MOVIMIENTO ANTORCHISTA NACIONAL

Algunas peripecias de la XX Espartaqueda Cultural Nacional

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Hay un evento cultural que se realiza cada dos años en Tecomatlán, Puebla; municipio considerado por propios y extraños como la "Atenas de la Mixteca": me refiero a la Espartaqueada Cultural Nacional. Este evento reúne a miles de artistas de todo el país. En la última edición, realizada del 02 al 10 de febrero, se congregaron 20 mil artistas. Por la cantidad, calidad, esfuerzo, solidaridad y grado de conciencia de los participantes, no cabe duda de que es el evento cultural más importante del país. Por otra parte, si echamos una mirada al público espectador, veremos que no es una élite privilegiada, sino aficionados, familiares, amigos y compañeros de los mismos artistas. El pueblo se vio reflejado en los escenarios, vio materializada la grandeza y el espíritu guerrero de los pueblos, su destreza, elocuencia e inteligencia. Los organizadores tanto como los participantes y el público lograron, en sintonía, colocar el arte y la cultura en el lugar que le corresponde; es decir, al alcance de la clase trabajadora. Este monumental éxito, fue posible gracias a una monumental organización: el Movimiento Antorchista Nacional.

Diré, sin el afán de elogiar desmesuradamente a las delegaciones participantes, que el simple hecho de trasladarse hasta el lugar de la competencia, tuvo un alto grado de complejidad; quizá fue el primer obstáculo a sortear, además de las extenuantes jornadas de ensayos, así como la adquisición de vestuarios y accesorios. En fin: como toda actividad verdaderamente independiente, como lo fue la Espartaqueada Cultural, los recursos económicos que se invirtieron fueron ingentes. Puedo poner de ejemplo a la delegación del estado de Tabasco, al ser testigo de cómo los niños, maestros, estudiantes y amas de casa realizaron colectas públicas en las principales avenidas de Villahermosa y en los municipios del interior, como en Macuspana y Cárdenas, para recaudar fondos económicos y poder pagar el transporte que los trasladó a la justa nacional. Los ciudadanos apoyaron económicamente en la medida de sus posibilidades: ora cinco pesos, ora diez, y, además, brindaron motivadoras palabras a los colectores.

Otro emotivo momento fue el día de la salida hacia Tecomatlán, algunos artistas, muy jóvenes aún, realizarían su primer viaje fuera del estado; sin embargo, se despidieron con aplomo de sus familiares antes de abordar el autobús. No faltaron las lágrimas de emoción escabullidas por las mejillas de los padres de familia, pero predominaron las risas y los buenos deseos. El viaje fue largo, con algunas paradas en el trayecto para desentumecer las piernas, comprar alimentos y usar el servicio de los baños. Algunos no durmieron. Era recurrente escuchar: "¿Ya mero llegamos?". No aún no, balbucían los responsables del viaje en la oscuridad, a la vez que exhortaban a los jóvenes a descansar.

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El vaivén de las cabezas que iban de un lado al otro de los asientos y una bolsa mal acomodada que contenía no sé qué objeto, que de pronto cayó encima de mi acompañante, fue la señal de que nos acercábamos a nuestro destino. Estábamos atravesando una sinuosa carretera que conecta a Chinantla con Tecomatlán. Un murmullo dudoso que se desplazó de adelante hacia atrás del autobús se generalizó hasta llegar a los últimos asientos, convirtiéndose en afirmación alborozada. Por aquí y por allá se escuchaba: "¡Ya llegamos!".

Después de cruzar por debajo del hermoso arco de Tecomatlán, que en su parte superior alberga el Museo Mixtecáyotl, el autobús se estacionó enfrente del Instituto Tecnológico, para posteriormente trasladarnos y albergarnos en la enorme Villa estudiantil, que a más de uno dejó con la boca abierta, por el tamaño y belleza del edificio, que consta de tres pisos y cuenta con servicio de dormitorios, comedores, baños, biblioteca, canchas deportivas, entre otros.

Llegó el momento de las presentaciones artísticas: algunos participantes se dirigieron hacia el Foro Sol, mientras que otros se encaminaron hacia el Auditorio Clara Córdova Morán. Todos hicieron su mejor esfuerzo. En Poesía y en Música destacaron los tabasqueños: un primer y tercer lugar, respectivamente. Sin embargo, toda la delegación ganó; se logró subir un escalón más hacia el camino que conduce a la creación del hombre nuevo. Me atrevo a decir –así lo constaté en el largo viaje de regreso al "edén de México"– que durante los pocos días que los competidores estuvieron en Tecomatlán, se transformaron. Hay algunos lugares que por sus características materiales y espirituales permiten que los fenómenos sociales, los pensamientos y la conciencia se desarrollen a una velocidad superior; también sucede que en otros lugares este desarrollo es más lento. En Tecomatlán ocurre lo primero. La semilla fue sembrada en el cerebro de los artistas ¡Hay que proporcionarle el agua suficiente para que germine, crezca, se desarrolle y dé frutos!

Y mientras en la "Atenas de la Mixteca" se desarrollaba la Espartaqueda Cultural, malas noticias llegaron para la Cultura y las Bellas Artes de nuestro país, pues entre los ajustes que el Gobierno Federal está llevando a cabo, con Andrés Manuel López Obrador a la cabeza, se encuentra el despido injustificado y masivo de cientos de trabajadores de este sector: trabajadores del Instituto Nacional de Antropología e Historia, del Instituto Nacional de Bellas Artes y Literatura, del Fondo Nacional para las Culturas y el Arte, de la Biblioteca Vasconcelos, entre otras instituciones, viven en la incertidumbre laboral por la falta de renovación de contratos y despidos arbitrarios. Nuevamente la realidad se impone: mientras que la verdadera organización popular aporta su cuota de progreso a la humanidad con un evento como la XX Espartaqueada Cultural Nacional, la llamada cuarta transformación, en los hechos, continúa dañando a la clase trabajadora que dice defender.

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