Hemos recibido en días recientes una noticia que, en esta época de oscurantismo de focos led y megas gratis, sin duda deberá alegrar a toda la comunidad científica y humanista de México: la apertura del Planetario Digital Chimalhuacán, que ha sido anunciado con un montón de adelantos tecnológicos que más adelante describiré, pero que nos ha dejado a propios y extraños con la boca abierta, esperanzados, y que lo coloca como el más moderno del país y uno de los mejores de América Latina.
En efecto, ese municipio -al que le van a aventar muertitos para desprestigiarlo y en el que supuestamente gobierna una horda de cavernícolas (¿!)— tercamente se obstina en desarrollarse al pavimentar e introducir todos los servicios públicos casi al 100% en lo que hace 18 años era la zona poblacional más atrasada del Estado de México y que a un ritmo pasmoso ha levantado escuelas, universidades, gimnasios, teatros, albercas públicas de altísimo nivel, casas de cultura, parques, jardines, áreas públicas envidiables, unidades deportivas y ahora nos regala con este edificio cupular, impensable hace 15 años y que sólo palpitaba en los sueños de los dirigentes antorchistas, "como en un jirón de nube / el reflejo de una estrella".
A riesgo de parecer detallista, permítame recordarle que los planetarios son teatros circulares con butacas reclinables donde, mediante el uso de aparatos especiales se proyectan imágenes y videos sobre una bóveda, para dar la sensación de que se está realmente bajo el cielo mismo, mirándolo. Con base en esta técnica, apoyándose en los conocimientos científicos más adelantados, se simulan los movimientos celestes que a simple vista es imposible captar o que la contaminación lumínica citadina impiden ver, con acercamientos y alejamientos (zoom), así como los cambios de los cuerpos celestes o de la tierra en el tiempo y el espacio. Con esta representación tridimensional desde el centro de la esfera (según la sensación lograda en el espectador), se pueden reproducir en pocos segundos, fenómenos astronómicos que en la naturaleza tardan horas, días, años o milenos de años luz. Con esta visualización general del desarrollo cósmico, el espectador puede acercarse a la comprensión de problemas astronómicos y astronáuticos, de navegación en nuestro planeta, de identificación de estrellas e infinidad de cuerpos celestes; se pueden comprender mejor los asuntos de los sistemas de coordenadas terrestres, etc.
Para quienes están malamente acostumbrados a ver obras inconclusas por años y años (como el Museo Regional de Sonora o el interminable teatro Matamoros de Morelia, ¡con 6 y 10 años en vergonzosa "remodelación"!, respectivamente) sorprenderá que esta obra de 70 millones de pesos se construyó en sólo nueve meses y que proyecta imágenes en 4K, o sea en súper ultra alta definición (¡vaya adjetivos de la tecnología moderna, ¿no cree usted?), el caso es que en la bóveda se pueden proyectar imágenes de ¡10.5 millones de pixeles! Con semejante fidelidad se grafican en tiempo real las estrellas con el uso de simuladores especiales para mostrar su posición y casi mágicamente, de una manera infinitamente superior a cualquier pantalla, "mover" al espectador entre los planetas, las estrellas y galaxias. Con semejante fidelidad el espectador, niño, joven o adulto, "respira" las matemáticas pues aprecia los fenómenos celestes con tanta fidelidad que su obediencia a las leyes matemáticas y físicas se torna tan naturalmente imprescindible como el aire.
El planetario es una inmejorable herramienta para que niños y jóvenes se familiaricen con las bases de los conocimientos astronómicos avanzados y para que, en los primeros años escolares y desde temprana edad, puedan conocer y emplear el método científico en sus otras colosales dimensiones: las universales. Al enseñarles a buscar la unidad del universo dentro de la diversidad de sus manifestaciones se les induce a buscar la esencia de las cosas, despertando en ellos el espíritu científico. No basta mirar, es importante dudar, observar, distinguir entre ese universo confuso y analizarlo. De la mano de un planetario con sabias explicaciones, podemos acercar de manera maravillosa a nuestros hijos a una comprensión más profunda los mitos y las leyendas de la humanidad. Un paseo por el cielo, la identificación de estrellas, de galaxias, de constelaciones, los pondrá en posibilidad de comprender a los grandes escritores de la humanidad. Los movimientos diurno y anual de nuestro planeta, junto con la comprensión profunda del sistema solar, de las fases de la luna, de los eclipses y estaciones, lo pondrán en disposición de platicar con los grandes humanistas y de entender mejor el curso accidentado de la historia natural y humana. La comprensión de los movimientos aparentes del sol y de la luna lo capacitarán de manera inmejorable para descubrir también lo aparente en la sociedad y buscar sus causas profundas. Por ello, ir al planetario cada que estrene nueva función debe ser una obligación curricular en las escuelas y un comportamiento ético consuetudinario. 10 pesos por alumno, usted lo sabe bien, es nada, sorprendentemente nada.
Pero hay otras razones que realzan la importancia de los planetarios, que explican por qué no se promueven masivamente por este decadente sistema neoliberal y por qué, de 35 que hay en el país, tres están cerrados, abandonados, definitivamente perdidos, y 20 en constantes remodelaciones, de esas a las que nos tienen tan malacostumbrados, y con precios no accesibles al común, o sea, explican por qué la clase social gobernante tiene a los planetarios tan alejados del pueblo más pobre, casi inexistentes para millones de mexicanos.
Es que los planetarios, como herramienta del conocimiento humano, reivindican "la capacidad de nuestros sentidos y de nuestra propia práctica para informarnos verazmente del mundo que nos rodea, el que existe fuera de nosotros e independientemente de nuestra propia conciencia, de nuestra percepción". Representan una vivencia insuperable de que "el universo tiene una historia...Los cada vez más exactos cálculos astronómicos que nos informan de la edad de nuestro sol, del tiempo que todavía durará ardiendo y calentando a nuestro planeta, de la edad del universo mismo, refuerzan sin apelación posible lo dicho por Marx: que este movimiento no es caótico, al azar, impredecible; sino sujeto a leyes precisas que permiten a la mente humana ampliar y profundizar ininterrumpidamente el conocimiento y dominio de la materia para ponerla al servicio de sus propios fines" (cito al Maestro Aquiles Córdova Morán en su más reciente artículo). Poseer conocimientos astronómicos significa hoy como en la antigüedad, poseer conocimientos sobre los procesos naturales y los nexos que determinan el transcurso y desarrollo de nuestra vida. El estudio de los misterios del cosmos ha jugado a lo largo de la historia de la humanidad un papel primordial al estimular la imaginación del hombre para cuestionarse sobre la relación con el universo que lo rodea, para inspirarlo a mejorar y enriquecer su forma de vida. Los planetarios inspiran, con una racionalidad superior, a los niños y jóvenes en ideas elevadas. Por eso no "van" con el capitalismo depredador, porque, en última instancia, los capacita en la única solución posible de todas las desgracias humanas. ¡Enhorabuena, chimalhuacanos, y gracias por este invaluable regalo!
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