El papel que cada uno de nosotros tenemos en la tarea de asegurar un futuro de progreso y bienestar para la humanidad es fundamental y no podemos dejarlo en manos de nadie más, pues nadie, que no sea el pueblo trabajador, será capaz de entender las verdaderas necesidades que debemos afrontar y superar para que la especie humana asegure su futuro y prolongue su vida útil en el planeta.
El hombre es, sin duda, el resultado del desarrollo de una especie única que ha alcanzado no sólo una larga existencia sino una superación sorprendente y un dominio y conocimiento de la naturaleza que ningún otro ser vivo ha podido tener. Ya en el siglo XIX Federico Engels, en su obra "El papel del trabajo en la transformación del mono en hombre", explica que el trabajo juega un papel fundamental en el desarrollo del ser humano, pues gracias al él logra, no sólo desarrollar su anatomía, su cerebro y sus manos, sino que logra, además, razonar, pensar, imaginar y crear. Al hombre le llevó millones de años desarrollarse y ser lo que ahora es. Con el trabajo, con el lenguaje, con la organización colectiva y con la participación de todos –primero para sobrevivir y después, a lo largo de la historia, para dominar a la naturaleza– el hombre alcanza el grado de desarrollo que hoy conocemos. El trabajo es el milagro que hizo posible al hombre. Por ello es tan importante que la humanidad no se rinda en el curso de la historia, en la tarea de hacer útil su existencia, desarrollando con el trabajo nuevas técnicas, más conocimientos científicos, mejores métodos de estudio y una mejor organización social y económica para garantizar la vida y la prolongación generacional de nuestra especie.
Pero a lo largo de la historia la sociedad ha registrado también contradicciones que han puesto a la humanidad prácticamente en dos grandes grupos sociales con intereses opuestos respecto a su existencia y al trabajo que desempeñan. Sabemos que la humanidad, luego de un largo recorrido por la historia, se dividió en clases sociales cuando, en vez de seguir produciendo para todos, un pequeño grupo de hombres se apropió de los medios de producción y obligó a los demás hombres a trabajar. La sociedad se divide en clases sociales cuando aparece lo que hoy conocemos como propiedad privada de los medios de producción, y así seguimos.
Hoy por hoy el trabajo se ha convertido en un medio de explotación: son los desposeídos los que trabajan porque no les queda de otra; son los pocos dueños de las fábricas, de los medios de comunicación, de los puertos, de las tierras quienes se apropian de la riqueza que crea la gran mayoría de la población mundial. El resultado de este estado de cosas: un mundo de pobreza en medio de una gran abundancia. Pero ¿tendrá que ser así para siempre? ¿No será que la pobreza, las enfermedades, el hambre y las guerras que hoy aquejan a la humanidad van a terminar con nuestra propia existencia?... Bien vale la pena pensar en todo esto para hallar entre todos una solución y hacernos cargo del problema.
Solo como ejemplo de la absurda desigualdad que impera cito lo siguiente: en el mundo se produce el doble de alimentos que necesitan los más de 7 mil millones de habitantes del planeta para vivir y, sin embargo, en 2010 se registraron al menos 925 millones de personas que viven con hambre crónica, gente que no come casi nunca y casi nada, de acuerdo con información oficial de la Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura (FAO, por sus siglas en inglés). Pero la situación tiene un fondo mucho más perverso: resulta que la causa de este padecimiento mundial inhumano y atroz se debe a que el mercado de alimentos está en manos de unas cuantas empresas de multimillonarios que hacen negocio con ellos: cinco empresas controlan el 80% de la producción del comercio de granos en el mundo, cuatro el 100% de las semillas transgénicas, tres monopolizan el mercado de lácteos y otras tres acaparan la producción de maíz en el mundo ¡con el que se produce biodiesel, no alimentos! (ver "Especulación financiera y crisis alimentaria" de José María Medina). Y estos ejemplos, que evidentemente son alarmantes, son solo la punta del iceberg que se oculta debajo de todos los problemas de pobreza y miseria que está desencadenando el modelo económico que rige casi al mundo entero; este mismo sistema es el que está condenando a la humanidad al hambre, a la guerra y a su extinción, si no hacemos algo al respecto. El pueblo es el que produce, con su trabajo, pero el pueblo no recibe por su trabajo más que un miserable salario que no le alcanza ni para comer, mucho menos para llevar una vida en la que las necesidades elementales estén cubiertas. Y la causa de esto es la concentración de la riqueza: unos cuantos hombres se favorecen con el trabajo de la humanidad en todos los ámbitos de la producción.
Es cierto que la humanidad se ha desarrollado mucho en materia de producción porque ha sabido producir rápido y en grandes proporciones, porque ha diseñado un modelo económico que así lo permite, el llamado modelo neoliberal, que ya agotó su utilidad en la historia y alcanzó su fecha de caducidad, pues sabe producir mas no distribuir. Pero a este modelo lo domina, controla y defiende un pequeño grupo de individuos multimillonarios que sólo representa un 1% de la humanidad y por ende, sólo ese pequeño grupo se beneficia de la riqueza que produce el 99%. Las cosas están al revés. El problema ahora no es la producción, sino la distribución de la riqueza social. Debemos construir un nuevo modelo económico que sea capaz de distribuir, de repartir la riqueza que se produce para que la humanidad pueda comer, vestirse, curarse, transportarse, educarse; para que la humanidad pueda vivir. Y ¿quién lo va a hacer? Pues lo tiene que hacer el pueblo porque es el pueblo quien por siglos ha trabajado y sabe producir la riqueza social, pero también es quien, a pesar de su trabajo, ha resentido en carne propia las carencias, la pobreza, el sufrimiento diario y desde hace miles de años, la explotación y el abuso de unos cuantos que representan a las clases privilegiadas y que hoy podemos reconocer en unos cuantos multimillonarios.
Por todo esto y más es que urge un nuevo modelo económico para salvar a la humanidad del hambre, de la guerra, de las enfermedades; teniendo una vida digna para el pueblo trabajador. Pero debe ser un modelo que permita la distribución de la riqueza que se produce, de tal modo que la humanidad pueda seguir avanzando hacia el progreso, no hacia su autodestrucción. Necesitamos un modelo económico que vele por los intereses de la mayoría de la humanidad. Necesitamos un modelo económico humanista, incluyente y en el que se prioricen las necesidades de las grandes mayorías por ello es el pueblo quien tiene la tarea de garantizar a la humanidad el futuro luchando desde ahora por alcanzar esa meta, nadie le va a ceder al pueblo el poder para cambiar las cosas, el pueblo trabajador tiene que tomar conciencia de su papel en la historia y así luchar por el poder y organizarse para cambiar la política y la economía del país y, por qué no, del mundo. Empecemos en nuestro país, entre nuestro pueblo mexicano, con la tarea para despertar en el mundo la convicción y la decisión de garantizarle a la humanidad el futuro que se merece.
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