El presidente de México, Andrés Manuel López Obrador, en su magnificencia y amplia humanidad, propia de aquellos reyes que en el pasado pretendían conquistar mayor número de imperios, continúa repartiendo el dinero público que pertenece a los mexicanos, entregando barriles de dinero para aliviar, en algo, la miseria de otras naciones y olvidando los amplios núcleos empobrecidos de su propia patria.
Por supuesto que esos recursos no salen de sus bolsillos, ni del salario que recibe como promotor de la llamada Cuarta Transformación, mucho menos es producto de las cuotas que recibe el partido de su propiedad, el Movimiento de Regeneración Nacional (Morena), no, se trata de dinero que se encuentra en las arcas de la nación que gobierna.
Dar lo que no es de uno, es muy fácil, López Obrador sigue quedando bien con el extranjero, pero muy mal parado con sus paisanos, a quienes ha condenado al olvido y la desesperanza, a quienes los mantiene a subsistir de milagro en amplios núcleos poblacionales como el campesino, arrebatándole recursos a los estados y municipios, a las universidades y demás.
A Coahuila; por ejemplo, le debe algunos millones de pesos que hasta hoy se sabe para qué han servido, en efecto, para calmar la sed y el hambre de otros pueblos que nada tienen que ver con México.
Recientemente, en su gira por países latinoamericanos, se dedicó a saludar con sombrero ajeno, soltando de su ronco pecho medidas que, de aplicarse en su propio país, habrían de generar avances significativos.
Dijo que su gobierno contratará médicos cubanos porque el país no cuenta con esos profesionales debido a que el sistema de corrupción dejó de invertir en educación y salud. ¡Relámpagos y centellas! si quienes les han arrebatado recursos a nuestras instituciones educativas han sido los de la Cuarta Transformación y los legisladores morenistas, aprobando iniciativas propuestas por el propio López Obrador.
Si quienes echaron a la basura el Seguro Popular para inventar fracasadas medidas como el INSABI o el IMSS-Bienestar que nunca lograron igualar ni tantito lo que se hacía en el primero, han sido ellos, los lopezobradoristas que hoy pretenden curarse en salud.
Para justificar su ofrecimiento, el mandamás mexicano confrontó, en sus acostumbradas conferencias mañaneras, la posición de profesionales y asociaciones médicas que han manifestado su oposición a la llegada de los galenos cubanos.
Dijo que ese fue un acuerdo con la administración del presidente Miguel Díaz, para que México contrate a 500 médicos de ese país, aduciendo que quienes se oponen permitieron que durante el neoliberalismo se cerraron las puertas de la carrera de medicina en las universidades públicas a miles de aspirantes que quedaban fuera por no acertar en tres de 125 preguntas.
Aseveró que, además del déficit de galenos en el país, que calculó en 50 mil vacantes, hay muchos profesionales de la salud que no desean ir a trabajar a las comunidades más alejadas y pobres.
Recordó que durante la pandemia de covid-19, la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM), en lugar de enviar a los estudiantes de medicina en apoyo a los ejércitos de especialistas que arriesgaron su vida durante esa crisis, los mandó a sus casas.
Lo cierto es que López Obrador se ha convertido en candil de la calle y obscuridad de su casa.
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