Para quienes ven y analizan con más criterio la realidad de nuestra sociedad mexicana, no les debe quedar duda de que vivimos en un país con graves desigualdades, con una profunda falta de justicia social para las grandes mayorías, las cuales carecen, muchas veces, hasta de lo más indispensable, aunque esto se intente ocultar con el discurso, sobre todo de quien se dice el salvador omnipotente de nuestro país.
Y algunas pruebas materiales sacadas de nuestra realidad actual y que acentúa el agravamiento de estos problemas, son el creciente número de asesinatos a manos del crimen organizado o de bandas delictivas y con ello el clima de inseguridad con el que ahora vive la mayoría de la población (ejemplos son lo ocurrido en Chiapas, Michoacán, Guerrero y diferentes estados del norte), la falta de acceso a la educación, falta de empleo y de salario bien remunerado, falta de acceso al servicio de salud de calidad, falta de medicamentos y de condiciones materiales para los trabajadores de la salud, a pesar de los dichos del presidente de la república, Andrés Manuel López Obrador (AMLO), que todo lo anterior se ha atendido oportunamente y que ahora todo marcha de maravilla.
Todo lo anterior, sin considerar el agravamiento de la corrupción que se vive en los diferentes órganos e instituciones de gobierno y hasta en los más altos niveles. ¿Qué pasó con el combate a la corrupción? Para el buen entendedor, basta con lo que está sucediendo en Seguridad Alimentaria Mexicana (Segalmex).
Y no es mi intención hablar en estas limitadas líneas sobre todos los problemas arriba mencionados, sino de uno en particular, el de la salud. Una prueba más que evidencia el mal resultado de las acciones y políticas improvisadas aplicadas por el gobierno en turno. Hace un año prometió que el sistema de salud en nuestro país sería como el de Dinamarca, que el servicio sería de calidad y de manera gratuita. ¿Qué ha pasado desde entonces?
Primero, el Gobierno federal y gobernadoras y gobernadores de algunas entidades, firmaron un convenio de Transferencia de Recursos para formalizar la colaboración con el Órgano Público Descentralizado (OPD) IMSS-Bienestar en materia de personal, infraestructura, equipamiento, medicamentos e insumos para la prestación gratuita de servicios de salud; esto, según el mismo Zoé Robledo Aburto, Director General del Instituto Mexicano del Seguro Social, permitirá avanzar para que a finales del año IMSS-Bienestar sea el prestador de servicios de atención médica pública más grande del mundo.
Segundo, para que lo anterior sea posible y podamos alcanzar el nivel de servicios de salud de Dinamarca, se necesita hacer una inversión del 11 por ciento del Producto Interno Bruto (PIB) al sistema de salud de nuestro país, que es lo que se invierte en ese país. La realidad es que, en México, el Producto Interno Bruto Ampliado (PIBA) del sector salud reportó un monto equivalente a 6.2 por ciento del PIB nacional. Es decir, a pesar de los incrementos anunciados y presumidos por el gobierno federal, ni a finales de este año ni del sexenio de AMLO logrará hacer de nuestro sistema de salud el mejor de nuestro continente, mucho menos del mundo.
Tercero, la realidad está a la vista y basta con referir lo que sucede en el Estado de Tlaxcala (una de las seis entidades que firmaron el convenio arriba mencionado con el Gobierno Federal). De acuerdo a la opinión de un trabajador de la salud, que por la discreción con que fue proporcionada cierta información para la redacción de este artículo, no mencionaré nombre alguno para evitar represalias en su contra, afirma que estamos viviendo la peor crisis sanitaria en la historia de nuestro país y, particularmente, en el Estado de Tlaxcala: 1) Los hospitales carecen de lo más elemental en infraestructura, como es el caso del Hospital de Huamantla, donde los plafones del techo están cayéndose (hay evidencias de ello), provocando goteras que pone en riesgo la misma seguridad de los trabajadores y de los pacientes. Este problema lleva más de un año. 2) Las lavadoras y secadoras del hospital están obsoletas, las cuales no dan el servicio necesario para la atención de los pacientes; se han hecho reparaciones parciales, pero quitando piezas de aparatos de otro lugar para mejorar otro (también hay evidencia de ello). 3) No hay abastecimiento de medicamentos en los hospitales, como es el caso nuevamente en Huamantla. Pero para evitar un estallido de descontento social, en lugar de ofrecerles medicamento, las enfermeras y médicos del hospital no les queda más que ofrecerles un tríptico con información del programa IMSS-Bienestar donde puede encontrar número telefónica para hacer llegar su queja, esperando a ser escuchados y, sobre todo, atendidos. Y mucho más.
Y cuarto. El programa, recalco, programa IMSS-Bienestar no es en realidad un sistema de salud, pretendiendo sustituir el OPD, el cual es y ha sido el órgano rector del sistema de salud de nuestro país, y que ha sido creado (el programa) solo con la intención de centralizar los recursos que ahora administrará directamente la federación y el Estado, sin la intervención del sindicato (haciendo real la intención de AMLO de desaparecer a los sindicatos, y no solo del sector salud), quienes han sido defensores de los derechos laborales de los trabajadores de la salud, haciendo suyo algunos logros que ahora les quieren arrebatar, de allí que el gobierno hace caso omiso a sus protestas, así como las de otros sectores de la sociedad.
El sistema de salud en Dinamarca no solo garantiza la gratuidad y calidad del servicio al 99 por ciento de su población, otorgándoles, además doctores de cabecera, sino que garantiza el abastecimiento de los medicamentos y mejoramiento de la infraestructura hospitalaria. A los trabajadores de la salud les da la oportunidad de seguirse formando, ofreciendo capacitación gratuita, incluso, desde su formación universitaria. Algo que no está sucediendo en nuestro país, mucho menos en el Estado de Tlaxcala. Aquí, tanto los trabajadores como los pacientes viven a su suerte. El pueblo, en general, no recibe servicio de calidad ni medicamentos gratuitos. Por su parte, los trabajadores de la salud viven en la incertidumbre por su seguridad laboral y económica.
Así como la fachada de los hospitales, que ocultan el verdadero problema que se vive día con día al interior, los discursos demagógicos de las autoridades estatales y nacionales ocultan la verdadera realidad de nuestro país.
El problema es de tal gravedad que, para poder resolverlo, se requiere de la fuerza del pueblo organizado, como ha pasado en otros momentos históricos de nuestra sociedad mexicana y en los confines del mundo.
A los trabajadores de la salud de Tlaxcala y del país, no les queda otra que la organización y la lucha consciente en torno a sus derechos laborales y mejores condiciones materiales, pero no podrán hacerlo solos, como un sector, sino requieren del apoyo y fuerza del pueblo en general, quienes son víctimas también del problema, y el Movimiento Antorchista está dispuesto a extender su brazo, cuando así lo decidan.
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