MOVIMIENTO ANTORCHISTA NACIONAL

China debe ir más lejos y más rápido

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“A cada paso se nos recuerda que

de ninguna manera el hombre domina la naturaleza

como un conquistador domina a un pueblo extranjero,

es decir, como alguien que es ajeno a la naturaleza”.

F. Engels.

Es bien sabido, y está suficientemente sustentado por la ciencia, que el cambio climático ha sido acentuado por la naturaleza capitalista de la industria. No es que el capitalismo funcione mal, es que funciona para explotar todo lo que genere ganancias. La causa de la emergencia climática es la concentración acelerada de riqueza mediante la explotación de las fuentes de ésta (la naturaleza y el trabajo humano), que choca directamente con la lentitud de los procesos ecológicos. Los capitalistas saturan la tierra de químicos y no le dan tregua para recuperarse; saturan la atmósfera de gases de efecto invernadero, pero no mantienen los ecosistemas que los absorben. Si hubiera treguas, si hubiera ecosistemas saludables, no habría ganancias económicas inmediatas para los dueños del dinero.

Los países que más emiten gases de efecto invernadero (GEIs) son China y Estados Unidos. Sin embargo, este último país personifica de la mejor manera la esencia capitalista, por lo que difícilmente podemos esperar alguna mejora drástica de su parte. Por el contrario, considero que China tiene más posibilidades de atender el problema. Con importantes deficiencias todavía, China se ha ocupado del bienestar de la naturaleza, comenzando por las personas, millones de las cuales han salido de la pobreza gracias a las acciones del Partido Comunista Chino. “La población, los recursos y los problemas ambientales de China están en la esencia del socialismo con características chinas”, dice Gu Hailiang, profesor de la Universidad Renmin, de Beijing. Pero China tiene que darse prisa. En este escrito pretendo ilustrar algunos de los pendientes que debe atender este país en materia ecológica.

La plantación de árboles ha sido el centro de los esfuerzos ambientales de China durante décadas. Este país ha incrementado su cobertura vegetal del 12% a principios de la década de los 80s al 23% en 2020. De acuerdo con un artículo publicado en International Forestry Review, China tiene los dos programas más grandes de conservación y reforestación de bosques del mundo en términos de personas involucradas (125 millones de personas), tierras reforestadas (150 millones de ha) y presupuesto (lo equivalente a 2 billones y medio de pesos mexicanos entre 1998 y 2020). En 2020, las autoridades forestales anunciaron que China plantará 36.000 km2 de nuevos bosques al año (más que la superficie total de Bélgica) desde 2021 hasta 2025. Sin embargo, los bosques de su territorio no son suficientes para absorber las toneladas de GEIs que emiten anualmente.

Un problema es que China ha imitado desde hace algunas décadas las prácticas ecocolonialistas promovidas por los países desarrollados de Europa Occidental y Estados Unidos: ha venido importando niveles de deforestación muy grandes de países asiáticos, latinoamericanos y africanos con problemas serios de seguridad alimentaria, al mismo tiempo que protege los bosques de su país. “China se expande porque sus recursos naturales son insuficientes y los está cuidando a costa de utilizar los del extranjero” dice Yolanda Trápaga Delfín, especialista en políticas agrícolas y medio ambientales de China. Otro ejemplo es el de la pesca. Desde los años 90s, los pepinos de mar escasearon en China, entonces los capitales chinos extendieron su territorio de pesca y han estado sobreexplotando las poblaciones de pepino de mar en Panamá, Yucatán y Baja California en México. Ahora, el pepino de mar está catalogado en la lista roja de la Unión Internacional para la Conservación de la Naturaleza como una especie en peligro de extinción en la región.

En el marco de la 26ª Conferencia de las Naciones Unidas sobre Cambio Climático (COP26), los ojos del mundo buscaron de cerca las promesas de China para reducir sus emisiones. Llovieron cual tormenta las críticas hacia este país por parte de occidente, prácticamente insinuando que China es el principal responsable de la acumulación de GEIs. Estas insinuaciones son falsas. Como mencioné con anterioridad, el verdadero responsable es el sistema de producción que prioriza la obtención de ganancia frente al bienestar humano y ecológico.

