Alguna vez escuché de mis maestros -es decir, de mis compañeros antorchistas más estudiosos y experimentados en la lucha-, que, en una sociedad dividida en clases sociales, la ideología predominante es siempre la de la clase dominante, que, por lo tanto, nuestro comportamiento, nuestras aspiraciones y nuestra libertad de albedrío, estarán siempre sujetos y acotados por la voluntad e intereses de esa clase dominante. Años después, leyendo las obras de otros grandes maestros, -pero del proletariado mundial-, encontré la cita textual: "Las ideas de la clase dominante son las ideas dominantes en cada época; o, dicho en otros términos, la clase que ejerce el poder material dominante en la sociedad es, al mismo tiempo, su poder espiritual dominante. La clase que tiene a su disposición los medios para la producción material dispone con ello, al mismo tiempo, de los medios para la producción espiritual, lo que hace que se le sometan, al propio tiempo, por término medio, las ideas de quienes carecen de los medios necesarios para producir espiritualmente." (Obras Escogidas, C. Marx y F. Engels, T. I, pp. 22-23; Ed. Progreso, Moscú 1980). Y en estos, nuestros calamitosos tiempos, es prácticamente imposible ya, no darse cuenta quién o quiénes, son la moderna clase dominante.
Hace unos meses, tuve oportunidad de coincidir con el Gobernador Ignacio Peralta Sánchez en un evento con maestros de EMSAD y Tele bachilleratos Comunitarios de todo el estado, en dicho acontecimiento escuché del Gobernador, la idea que seguramente tienen muchos políticos y funcionarios acerca del histórico papel que debería jugar la educación en el ser humano; que "debería" -digo- porque la realidad es otra. Veamos: "[...] el único vehículo que ha demostrado ser un factor de movilidad social es la educación, con la cual se pueden abrir puertas y mejores horizontes [...]" (Colima noticias 11/02/2017). Así dijo el mandatario, y aunque estoy completamente seguro de la sinceridad y buena voluntad con que lo dijo, me surgió la duda de que si en una sociedad como la nuestra, dividida en clases sociales, ¿en verdad es la educación el único vehículo capaz de conseguir la mejoría social a que aspira el ser humano?, o dicho de otra manera ¿vive socialmente mejor el individuo que consigue una carrera universitaria?
He de confesar, que estas y otras interrogantes más, comenzaron a incomodarme desde el momento en que leí una nota aparecida recientemente en la página digital del periódico El Universal: "48% de desempleados con prepa y universidad", así decía el encabezado, y en el cuerpo de la nota, argumentando con datos del INEGI se dice lo siguiente: "En abril pasado [de 2017], cerca de 1.85 millones de personas estaban desempleadas, de las cuales 48% cuenta con un nivel de instrucción media superior" (El Universal, 27/05/2017); más adelante se amplía la información: el 33.7 por ciento de los desempleados tiene secundaria completa; el 13.2 por ciento primaria completa, y el 5.1 tiene primaria incompleta. Ya tan sólo con estos datos que se manejan -supongo que son de la Población Económicamente Activa (PEA) nacional-, acerca del desempleo, llama la atención que el mayor número de personas desempleadas, sean precisamente las que más contacto tuvieron con las aulas, dicho de otro modo, las que más recibieron educación: el 81.7 por ciento, o sea un millón 511 mil 450 mexicanos con secundaria y preparatoria terminadas, y con una carrera universitaria, y por otro lado, los desocupados que apenas terminaron la primaria, que son el 18.3 por ciento.
Aquí algo no anda bien, se supone que uno se educa y se busca una carrera universitaria, porque se nos ha dicho que es un requisito indispensable para tener mejores oportunidades laborales. ¿Por qué la clase dominante mexicana [recordar lo que dije al principio] nos induce a gastar tanto para educarnos, si al final, en general, lo que menos le importa es nuestra educación superior? Esta es la situación de los desocupados.
Veamos ahora qué pasa con los ocupados. Según datos de la STPS-INEGI, y de la Encuesta Nacional de Ocupación y Empleo publicados en mayo de 2017, de los 51 millones 859 mil 895 mexicanos que componen la PEA, sólo el 20 por ciento tiene carrera universitaria, estos son 10 millones 469 mil 909 mexicanos que cursaron la universidad. ¿Qué pasa con este sistema económico llamado neoliberalismo que desperdicia y rechaza el intelecto mexicano? Con estos datos, deberíamos preguntarnos, a qué tanto aspiran los empresarios y fabricantes mexicanos, que no ven en la educación superior el verdadero detonante de la productividad, con la implementación de todo lo más destacado de la ciencia y la tecnología.
Y en Colima ¿cómo estamos? La fuente arriba señalada, dice que los colimenses ocupados sumaban a marzo de este año, 361 mil 298 trabajadores, y que de ellos, sólo el 22.4 por ciento tienen estudios de nivel superior, esto es, una carrera universitaria, lo que significa 81 mil 117 profesionistas; lo cual indica que, el 77.6 por ciento de los colimenses ocupados, no tuvieron necesidad de ir a la universidad para ser empleados. ¿Qué pasó con aquello de que la educación es el único factor de movilidad social? Como lo dije, eso es lo que debería ser, pero como bien sabemos ahora, vivimos en una sociedad dividida en clases y hay que recordar que "Las ideas de la clase dominante, - como sus intereses -, son las ideas - o intereses - dominantes en cada época". No hay de otra, ahora vemos claro que bajo el moderno sistema de producción llamado neoliberalismo, las oportunidades laborales para nosotros o nuestros hijos ya no dependen tanto del esfuerzo académico e intelectual que hagamos. Pero la lección también es clara, debemos organizarnos y reclamar; debemos exigir empleo para todos, porque todos merecen bienestar.
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