Ante el agravamiento de los conflictos internos que ocurren en el país y de los conflictos externos que cada día acercan más a la humanidad al borde de una conflagración mundial de carácter nuclear, es necesario, hoy más que nunca, educar al pueblo mexicano, formarlo con una visión crítica de los fenómenos que a diario observa, para que pueda explicarse las causas de los males de la sociedad y, hecho esto, se decida a luchar para transformar la situación que lo lastima.
Pero el pueblo mexicano parece estar sedado, adormilado. El modo de producción capitalista le ha suministrado fuertes dosis de ideología para mantenerlo sumiso. La ideología burguesa ha calado hasta el hueso de la clase trabajadora. Y tal como sucedía en las tragedias sofocleas, particularmente en la obra "Edipo Rey", los hombres están inermes ante el destino que cabalga indómito, acechando a la criatura para cumplirse inexorablemente.
Como si esperara el pueblo anquilosado a sus verdugos, los explotadores exprimen los cuerpos y cerebros de hombres, mujeres, niños y ancianos. El capital le ha concedido el indulto a los que se apropian del trabajo ajeno. Los hombres caminan cual marcha lúgubre hacia las fábricas que desechan por sus sucios caños tóxicos fluidos, contaminando los suelos, los ríos y los mares. Los campos se cubren por el enjambre de jornaleros agrícolas, cuyas energías provienen del maíz, frijol y nada más; mientras que sus manos limpian la acequia, aran, siembran, fertilizan, producen. Va descalzo el que produce zapatos; viste harapos quien ropa produce; muere de hambre quien hace rebosar el cuerno de la abundancia. Son los hombres productores de riqueza, pero no dueños de la riqueza producida. Son los hombres dueños de su fuerza de trabajo, pero no de los medios de producción.
Los hombres que viven bajo el dominio del neoliberalismo, han amoldado sus cuerpos y sus mentes a las leyes de la oferta y la demanda, sucumbiendo los más pobres, los más humildes, ante la despiadada competencia.
Hoy la ideología burguesa apabulla el pensamiento crítico, imbuye en los cerebros de los hombres la idea de que la sociedad en la que vive es la mejor posible y que, algún día, si se esfuerzan, si son capaces de poner en marcha una idea emprendedora o innovadora, lograrán dar un triple salto mortal, de las filas del proletariado a la élite de la burguesía. Con el único objetivo de ascender en la pirámide social, los hombres se corrompen, cometen crímenes atroces, se deshumanizan. En la economía de libre mercado el hombre es un lobo para el hombre.
La crisis actual del sistema capitalista ha obligado a la clase en el poder a poner en marcha una agresiva campaña de difusión ideológica a través de los medios de comunicación y la educación. Los hombres ya no son capaces de satisfacer sus necesidades básicas, la clase trabajadora se emplea en lo que puede y los que consiguen un empleo, reciben raquíticos salarios; para apaciguar el descontento social, el sistema económico mantiene artificialmente la felicidad del pueblo mexicano, bajo la forma de una eterna esperanza.
La educación es otro medio eficaz de la burguesía para someter ideológicamente a los hombres. Aníbal Ponce, en su obra "Educación y lucha de clases", afirma que "toda educación impuesta por las clases poseedoras debe cumplir tres condiciones esenciales: destruir los restos de alguna tradición enemiga, consolidar y ampliar su propia situación como clase dominante y prevenir los comienzos de una posible rebelión de las clases dominadas". Así, la clase dominante, adaptando el ideal pedagógico a través del sistema educativo, forma ideológicamente a los hombres a su imagen y semejanza, los amansa para que sirvan a los intereses económicos y políticos de sus opresores, como sucede con la religión.
Ante esta embestida ideológica, los pobres sólo tienen una opción para resistir y transformar la situación en la que se encuentran: unirse con sus hermanos de clase, organizarse, educarse y luchar por un país más equitativo, y esto sólo podrán lograrlo bajo la égida de la organización que ha llevado el progreso a los lugares más apartados del país: el Movimiento Antorchista Nacional.
La historia ha lanzado su llamado, se vislumbra el ocaso de una sociedad, pero también el nacimiento de una nueva y superior, es necesario que cada uno de los mexicanos lleve la luz al frente de lucha que le corresponde, para concientizar al pueblo y luchar juntos, como un solo hombre y como un solo ideal; para tomar el poder político y cambiar el modelo económico por otro más humano, alcanzar la emancipación de la clase trabajadora y, finalmente, el hombre pueda vivir en fraternidad con sus hermanos.
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