MOVIMIENTO ANTORCHISTA NACIONAL

Algo inusitado: AMLO y el desarrollo científico

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Hace poco una nota recorrió el país. Los alumnos y maestros del Telebachillerato Comunitario de la comunidad de La Monja, en Querétaro, juntaron las becas Benito Juárez que habían recibido y decidieron comprar material para comenzar la construcción de su escuela. Parece paradójico que existan estudiantes sin escuela, pero esto es una realidad nacional: resulta que, como la mayoría de las escuelas de este tipo, el Telebachillerato Comunitario de La Monja no tiene instalaciones propias, sino que funciona por la tarde en la Telesecundaria de la comunidad. El gesto de los jóvenes provocó distintas reacciones: hubo quienes criticaron que en lugar de infraestructura educativa el Gobierno Federal entregara pírricos apoyos económicos, y hubo (nunca faltan) quienes llenaron de incienso a AMLO por facilitar los recursos con los que se erigirá la nueva escuela y por impulsar así la educación. El caso nos sirve para abordar uno de los temas nodales del gobierno de Obrador: la falta de un proyecto que impulse la educación y el desarrollo científico. Veamos.

Los primeros signos que mostraron la posición de la 4T en torno a la educación y la investigación, ocurrieron muy temprano. Apenas tomar el poder, el tabasqueño comenzó a tomar medidas para concretar lo que en su larga campaña había sido una de sus máximas favoritas: la austeridad republicana. Una de esas medidas fue la redacción del proyecto del Presupuesto de Egresos de la Federación 2019. En él, el ejecutivo federal propuso que a las universidades públicas se les asignaran menos recursos que en los años previos, lo que generó una airada reacción de las principales casas de estudios del país. Rectores, directores, investigadores, trabajadores y estudiantes se manifestaron demandando que se eliminaran los recortes proyectados por el Presidente; en una mañanera él se defendió y dijo: "van a tener que hacer más con menos". Pero el movimiento en defensa del presupuesto para las universidades públicas creció tanto, se hizo tan visible, que al final AMLO aceptó meter reversa. Fue la primera señal de lo que vendría después.

En febrero, un escándalo mostró nuevamente el desprecio que le merecen los investigadores al Presidente. Resultó que una de las directivas del Consejo Nacional de Ciencia y Tecnología (CONACyT), que se haría cargo de la bioseguridad y los organismos genéticamente modificados, no estaba capacitada para el puesto, pues en realidad era licenciada en diseño de modas. Las críticas contra el Gobierno fueron duras, pues resultaba inadmisible que se eligiera personal no calificado para aspectos tan delicados de la investigación científica nacional. Otra vez, AMLO espetó desde su trono mañanero: "Están muy molestos algunos del CONACyT porque hay mafias en todo, hasta en la ciencia". O sea, los científicos de CONACyT son unos mafiosos, por eso se quejan del nuevo Gobierno. A pesar de su terquedad, Obrador tuvo que recular y poner a alguien con el perfil adecuado en el cargo. Este fue el segundo ataque.

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El tercero vino después. A inicios de mayo, Andrés Manuel ordenó, mediante uno de los memorándums que tanto le gustan, "adoptar medidas de austeridad adicionales que permitan liberar mayores recursos para el desarrollo". Fue a raíz de esos nuevos recortes, que los Centros Públicos de Investigación empezaron a verse agredidos. Instituciones académicas con gran prestigio nacional e internacional, como el Centro de Investigación y Docencia Económicas (CIDE), el Centro de Investigación y de Estudios Avanzados del Instituto Politécnico Nacional (CINVESTAV), o el Instituto de Investigaciones José María Luis Mora, se encontraron con la situación de que no tenían presupuesto suficiente para seguir funcionando como lo venían haciendo; se les dijo que las cosas ahora habían cambiado: tuvieron que limitar más los recursos destinados a investigación y docencia, y despidieron a trabajadores que tenían décadas laborando en dichos centros académicos. Estudiantes, maestros, trabajadores, investigadores y directivos, han comenzado a manifestarse contra estas medidas que asfixian el desarrollo científico del país, pero hasta ahora el Presidente no ha retirado la bota del cuello. Veremos qué pasa.

El último movimiento de AMLO en este terreno raya ya en lo absurdo. En su alocada campaña de austeridad, el tabasqueño ordenó el 3 de mayo que "toda comisión al extranjero deberá ser solicitada por escrito, justificada y autorizada por el Titular del Ejecutivo Federal". En otras palabras, todo investigador que requiera viajar a otro país como parte de su labor, deberá pedirle permiso directamente al Presidente. Increíble. Pero la terquedad de AMLO lo lleva a defender sinrazones. Al ser cuestionado, en su mañanera del 3 de junio, acerca de los investigadores a los que les había negado hacer viajes al extranjero, el de Macuspana dijo: "A pesar de que cambió la administración, seguían los viajes al extranjero; multitudes", y cuando le preguntaron por los criterios que emplea para dar los permisos, afirmó: "que sea lo más indispensable, que no vayan a hacer turismo, que no vayan a pasear a costillas del erario; que sea lo que se necesite hacer para beneficio de la ciencia y que requiera del viaje, porque ahora se pueden hacer las cosas también por internet". Y para remachar su posición, cargó nuevamente: "es lo mismo del huachicol. ¿Qué querían los que se dedicaban al huachicol? Que diéramos marcha atrás. Y dijimos "no". Pues ya cambió esto. No vamos a regresar a esos excesos, aunque se trate de científicos". Ante el sinsentido que significaba esa medida, tuvo que aceptar que fuera la directora del CONACyT quien diera los permisos. Así las cosas con la 4T.

¿Y qué hay en contraparte? ¿Qué acciones del Gobierno pudieran ser interpretadas como un impulso verdadero al desarrollo científico? Las 100 Universidades para el bienestar Benito Juárez, quizá. La promesa de crear cien universidades para el pueblo sonaba muy bonita en campaña, pero cuando llegó el momento de cumplir, nos encontramos con esto: a cada universidad se le asignó un irrisorio presupuesto de 10 millones de pesos y no hay espacios destinados para su funcionamiento, sino que se espera que los vecinos donen alguno, así como también un local. ¿Qué clase de universidad puede levantarse así? Más que impulsar el acceso a la educación superior, o fomentar el desarrollo científico, con estas universidades AMLO solo busca cumplir una promesa de campaña; a como dé lugar, sirvan las universidades o no.

¿Qué podemos concluir? Las palabras de Antonio Lazcano, uno de los científicos más prolíficos e importantes de México, hablan con elocuencia. En una entrevista que el 6 de junio le hicieron sobre el tema, el investigador especializado en biología evolutiva aseveró: "a mí me sorprende que un gobierno de izquierda, porque así se dice en términos declarativos, tenga las mismas políticas que el presidente de Argentina o de Brasil, que han recortado dinero a la ciencia. Eso es algo inusitado. Históricamente, quien ha tenido un proyecto de ciencia y de cultura son los gobiernos de izquierda y no los de derecha". Gracias Dr. Lazcano, más claro no podía ser. Ya veremos qué pasa con este gobierno; el tiempo pondrá a cada quién en su lugar.

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