MOVIMIENTO ANTORCHISTA NACIONAL

El pueblo debe dejar de ser sólo un espectador de su realidad

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Han transcurrido 214 años desde el inicio del movimiento de independencia, un evento histórico que todos los mexicanos conocemos y celebramos. En múltiples eventos, el pueblo se reúne para dar el famoso Grito y recordar a quienes encabezaron la lucha por la liberación de la nación. 

Después de la independencia vinieron otros movimientos que fueron configurando la nueva nación, como la Revolución mexicana, que acabó con un sistema y sentó las bases para una nueva sociedad con un futuro prometedor para todos.

La pasividad del pueblo está permitiendo que quienes dirigen las riendas del país simplemente hagan lo que quieran.

En cada suceso histórico, se suele recordar a las personas que tuvieron la iniciativa de dar el primer paso para el cambio, pero a menudo se olvida la participación activa del pueblo, la determinación y el coraje con los que defendieron sus ideales, su tierra y su libertad.

El pueblo ha sido históricamente la columna vertebral de los movimientos sociales, ya que estos se originan, crecen y logran sus objetivos gracias a la participación masiva de la población.

Se puede decir que el motor transformador de una sociedad es, sin duda, el pueblo. Cuanto mayor sea el número de personas movilizadas, mayor será la presión sobre los Gobiernos y las instituciones para responder a las demandas sociales.

La movilización masiva del pueblo puede inclinar la balanza de cualquier sistema económico, influir en la opinión pública o forzar cambios estructurales en las políticas.

El pueblo mexicano se ha caracterizado por ser aguerrido, trabajador, unido y defensor de sus ideales a pesar de las adversidades, como lo ha demostrado a lo largo del tiempo. Sin embargo, de esas grandes hazañas ya queda muy poco.

En la actualidad, gran parte de la sociedad se queda callada ante las políticas de nuestros gobernantes, aunque estas vayan en contra de la dignidad y los derechos de los ciudadanos. Es algo contradictorio, ya que ahora se está más informado a través de los diferentes medios de comunicación.

Así, vemos a un pueblo que poco o nada dijo sobre la cancelación del Seguro Popular y la creación del fracasado Insabi; ahora se queda callado ante los más de 170 mil homicidios en el sexenio.

No se pronunció por el caso de corrupción de Segalmex; algo se dijo sobre el nuevo modelo educativo y los libros que promovió la SEP, pero sin un efecto positivo.

En fin, la pasividad del pueblo está permitiendo que quienes dirigen las riendas del país simplemente hagan lo que quieran.

El pueblo se está convirtiendo en solo un espectador de su triste realidad. Es verdad que critica y se molesta al ver cómo unos se enriquecen mientras ellos no tienen ni para comer; cómo los hijos del presidente sí pueden estudiar en el extranjero, viajar por todo el mundo, mientras a sus hijos los tienen en escuelas sin baños.

Todos ven cómo no tienen un auto propio y deben viajar amontonados en el transporte público, pero de nada sirve enojarse sin actuar de forma organizada para cambiar las cosas.

Es necesario que cada ciudadano entienda cuál es el papel que juega en la transformación social. Debe quitarse la venda de los ojos, ver a sus vecinos como hermanos de clase que sufren los mismos males y que sólo organizados y educados podrán salir del atascadero político y económico en el que se les ha puesto. 

El pueblo mexicano debe volver a ser el artífice de su destino.

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