Algunos defensores de China alegaron que este país emite mayor cantidad de GEIs absolutos, pero no per cápita. Que, como China tiene la mayor población del mundo, sus emisiones por persona siguen estando todavía muy por detrás de los Emiratos Árabes, Australia, Qatar, Bahrain, Estados Unidos, Canadá, Alemania, República Checa, Arabia Saudita, Japón, entre otros (Banco Mundial, 2018). Esto es cierto, sin embargo, así como las emisiones absolutas, las emisiones per cápita de China se han incrementado en los últimos años. Por otro lado, China es el país que más invierte en energías renovables (ONU), pero, aunque abren nuevas centrales solares y eólicas, no cierran las numerosas centrales de producción y uso de combustibles fósiles.

China es un país moderno, pero de desarrollo tardío; la mayoría de sus industrias y empresas permanecen todavía en la parte inferior de la cadena industrial de la división internacional del trabajo. “En las etapas tempranas de la industrialización a gran escala en China, es difícil evitar por completo los problemas causados en el entorno ecológico. Debido a la necesidad de rentabilidad del país y a una supervisión débil, el costo ecológico pagado por el país es muy grande y el entorno medioambiental se ha visto dañado seriamente. China se enfrenta a la doble tarea de desenvolver su economía y proteger el medio ambiente”[1], de continuar sacando a sus habitantes de la pobreza extrema y, al mismo tiempo, proteger sus recursos. “En el gran proceso de adherirse al desarrollo científico y construir una sociedad acomodada de manera integral, solo tomando la idea de civilización ecológica marxista como guía, China podrá aliviar y resolver los problemas que enfrenta”[2].

En el contexto de la COP26, el presidente chino, Xi Jinping, declaró que "La humanidad no puede permitirse seguir ignorando las repetidas advertencias de la naturaleza". Pidió a los países que lleven a cabo una "revolución científica y tecnológica y una transformación industrial", y anunció que China será un país neutro en carbono en 2060 y alcanzará su pico de emisiones en 2030. El gobierno se comprometió a reformar su sistema energético; a dejar de financiar la construcción de centrales eléctricas que tengan el carbón como combustible fuera de China y a incrementar las ayudas a países en desarrollo para la realización de proyectos de energías limpias. Incluso remarcó la necesidad de cooperar con Estados Unidos, ya que las dos superpotencias juntas representan más del 40% de las emisiones de carbono.

Estas promesas resultan alentadoras; no obstante, volviendo a la causa de fondo de la crisis ecológica, China no podrá cumplir a cabalidad sus compromisos si no modifica su modelo de producción y de consumo, aún marcado por el enfoque económico capitalista. En su transición a otro modelo de producción, el gobierno de este país, encabezado por el Partido Comunista de China, podría extender la regulación estatal que recientemente aplicó sobre el consumo y distribución de bienes y servicios como los videojuegos y la educación privada al terreno ambiental. Debe endurecer las políticas ambientales para las ingentes cantidades de capital nacional y extranjero que entran en su territorio. La velocidad de la crisis climática exige que el mundo, y China a la cabeza, transite más rápido a un modelo económico que priorice el bienestar humano ante la rentabilidad y la acumulación de capitales. Y para ello, debemos todos tener claro que el bienestar humano no podrá alcanzarse sin el bienestar de la naturaleza, de la que somos parte. 

Referencias

Delang, C. O., y Wang, W. 2013. Chinese forest policy reforms after 1998: the case of the natural forest protection program and the slope land conversion program. International Forestry Review, 15(3), 290-304.

Hailiang, G., Yue, W., Rui, Y., y Shu, R. 2020. Cómo el marxismo transforma al mundo. Edicines Luxemburgo, Buenos Aires, Argentina. 292 pp.

Banco Mundial. 2018. CO2 emissions (metric tons per capita). https://data.worldbank.org/indicator/EN.ATM.CO2E.PC.


[1] Hailiang, G., Yue, W., Rui, Y., y Shu, R. 2020. Cómo el marxismo transforma al mundo. Ediciones Luxemburgo, Buenos Aires, Argentina. 292 pp.

[2] ídem

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