MOVIMIENTO ANTORCHISTA NACIONAL

EE. UU., la demencia imperial

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Los poderosos del país y más poderoso del planeta se mueren de espanto al ver que pueblos como el chino, otrora atrasado y con la mayoría de sus habitantes en pobreza (en China había 800 millones de pobres y en lo que le llaman pobreza extrema) ha desarrollado su economía a pasos agigantados en las últimas décadas, con un promedio de crecimiento anual del 10 por ciento en el Producto Interno Bruto (PIB).

Con la globalización que impusieron al mundo los capitalistas de Occidente, las empresas se volcaron a invertir en los países subdesarrollados, en donde encontraron fuerza de trabajo barata que incrementó sus ganancias y, particularmente en China un mercado de más de mil millones de consumidores.

Sin embargo, en la República Popular China les salió el tiro por la culata y a estas alturas ya compite en lo económico, al tú por TÚ, con Estados Unidos, lo que pone histérica y colérica a su clase gobernante que, a pesar de no quererlo, continúa invirtiendo en sus negocios en el país socialista. Pero lo peor, lo que no pueden tolerar, es que ahí gobierna el Partido Comunista Chino que utiliza los millonarios impuestos que les cobra a las empresas para mejorar el nivel de vida del pueblo, logrando la hazaña de terminar con la espantosa miseria que adolecía. Tal logro no es propaganda falsa como la que nos tienen acostumbrados a consumir a los que vivimos en el patio trasero de la superpotencia, está avalado por la Organización de las Naciones Unidas (ONU) que así lo declaró en diciembre de 2021. 

Para destacar las diferencias entre los dos sistemas económicos: el sistema socialista que se está desarrollando en China y el sistema capitalista en su fase imperialista, encabezado por los Estados Unidos (EE. UU.), pongo el fenómeno de moda, la pandemia que azota al mundo. Los comunistas se han preocupado más por la salud y la vida de su pueblo que por las ganancias económicas; desde el principio instrumentaron una política que llaman cero Covid, que ha provocado la ira de los imperialistas que les exigen cambiarla, pues afecta las ganancias de sus empresas al confinar en masa a millones y curar a los enfermos. 

La gota que derramó el vaso de la inhumanidad imperialista fue el confinamiento de todo el puerto de Shanghái (ciudad más grande del país y núcleo financiero mundial) de donde salen mercancías a todo el mundo y recibe también de diferentes países, afectando la cadena de suministros a nivel global y, por lo tanto, la economía de todo el globo, lo que se tradujo en pérdidas para las grandes empresas. Juzguemos por sus resultados: el PIB creció pero no al ritmo de antes, los muertos por covid no llegan a los quince mil, poquísimos, si tenemos en cuenta que es el país más poblado del mundo.

El imperialismo, en cambio, pone como su principal preocupación en el aumento de las ganancias de las grandes empresas, del capital financiero, la acumulación de riqueza por los más ricos del orbe, aún a costa de la salud y la vida de los trabajadores y, ¿Cuáles son sus resultados? Ya sobrepasó el millón de muertos por covid, primer lugar mundial de muertos por la pandemia, además de algunos otros deshonrosos primeros lugares, como el número de suicidios, la cantidad de fallecidos por sobredosis de drogas, así como asesinatos con arma de fuego por las masacres que ya son el pan de cada día. En todo lo malo se pone a la cabeza, es el ejemplo de lo que no se debe hacer. Estando así las cosas, la China comunista se está convirtiendo en un paradigma para los pueblos del mundo, en un ejemplo a seguir, aunque, por lo mismo, se convierte en una amenaza para los intereses egoístas del imperio y, por lo tanto, en blanco de ataques de todo tipo, desde propagandísticos o mediáticos, hasta económicos y militares.

Como castigo por desobedecer al imperio, por salvar millones de vidas humanas a costa de las ganancias de los monopolios, por proteger a su pueblo de la pandemia por sacar de la miseria a los millones de pobres de su país, por ser el primer lugar del mundo en el combate a la pobreza, la China comunista en las últimas semanas ha estado sufriendo miles de ataques diariamente en los medios de desinformación occidentales, incluidos los de México (llámense Televisa, TV Azteca...) y provocaciones diplomáticas, políticas y militares por parte de Estados Unidos que pretende descaradamente quitarle parte de su territorio: la isla de Taiwán, alentando tendencias separatistas del gobierno de la isla, realizando transacciones comerciales con Taiwán ignorando al gobierno central, violando la soberanía China, proporcionándoles armamento moderno, atravesando el mar territorial de China con buques de guerra, con barcos porta aviones de guerra y declaraciones amenazantes e insultantes de parte de funcionarios de los más altos poderes de la Unión Americana contra el gobierno de la República Popular China.

Además, Estados Unidos tiene bases militares en varios países que se encuentran al sur de China, varias con bombas nucleares, químicas y biológicas, prohibidas por la ONU, como las que tenía en Ucrania antes de la guerra y que destruyó el ejército ruso, todas amenazando al pueblo chino. Habrá que esperar prudencia, inteligencia, pero también dignidad de ese pueblo milenario que ha sobrevivido a múltiples desgracias como la que hoy anuncian los imperialistas de Estados Unidos.

El imperialismo, fase superior y última del capitalismo, es una sociedad enferma, el ansia de poder y de riqueza, la ambición, la codicia, la avaricia, alcanzan niveles de locura, pretendiendo la dominación del mundo. ¿Quién puede impedirlo? Sólo los pueblos del mundo, incluido el norteamericano, porque ya hemos visto, en Hiroshima y Nagasaki, que los imperialistas no se tientan el corazón para matar a inocentes mientras se sientan impunes.

La economía del imperio la sostiene la industria de la guerra, sin guerras se cae, por eso no puede vivir sin guerra en el mundo, necesita vender armas para sobrevivir, por eso, la tarea de los pueblos del mundo debe ser oponerse a las guerras imperialistas, proclamar la paz mundial y tomar el poder para construir una sociedad más justa, más humana, sobre bases socialistas que beneficien a todos y no a un puñado de multimillonarios que nos están quitando la paz y la vida.

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