MOVIMIENTO ANTORCHISTA NACIONAL

Apuntes sobre las elecciones de Estados Unidos

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Al final se impuso la lógica, el demócrata Joe Biden se convertirá en el nuevo presidente de Estados Unidos de América, al superar los 270 votos electorales necesarios, con lo cual dejó atrás al actual inquilino de la Casa Blanca, Donald Trump. Como era de esperarse, ha habido muchas interpretaciones al respecto; en casos extremos, algunos analistas sugieren que la situación política internacional, así como la relación bilateral de nuestro país con la potencia del norte dará un giro de 180 grados; no obstante, la realidad indica que esos pronósticos no están justificados plenamente.

La primera cuestión que los analistas debieran plantearse, pero que no se toca y se da como algo obvio, es el carácter mismo de la democracia norteamericana. La democracia de nuestros vecinos es indirecta, no gana el que saca más votos en total, sino que los electores le otorgan esa facultad a delegados que votan en el Colegio Electoral por el candidato que hayan escogidos sus respectivos votantes. Por eso, Donald Trump ganó las elecciones hace cuatro años incluso obteniendo menos votos totales que Hilary Clinton; Al Gore también perdió en el año 2000 a pesar de haber obtenido más votos que George W. Bush.

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La democracia indirecta estadounidense no es fruto de la casualidad. Desde sus orígenes, estuvo diseñada para garantizar la victoria de la élite blanca más allá del personaje que ocupe la Casa Blanca porque, desde la óptica de las clases gobernantes, las mayorías también se equivocan y es mejor conjurar el peligro de un gobierno suyo.

Precisamente por este hecho ser una democracia donde domina la élite blanca- se desprende que los dos partidos hegemónicos del sistema político norteamericano tan sólo tengan diferencias de matiz y que, esencialmente, jueguen el papel de dirigentes del imperio más poderoso de la historia. De ahí que sus propuestas no sean radicalmente contrarias, tan sólo hay diferencias verbales y discursivas. Es probable que Joe Biden suavice la relación con Cuba; que se modifique la política agresiva contra Venezuela, aunque no el objetivo de derrocar a Nicolás Maduro; es seguro que Estados Unidos volverá a firmar algunos acuerdos para preservar el planeta (a pesar de que siga contaminando igual o más). Sin embargo, al fin de cuentas el imperio es el imperio.

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Por eso tampoco hay una oposición política organizada y con posibilidades de ganar, cuando menos en este momento. En Estados Unidos sí hay brotes de inconformidad, a veces muy grandes como los que vivimos en meses pasados, pero no existe una izquierda política estructurada y con una plataforma que la pudiese llevar a la victoria.

Por todo lo anterior, soy de los que opinan que no habrá cambios profundos en la política mundial y menos en la relación bilateral México-Estados Unidos. Para ello se necesitaría cambiar las condiciones económicas objetivas de nuestra patria, hacer un país próspero y productivo, con una economía pujante, lo que nos permitiría negociar en mejores condiciones. Mientras sigamos siendo una nación atrasada económicamente, la relación con la potencia del norte seguirá siendo la misma relación asimétrica de las últimas décadas, aunque el presidente norteamericano cambie de color.

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