En el fondo han sido y siguen siendo los mismos. Biológicamente, como hijos de la clase gobernante nacieron, crecieron, estudiaron con otros jóvenes del sistema. Políticamente se educaron con niños y jóvenes de su clase y ahí aprendieron todas las triquiñuelas que implicaba: ganar el poder, mantenerse en él, aprovechándose de todos los beneficios que conlleva tener acceso a los fondos económicos del presupuesto. También supieron, sus padres y ellos, las consecuencias de llegar a tener un desacuerdo con quienes estuvieran al frente del gobierno y por eso siempre se cuidaban de denunciar o atacar la corrupción que sabían existía y permeaba en todo el sistema. Tenían claro que en caso de no someterse implicaba, como mínimo, quedarse sin trabajo y que, en casos extremos implicaba desaparecer de este mundo. Habían leído, estudiado y visto en la práctica todo lo que se puede hacer contra los enemigos u opositores. Los morenistas sabían y saben, en síntesis, cómo se ejerce el poder.
Sin embargo, no siempre todo permanece igual y a algunos priistas, antes de 1988, la fortuna les fue adversa, chocaron en intereses con sus antiguos aliados, correligionarios o amigos, no pudieron conciliar los intereses de unos u otros y obligó, a un grupo de ellos a la exclusión del poder y a la separación del grupo en el que habían militado abuelos, padres, amigos y hermanos. Dicha fracción del PRI, encabezada por Cuauhtémoc Cárdenas, Porfirio Muñoz Ledo, Ifigenia Martínez, Andrés Manuel López Obrador y otros, formaron la Corriente Democrática que, sabedora de su debilidad e incapacidad para pelear el poder tuvo que hacer alianzas con el PSUM para llegar posteriormente a formar el PRD. Todos sabemos lo efímero de este partido y su rápida y fácil descomposición, surgiendo de él los morenistas, partido que gobierna actualmente el país.
Para una parte del pueblo de México, sobre todo aquella que no ha podido hacerse de una cultura política sólida, le pareció y en algunos casos todavía le parece, que el grupo de Morena era una novedad, algo inédito digno de apoyarse y en lo que se podía creer, dada su crítica severa, radical, aparentemente intransigente contra todos los vicios del sistema actual. Ese pueblo noble creyó, ingenuamente, en el discurso y las promesas fáciles de "acabar con la corrupción", "bajar el precio de los combustibles" y mejorar en todo el nivel de vida que prometía su candidato, Andrés Manuel López Obrador.
Hoy, a casi un año y medio, de que el partido de referencia gobierna este país, los resultados son dramáticos y apuntan hacia un desastre en todos los sentidos. No se ve dónde están los ahorros que dijo se iban a obtener con el combate a la corrupción; no se han construido las grandes obras que anunció como candidato a la Presidencia de la República y que detonarían la economía del país; la eliminación de programas sociales como "Comedores comunitarios", "Apoyo a estancias infantiles", "Jornaleros agrícolas", "Prospera", etcétera, han afectado más a la de por sí ya raquítica situación económica de los más pobres de la patria; no se ven todavía las 100 universidades que se prometieron, los apoyos a adultos mayores, ninis, discapacitados y las becas Benito Juárez se entregan a destiempo y, su apoyo es tan recortado de tal forma que más bien parece que el manejo de los recursos se está "jineteando". Tal parece que lo que tanto presumió, en el sentido de acabar con la corrupción está igual o peor que antes.
¡La verdad, les guste o no a los morenistas, vamos de mal en peor!
Políticamente los morenistas conocen, saben y aplican todos los métodos para inhibir, desprestigiar, calumniar y reprimir a sus adversarios o enemigos políticos, eso lo estamos sufriendo los antorchistas en todo el país. Ahora aplican sus viejas tácticas y mañas contra nosotros: sus calumnias y ataques mediáticos en contra de antorcha no han cesado un solo día; han dado línea política hacia los gobernadores de su partido y hasta de partidos contrarios para cerrar las puertas a toda negociación y solucionar cualquier demanda encabezada por los antorchistas. En el primer caso está el gobernador de Puebla y en el segundo están los de Hidalgo, Estado de México y Sinaloa, estados en los que dicen seguir la línea del señor presidente AMLO. La represión y el bloqueo político en Puebla son gravísimos; sabedores de nuestro derecho a pelear el poder político estamos intentando formar un partido político estatal y también ahí los morenistas empleando todo su poder económico y político nos impiden formar nuestro partido y nos reprimen mediática y políticamente, como puede verse, los morenistas aplican la represión política hacia adversarios que consideran peligrosos.
Pero no se quedan ahí, obcecados y rabiosos por frenar al antorchismo no se paran en nada. El primero de marzo de este año fue baleada la camioneta en que viajaba el integrante de la Dirección Nacional de Antorcha, Osvaldo ávila Tizcareño, el cual salvó la vida de milagro.
Para los antorchistas todos los ataques hacia nuestra organización, incluido este último atentado, no nos toman por sorpresa, los consideramos como la reacción normal de un sector de la burguesía mexicana que, cubriéndose con la careta de Morena, con lenguaje radical y demagógico supuestamente anti-neoliberal son, como ya dijimos al inicio de este artículo, los mismos que anteriormente mantenían el poder.
Los que fueron excluidos regresan ahora con mayor ambición, con ánimos de revancha, y rabia contra todos aquellos que consideran sus enemigos o que representan un peligro para la hegemonía y continuidad de perpetuarse en el poder.
El pueblo mexicano con esta experiencia tendrá que aprender más a distinguir a sus enemigos y no confiar en morenas con piel de oveja pues, como puede verse, muchos de ellos son iguales o peores que los que antes gobernaban este país.
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