MOVIMIENTO ANTORCHISTA NACIONAL

Empeora sistema de salud en México; un caso en la zona indígena de Chiapas

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Aurelia Jiménez es una mujer de 47 años, madre y jefa de una familia de cuatro integrantes incluido su esposo; vive en la comunidad de Maravillas. Hace más de un año que el jefe de familia, don Pedro, se enfermó de colitis aguda y, a pesar de que buscó atención médica en el centro de salud de Simojovel, no le resolvieron el problema ni pudo buscar atención especializada porque "eso cuesta muy caro" y su trabajo, que consiste en "tejer morrales y bolsas para el mandado" hace mucho tiempo que "dejó de ser negocio porque ya no se vende".

"La gente prefiere bolsas más baratas, aunque sean desechables". Trató de salir a trabajar a Guadalajara, pero su salud empeoraba cada día más y así "enfermo y sin dinero ya no se puede salir a ningún lado".

El problema es que, a mediados de diciembre, Aurelia también enfermó. Empezó a sentir fuertes dolores de cabeza, sufrió un aumento repentino de la presión y perdió el habla.

Alarmado, su hijo Pablo, que es el que más entiende el español, la trasladó como pudo a Tuxtla, al primer hospital privado que le recomendaron porque, aunque era derechohabiente de lo que antes era el Seguro Popular, "no ha actualizado los trámites con el INSABI", y en el hospital público Gómez Maza no la atenderían, le dijeron.

Aurelia estuvo internada cinco días en el hospital particular, la estabilizaron, y con los estudios que le practicaron descubrieron que tenía un tumor en el cerebro cuya costosa operación "pondría en riesgo su vida", por lo tanto, sólo le recetaron algunos medicamentos para controlar el dolor. El costo por la hospitalización era de siete mil pesos diarios, pero la clínica le hizo un descuento y solo le cobró cinco mil por día.

Pablo tuvo que acudir a familiares y amigos para reunir los 25 mil que le cobraron y poder regresar a casa. Sin embargo, Aurelia no mejoraba; el dolor de cabeza no disminuía, la presión la tenía muy elevada, comía muy poco porque ningún alimento podía pasar por su garganta y seguía sin hablar.

Pasaron 15 días y las cosas seguían igual; fue así como Pablo decidió buscar ayuda por segunda ocasión. Le prestaron apoyo para trasladar a su mamá; esta vez la llevarían al Hospital Gómez Maza, la pasarían directo al área de urgencias con la esperanza de que, al ver lo mal que se encontraba, el doctor en turno la canalizaría con algún especialista. Pero las cosas no sucedieron así.

Sí la recibieron y hasta le ofrecieron una silla de ruedas y la valoraron inmediatamente, pero, para su desgracia, "ese día había mucha gente y como ella se veía un poco tranquila y no se quejaba, la pasaron a la sala de espera; aunque su presión estaba muy alta". Evidentemente que quienes la atendieron olvidaron que no podía hablar y que aún en el caso que sí lo pudiera hacer, difícilmente intentaría comunicarse con quien sabía de antemano que no le entendería su lengua Tzotzil.

Ingresó a las 12:30 del día y la atendieron hasta las 9:30 de la noche. ¡Nueve horas de espera! El médico que la había valorado a la hora de entrada y había dicho que el caso era delicado y que había que ponerle mucho cuidado, salió a las 7:00 de la noche que terminó su turno; mientras que el que lo relevó, desconociendo los antecedentes, sólo le recetó ketorolaco para el dolor y le recomendó que para la próxima vez acudiera al centro de salud de Simojovel, la cabecera municipal a la que pertenece su comunidad, y que, una vez ahí, le indicarían a dónde tenía que ir para una atención especializada.

 

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