Lo que ocurrió en la refinería de Dos Bocas en el estado de Tabasco, con la represión llevada a cabo por la policía en contra de los trabajadores de la empresa ICA, integrante de grupo CARSO, propiedad de Carlos Slim, uno de los ricos más acaudalados del mundo, pone al desnudo, un caso más, de la verdadera vocación e intereses, por tanto, de su verdadera naturaleza, al gobierno de la 4T.
Por la información que circuló en las redes sociales en videos grabados por los propios protagonistas de los hechos, en los que se pueden apreciar tanto las imágenes como las versiones y el estado de ánimo en la voz de los propios trabajadores que estaban siendo agredidos en ese preciso momento, queda claro que las acciones violentas corrían a cargo de las fuerzas represivas del Estado mexicano, de la policía y quizá algunas otras instituciones. Las consecuencias lamentables no son cosa menor, pero todavía es más significativo el hecho de las causas que motivaron esta agresión que hablan de la falta de respeto a los derechos humanos fundamentales tutelados incluso por la ley de leyes de los mexicanos que es la Carta Magna, de la cual derivan todas las demás leyes secundarias, reglamentos, decretos, etc.; es decir, que esta acción demuestra lo que se ha dicho ya en otras ocasiones por distintos analistas y estudiosos de la vida política y social en nuestro país: que el actual gobierno no respeta el marco legal vigente (que es la forma mejor de destruir el Estado de derecho y las instituciones encargadas de preservarlo), y por lo tanto pone en grave riesgo la estabilidad, la respetuosa convivencia social de los mexicanos y llegado el caso extremo las libertades y garantías que tantos sacrificios y sangre de próceres ha costado al país.
Y las causas, como siempre, aunque sea de última instancia, son económicas. Y no sólo de corto plazo como pudiera parecer porque las protestas fueron motivadas por la demanda de los trabajadores a un aumento justo de su salario, mejores prestaciones y condiciones de trabajo sustentadas en la ley laboral vigente, sino porque al final de cuentas la clase laborante al demandar una más equitativa repartición de la riqueza que se encarga de producir ella de manera directa y tangible porque su fuerza de trabajo, que oferta como mercancía, es la única capaz de producir más riqueza por encima de su coste de producción, o sea de lo que cuesta ella misma como tal mercancía y, por tanto, al ser la clase trabajadora la creadora de valor, es decir de riqueza en toda la sociedad, los reclamos de mejores ingresos en la forma que sea que se materialicen estos, representa una percepción mayor de esa riqueza que ya han producido y entregado como producto social previamente. Pero si esto es cierto como lo es, de aquí se desprende entonces que la actuación del gobierno de la 4T no obedece más que a su papel de defensor de la parte social interesada en concentrar la mayor parte de la riqueza que ha producido con sus manos la clase productiva, y que para garantizar esta excesiva concentración a costa de la miseria y sufrimientos de la inmensa mayoría de los mexicanos no dudará ni tantito en emplear toda la fuerza del Estado para sofocar la más mínima protesta que ponga en riesgo, aunque sea con su ejemplo, esta inequitativa repartición de la renta nacional.
Pero, ¿no se había acabado ya el neoliberalismo en el país? ¿Qué no eran ya primero los pobres? Por lo visto sí, pero solo en el discurso y quizá en la imaginación de quien lo dijo, pero en los hechos es todo lo contrario, vivimos en un neoliberalismo más descarnado, pero oculto en los rollos demagógicos de esos falsos amigos del pueblo que son los de la 4T.
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