al pueblo que siempre le ha tendido la mano al prójimo, porque él mismo necesita de la fraternidad de los demás; era un verdadero hijo del pueblo. Este hijo del pueblo se había educado y le había ofrecido sus conocimientos y su esfuerzo a su gente, a los pobres, con un clara meta de progreso, y tenía una línea política clara (tan clara como se la ha podido proporcionar el Movimiento Antorchista y su líder ideológico, el Maestro Aquiles Córdova Morán), y era, para rematar, un gobernante de un municipio realmente pequeño, puesto desde el cual, sin embargo, le puso el ejemplo a toda la sarta de presidentes municipales tranzas y corruptos que han pasado por la Sierra Norte de Puebla, quienes jamás habían logrado hacer tan patente esa diferencia administrando un Ayuntamiento en favor de las grandes mayorías. Y un hombre así, representa un contrasentido, un imposible, una distorsión, un hecho irregular en las actuales condiciones de nuestro podrido sistema político, puesto ya de rodillas al servicio de los intereses de los poderosos de este país y sobre todo del extranjero. Manuel era un mal ejemplo, un verdadero peligro para la clase en el poder, era un intruso en el sistema político mexicano actual.

Esto es cierto, y si además esta fuera la verdadera explicación, el verdadero móvil de su desaparición, tendríamos un inmejorable ejemplo de un atentado totalmente inútil e innecesario porque los Manuel Hernández Pasión ahora se multiplicarán (como si al inhumarlo en realidad lo hubiésemos sembrado), pues al fenómeno "Hernández Pasión" ya no lo paran ni con homicidios, ni con nada. El pueblo ya está entendiendo y se va haciendo a la idea de que ya no debe conformarse con pedirle a los que tienen el poder que sean niños buenos y hagan las cosas pensando en el futuro de la nación, sino que ya es momento de cambiar no al partido en el poder, sino a la clase en el poder.

Decía José Revueltas en su obra Un proletariado sin cabeza "… el desideratum de la clase obrera se resuelve, cada vez, en el hecho de que las masas trabajadoras "apoyen" a los gobiernos progresistas o "combatan" a los gobiernos reaccionarios, pero sin que en ningún momento la propia clase obrera esté en condiciones de poder tomar conciencia de su propia perspectiva histórica como clase independiente, que debe colocarse, por imperativo del desarrollo, a la cabeza del proceso social" (Ed, Era, 1980, pp. 87-88); pues ese momento de "tomar conciencia de clase para colocarse a la cabeza del proceso social" lo representa ya, como una verdadera consigna, Manuel Hernández Pasión; eso era, es y será de ahora en adelante.

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