Este año se cumplen 80 años del triunfo del Ejército Rojo sobre el poderoso ejército alemán, un hecho que no sólo marcó el rumbo de las décadas siguientes, sino que sigue teniendo repercusiones hasta nuestros días.
La Segunda Guerra Mundial transformó el mundo, y la victoria soviética fue un punto de inflexión fundamental. Sin embargo, más allá de las conmemoraciones, es trascendental que la gente conozca y comprenda este capítulo de la historia, no sólo como un hecho aislado, sino como un evento que sigue influyendo en nuestra realidad.
Saquemos la historia de las academias y llevémosla a las masas, sintiéndonos orgullosos del pasado glorioso de la humanidad, pues como está demostrado, sí se puede lograr.
Este conocimiento no debe quedar encerrado en círculos académicos y especialistas. Como afirma Álvaro Matute en su disertación “Responsabilidad del historiador” (2007), la historia debe ser socializada y compartida con la sociedad en su conjunto, especialmente con quienes tienen menos acceso a la educación, pues la historia la hace la humanidad en su conjunto y, por lo tanto, es “patrimonio de la humanidad”.
La victoria soviética en la Segunda Guerra Mundial no fue solo un triunfo militar, sino también un triunfo ideológico y político. El Ejército Rojo, bajo el mando de Stalin, logró detener el avance de la maquinaria de guerra nazi, que hasta entonces parecía imparable.
Este hecho no sólo cambió el curso de la guerra, sino que también redefinió el equilibrio de poder en el mundo, dando paso a la Guerra Fría y a un nuevo orden internacional.
Es aquí donde radica la importancia de recuperar los hechos reales y difundirlos de manera accesible. Como señala Matute, existe una brecha entre quienes tienen acceso al conocimiento histórico y quienes no.
Esta brecha no sólo es injusta, sino que también limita nuestra capacidad para entender el mundo en el que vivimos. La historia no es propiedad exclusiva de los historiadores; es un bien común que debe compartirse con todos.
Si son verdad las palabras de Salvador Allende (1973): “la historia es nuestra, y la hacen los pueblos”, es fundamental que la gente conozca y sienta como propio el pasado, especialmente episodios tan trascendentales como la victoria soviética en la Segunda Guerra Mundial.
Además, en vísperas del aniversario del triunfo, quienes puedan y quieran deben difundir la verdad histórica: el verdadero vencedor de la Segunda Guerra Mundial fue el Ejército Rojo, cuyo heroísmo, organización, disciplina y dirección liberaron a la humanidad.
Ante las mentiras del imperialismo, debemos anteponer las realidades y difundirlas al máximo entre la gente. Esta tarea, quizá, sólo pueda ejecutarla el pueblo organizado, el antorchismo nacional.
La relevancia de estos hechos cobra aún mayor importancia ante lo que acontece en la guerra en Ucrania, la cual, como se ha escrito mucho, es financiada por el mundo capitalista para frenar el curso de la historia y el nuevo orden que surge del actual heroísmo ruso y la creciente capacidad de China.
Saquemos la historia de las academias y llevémosla a las masas, sintiéndonos orgullosos del pasado glorioso de la humanidad, para que de esa manera sepamos y luchemos por un mundo distinto que, como está demostrado históricamente, sí se puede lograr.
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