Mucho se ha comentado internamente en el PRI la necesidad de modernizar el partido, de adecuarse a las nuevas circunstancias de nuestro país, e incluso de modificar sus estatutos para permitir la entrada de líderes simpatizantes del PRI (aunque no sean militantes del partido) así como la entrada a líderes más jóvenes para candidatos electorales, cosa que han llamado "poner el piso parejo para todos los aspirantes a un cargo público", también se ha dicho que cualquier político por el hecho de cambiarse de partido (MORENA) se "limpia", se vuelve "bueno" e "inmaculado", o de otros que se sienten más allá del bien y el mal, y se comprometen a traer la paz (PAN) , etc., etc. Pero ¿cuál es el cambio que demanda realmente el ciudadano común y corriente a los partidos políticos? En primer lugar, creo que dicho cambio no está en el maquillaje que le pongan a su partido o a su discurso, en el cambio de nombre o en la modificación de los estatutos, sino en el cambio de la esencia clasista de los partidos.
Las amas de casa, los obreros y toda la población en general exigen con toda razón, para volver a confiar en los partidos, que se les haga justicia en todos los sentidos. Los campesinos, por ejemplo, piden que se les entreguen tierras que actualmente se encuentran en manos de grandes latifundistas, que los programas de apoyo al campo lleguen realmente a los campesinos y no se queden en manos de los intermediarios, que los créditos para producir sus tierras les lleguen sin recortes, que las instituciones de apoyo social como son el IMSS, el INFONAVIT, FONHAPO, SEDATU, SEDESOL, etc. funcionen realmente para su beneficio y no para negocio impune de mafias de vivales, que las empresas agropecuarias queden en manos de auténticos campesinos organizados y capacitados para manejarlas y no en manos de los líderes corruptos "para fortalecer su imagen", que se pague el precio justo por sus cosechas y que se acabe realmente con los coyotes y acaparadores que monopolizan las compras e imponen los precios. Pero no solo eso, también piden que se respete su derecho a organizase cuándo, cómo y con quién les plazca.
Para reconquistar la confianza y la simpatía de las masas, los partidos políticos, tendrán que defender y abanderar estas demandas pero no solo de palabra o declarándolo en los medios, sino en el terreno de los hechos y con la lealtad y energía necesarias.
Creo que esto es perfectamente posible, si hay voluntad para ello, si están dispuestos a limitar los privilegios de los que más tienen, si están dispuestos a terminar con los abusos, si logran hacerlos entender que los tiempos han cambiado y que ahora exigen una mejor distribución de la riqueza y un auténtico respeto a los intereses y exigencias de las clases populares.
El reto es formidable pero ineludible para cualquier grupo político que aspire al poder, tiene que ensayar este cambio de fondo, tiene que aceptar una mejor distribución de la riqueza social, sea ésta poca o mucha, así como el poder político.
De no ser así, el pueblo buscará una y otra vez quién lo libere de su miseria, aunque en este camino se equivoque y ponga sus esperanzas en un Mesías que más tarde que temprano lo lleve a su ruina.
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