México es un país de pobres, todos lo sabemos, y vemos diariamente la miseria galopante en todas sus regiones, pero parece ser que muchos personajes, sobre todo aquellos que tienen alguna posibilidad de contribuir realmente a erradicar la pobreza, porque tienen el poder y los recursos para ello, se niegan a verla o, quizás, lo que podría ser aún peor, la ven como un fenómeno social natural, inmanente a la sociedad y, por lo tanto, consideran inútil pretender acabar con ella. Sea por ignorancia o por así convenir a sus intereses o a los del grupo económico y/o político al que pertenezca el gobernante en turno, lo cierto, es que lo menos que hacen muchos gobernadores es precisamente llevar a cabo acciones que ayuden realmente a mejorar la situación material y económica de sus gobernados; cuando estos acuden a sus lujosas oficinas, nunca están, o cuando se dignan recibir a los peticionarios es para espetarles en la cara que ¡no hay recursos! ¡Que se las arreglen como puedan, al fin, así han vivido siempre!, etc. Y por otro lado, vemos como en cada declaración en los medios de comunicación siempre hablan de miles de millones de pesos en acciones y servicios, construcción de vías de comunicación, adquisiciones de grandes extensiones de tierras para apoyar a la "industria", es decir, a la "generación de empleos", etc. Se habrán preguntado nuestros gobernantes y los grandes empresarios ¿Por qué en México, siendo la 14ª. Economía del planeta no podemos alcanzar niveles de bienestar para todos sus habitantes, como los tienen país como Holanda, Suecia, Suiza, etc.? Se lo dejamos de tarea, pues hoy quiero fundamentalmente referirme al actuar del Gobernador de Morelos, emanado de las filas de la "izquierda" mexicana, del PRD, pero que, desde nuestro modesto punto de vista, no se diferencia de ninguno de los gobernadores de los otros partidos, ni de los derecha, ni de los que suelen llamarse de "centro". Veamos.
Graco Ramírez asume la gubernatura de Morelos en octubre de 2012, prometiendo, como lo hacen prácticamente todos, que acabaría con el flagelo de la pobreza y de la inseguridad, pero ni una ni otra cosa ha cumplido a los morelenses; de acuerdo con el CONEVAL (Consejo Nacional de Evaluación de la política de Desarrollo Social), en 2012, el 43.2% de los morelenses eran pobres (782 mil 200), y en 2014, con dos años de gobierno, logró aumentarla a 52.3% (993 mil 700), es decir, 215 mil 500 pobres más. Y, como es lógico, varios de los parámetros que reflejan o al menos se acercan a evaluar cómo vive la población, se mueven en sentido negativo; por ejemplo, el número de morelenses que carecen de servicios básicos en la vivienda ronda el medio millón, y la población con ingreso inferior a la línea de bienestar mínimo aumentó en 222,700: ahora suman 1 millón 110 mil 500 morelenses; de acuerdo con el CONEVAL, la línea de bienestar es la "suma de los costos de la canasta alimentaria y no alimentaria, permite identificar a la poblacio&769;n que no cuenta con los recursos suficientes para adquirir los bienes y servicios que requiere para satisfacer sus necesidades ba&769;sicas, au&769;n si hiciera uso de todo su ingreso". Es decir, en Morelos seis de cada 10 personas viven por debajo de la línea de bienestar. Y a pesar de que dicha entidad es de las más pequeñas de la república (representa solamente el 0.25% de la superficie del país, con una población de 1 millón 903 mil 811), resulta que sus índices de pobreza son altos.
Pero, por otro lado, tenemos a un gobernador que en lugar de atender los problemas de su entidad, que son muchos, y escuchar y buscar alternativas de solución a las demandas de sus gobernados, se la pasa de gira, haciéndose presente en cada evento que puede en los distintos estados y bajo cualquier pretexto, con el claro objetivo de "posicionarse" en otras entidades, pues tiene la vana ilusión de ser candidato de su partido a la presidencia de la república. Así que poco le interesan los problemas graves de inseguridad, la inconformidad social que se ha generado por la no atención a los problemas sociales, los cientos de muertos y de fosas clandestinas y toda la situación de ingobernabilidad que se vive en Morelos, así como la violación a los derechos humanos, no atendiendo las necesidades básicas de su población e impidiendo la entrada a palacio de gobierno a cualquier persona identificada con el Movimiento Antorchista, al que desde el inicio de su administración ha negado, una y otra vez solución a sus legítimas demandas.
Graco Ramírez se equivoca, como se han equivocado otros gobernadores, creyendo que no atendiendo las demandas de los antorchistas, estos van a renunciar a su organización, o bien considerando que con la no solución, los campesinos, amas de casas, obreros, estudiantes, etc., abandonarán las filas del antorchismo; la vida nos ha demostrado que pasa exactamente lo contrario, pues es tanto el coraje de los demandantes cuando no les resuelven y se ven atropellados y humillados por los funcionarios en turno, por los que tienen en sus manos los recursos públicos, que acometen con mayor vigor contra la soberbia y demagogia de los funcionarios, esos que consideran que los recursos son suyos y que cuando resuelven algún problema o demanda pareciera que hacen un gran favor, cuando, por ley, al menos es su obligación. Que se cumpla con la ley es lo que demandan mis compañeros antorchistas de Morelos, que se atiendan las peticiones de educación, vivienda, salud e infraestructura básica, nada más, pero nada menos.
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