La frase de “repetir una mentira con frecuencia, se convierte en verdad”, se le atribuye al jefe de campaña de Adolf Hitler, Joseph Goebbels, reconocido por su trascendencia en el proceso de ascenso de Hitler al poder y por el impacto de sus estrategias mediáticas. Para él, el político debía adecuar, deformar la realidad o crear, de forma consciente, versiones distorsionadas de algún hecho para posteriormente transmitirlos ante una audiencia que, según algunos documentos al respecto, si bien los individuos no podían resistirse a aceptar su realidad, terminaban por aceptar la versión que les daban las autoridades que, por buscar la permanencia en el poder, repetían las mentiras hasta que el público las aceptaban o versiones expuestas y repetidas ante cualquier fenómeno.
La mentira la podemos experimentar en todos los ámbitos, pero en el terreno político la sociedad puede experimentar casos realmente espantosos que afectan, no a uno, dos o 100 individuos, si no a la sociedad entera. Y tampoco la afectación es una minucia si no que pisa terrenos minados que llegan a provocar severas fracturas en los derechos humanos, en la economía, la educación y en todos los sectores de la sociedad, como está pasando en nuestro país con el gobierno actual de Andrés Manuel López Obrador.
En esta mentira nacional participa él, quien desde las mañaneras y demás foros transmite las mentiras a los 130 millones de mexicanos, y por otro lado estamos los que las recibimos. ¿Qué pasa, pues, por la cabeza del primer personaje en esta historia? Según un estudio publicado por Nature Neuroscience dice que la clave del engaño está en que el cerebro del mentiroso se va adaptando progresivamente al engaño y aquello que empezó siendo una pequeña mentira, empieza a crecer paulatinamente.
Según Tali Sharot, neurocientífica de la University College London (UCL), las personas mienten más cuando es bueno para ellos y para los demás. Cuando sólo es bueno para ellos, pero se hiere a otra persona, mienten menos. No obstante, el experimento de Nature Neuroscience también mostró que la mentira sólo aumentó con el tiempo cuando el participante obtuvo algún beneficio, lo que sugiere que el interés propio es necesario para que la deshonestidad se intensifique.
Algo semejante pasa con López Obrador, con esta breve y condensada explicación del experimento, podemos entender por qué el mandatario nacional se ha acostumbrado tanto a la mentira: beneficio personal. Él no permitiría que aquello que ha venido sosteniendo desde que entró a la política, que fue hace muchísimos años dentro de las filas del Partido Revolucionario Institucional (PRI), venga a quitarle la popularidad que tantos años, verbo y tiempo le ha invertido, desde 1977 hasta hoy en día, y eso que dice que no le gusta.
Esto pasa en la cabeza de la persona que miente, y ¿qué pasa con nosotros, con los que escuchamos sus deseos y odios personales, los que escuchamos las difamaciones a periodistas y organizaciones honorables como el Movimiento Antorchista, los que escuchamos que dice que ha acabado con la corrupción y el neoliberalismo? Al escuchar las palabras de un hombre que dice trabajar por y para el pueblo, les hace creer a algunos, normalmente a aquellos que no tienen acceso a la información o a la educación, que lo mal que va México no es por culpa de su gobierno, pues sus “otros datos” quieren opacar y callar la boca de miles de periodistas que muestran datos como “Antes de que concluya el primer cuatrimestre de 2023, el gobierno del presidente López Obrador rebasará las más de 156,000 muertes violentas acumuladas durante la administración de Enrique Peña Nieto”. (Expansión Política, 2022), o “y es que, según datos oficiales, la tendencia de homicidios por año durante el periodo que lleva López Obrador en el poder, rebasa los 35,000 víctimas, frente a las más de 20,000 que registró el sexenio pasado. Es así que, en promedio, el actual gobierno registra más de 2,300 homicidios dolosos al mes, mientras que con Peña la cifra fue de 1,779 y con Calderón 1,269”. (El Economista, diciembre 2022).
Estos como muchos otros datos de inseguridad, falta de educación, aumento de la pobreza, derroche de dinero en obras faraónicas que no han generado ganancias, bancos del bienestar abandonados y sin funcionar, falta de obras, servicios y muchos más elementos, cuya realidad no justifican lo que vierte en las mañaneras y ante los cuales no se han creado políticas que verdaderamente realicen el cambio que tanto promete.
Es decir, las mentiras de López Obrador provocan que las inconformidades de aquellos que sufren pérdidas no estén bien encausadas y, aquellos que se manifiestan directamente en contra del presidente, son atacados y tachados de conservadores y enemigos de la “transformación”. Provoca que la gente crea que sus políticas, son buenas y que las dádivas y limosnas presidenciales son muestra de que, si trabaja para el pueblo, cegándolos de que al tiempo que les da dinero, les quita medicamentos, obras y servicios, educación, etc. Provoca, en general, que el pueblo se divida entre los que son de su ideología y los que no; es decir, le quita al pueblo lo único que podría darle fuerza: su unión.
Por lo tanto, estas mentiras de las que depende la vida política de Andrés Manuel, se han venido cobrando la vida de miles de mexicanos. Él no tiene nada que perder, sus discursos llenos de mentiras y falacias le han dado el lugar en el que está, la silla que calienta, la popularidad; pero sus actos nos han traído a los mexicanos pobreza, injusticia, descensos, divisionismo y debilidad como pueblo. No le demos este chance, no le demos la oportunidad de quitarnos todo, incluso la libertad de decidir cómo y qué pensar, la libertad de luchar, de manifestarnos, de expresarnos. Atendamos el llamado constante del Movimiento Antorchista, la organización de los pobres de México y estudiemos, organicémonos y luchemos.
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