Dos eventos y sendos discursos del sábado 20 de julio, uno pronunciado en México y otro en los Estados Unidos, pueden servirnos para desenmascarar la mentira del gobierno saliente del presidente López Obrador en torno a quién sirvió su Gobierno.
Él dice que al pueblo, la realidad: que a los pudientes de siempre con el señuelo de que estaba sirviendo al pueblo. Después de las elecciones del pasado dos de junio y los casi 36 millones de votos que obtuvo Claudia Sheinbaum, ha campeado el discurso oficial de que “se refrendó la confianza en la Cuarta Transformación”, “vamos por buen camino”, “el pueblo decidió que quiere la construcción del segundo piso…” y más triunfalismo por el estilo.
La 4T sirvió con cuchara grande lo que pidió Trump, y aun así se atreve a decirle a los mexicanos que somos un país soberano e independiente. Pura demagogia.
La grandilocuencia oficial y oficiosa no pretende otra cosa que engañar al pueblo para que considere genuinamente suyo el triunfo electoral, se contente y se sienta satisfecho de haber sido partícipe de él. Pero veremos ahora cómo no hay razones para ser víctimas del juego de quienes se han autonombrado los paladines del bienestar nacional.
En San Luis Potosí (SLP), en el evento “Balance económico, desarrollo industrial y T-MEC”, el presidente de México dijo que:
“No hay un empresario de los grandes que haya fracasado, al contrario todos han tenido utilidades y hay empresarios que (…) han aumentado hasta el doble su fortuna(…) este año es cuando más ganancias han tenido los bancos en toda la historia de México”.
Y sí, ahí están las conocidas cifras de ganancias de los banqueros y las listas de multimillonarios de Forbes que informan sobre los grandes avances en las fortunas de los Slim, Larrea, Salinas, Bailléres, Coppel, entre otros prominentes empresarios mexicanos.
Siguió el presidente:
“¿Saben por qué lo digo? Porque tengo también la gran satisfacción de poder decir que en toda la historia moderna nunca se había reducido la pobreza en México como lo estamos haciendo ahora”.
Pero hay voces autorizadas que han cuestionado la objetividad de los datos del Coneval, la institución que avaló las cuentas alegres del gobierno actual: en primer lugar, Julio Boltvinik, investigador del Colegio de México, quien a través de su Economía Moral que publica el diario La Jornada (18 de agosto de 2023), volvió a acusar —como hizo desde el año 2010 cuando fue presentado el Método de Medición Oficial de la Pobreza (MMOP) del Coneval— a la institución dirigida por José Nabor de falsear la medición de la pobreza, de reducirla intencionalmente para satisfacción del Gobierno.
Hasta la fecha, su desafío sigue sin respuesta y los datos del Coneval llevan la vergonzosa etiqueta de disfraz de la realidad: según Boltvinik y su Método de Medición Integrada de la Pobreza (MMIP), la población carenciada o pobre en el país es de 98 millones de personas. Pero Boltvinik no es el único que ha cuestionado los datos del Coneval.
Un estudio del Programa Universitario de Estudios del Desarrollo (PUED-UNAM) de Fernando Cortés, Héctor Nájera y Servando Valdés (Revista Nexos, 5 de septiembre de 2023) sustenta el planteamiento de que la pobreza no cayó 5.6 % entre los años 2018 y 2022 como presume el Gobierno federal, sino sólo 1 %; respecto a la pobreza extrema, el PUED-UNAM dice que esta aumentó 1.7 % y no 0.7 %, como sostienen los coribantes de López Obrador.
La reducción de los niveles de pobreza y la efectividad de los programas sociales de hoy sólo está, pues, en la cabeza de los fanáticos de la 4T y propagandistas venales.
El otro discurso al que hay que ponerle atención es al de Donald Trump, en Michigan, el mismo día en que López Obrador y Sheinbaum estuvieron en San Luis Potosí, alabando las bondades del T-MEC y el trato “de iguales” entre nuestro país y los Estados Unidos.
Unas horas más tarde, recibieron un grosero escupitajo del soberbio multimillonario, probablemente en respuesta a la “habilidad negociadora” de la que se ufanaron el presidente, Sheinbaum, Ebrard, Ramírez de la O y Raquel Buenrostro, uno tras otro durante la puesta en escena de SLP, recordándoles quién manda en las relaciones bilaterales.
Trump relató orgulloso cómo obligó, tronándoles los dedos y “en cinco minutos”, a López Obrador-Ebrard a autorizarle 28 mil soldados gratis para él, cortesía de los impuestos de los mexicanos, para frenar el flujo de migrantes a los Estados Unidos.
Lo que son las ironías de la vida: al mediodía el mandatario mexicano lo había adulado como “fuerte” y “visionario”. Así le respondió este.
La 4T sirvió con cuchara grande lo que pidió Trump, y aun así se atreve a decirle a los mexicanos que somos un país soberano e independiente. Pura demagogia. Le presta un gran servicio al empresariado estadounidense que representa Trump.
También hay que resaltar que en el multicitado evento de San Luis Potosí el Gobierno mexicano se comprometió a depender menos de China para fortalecer el comercio entre Estados Unidos, Canadá y México, porque se ha vuelto ventajosa para la potencia asiática la relación comercial bilateral.
Ramírez de la O acusó de abusivos a los chinos y recordó que elaboró el “Plan México” para, en pocas palabras, entregarse a los brazos del solidario Tío Sam.
Pudiera parecer candorosa nuestra plana mayor de funcionarios, si no fuera porque practica una clara política de entreguismo. El Gobierno de la 4T, “soberano e independiente”, siguiendo al pie de la letra los dictados del imperialismo yanqui.
Aquí, los trabajadores mexicanos tienen un resumen de lo que ha sido la política de la 4T: migajas para los pobres y jugosas ganancias para los ricos mexicanos y del mundo; lambisconería y cobardía con el poderoso, y no menos entreguismo.
¿Es esto lo que la mayoría de los votantes aprobó el 2 de junio pasado? No lo creo. Falta un despertar masivo del pueblo, conocimiento e indignación ante lo que sucede, para apurar su organización, ponerse de pie y ahora sí construir una nación rica, soberana e independiente, no la farsa montada por sus enemigos embozados.
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