A casi 10 meses de la desaparición de Vicente Suastegui Muñoz, exdirigente y defensor de las tierras del Consejo de Ejidos y Comunidades Opositoras a La Parota (CECOP), no hay indicios de su paradero, pero en las incansables jornadas de búsqueda, que se reanudaron en este mes de mayo, las organizaciones y colectivos de desaparecidos que exigen su presentación con vida sólo han encontrado desolación.
Vicente Suastegui fue desaparecido por hombres armados, el 5 de agosto de 2021, y al ser defensor de las tierras, se deriva que su desaparición tiene motivos políticos. En su búsqueda, encabezada por su hermano, Marco Antonio Suastegui, este señala que seguirán levantando la voz hasta encontrarlo.
“Ya me enfrenté al gobierno, al Ejército, a la Marina, a los empresarios, a los gobiernos neoliberales, a la cárcel, a la tortura, a la persecución, fui testigo del asesinato de muchos compañeros, pero no puedo vencer este monstruo que se llama desaparición forzada, que me atormenta día y noche. Realmente esta situación nos cansa, nos doblega, pero no nos quiebra porque nunca podrán aniquilarnos”, dice.
El CECOP es un movimiento que ha sido reprimido, y por el que varios han caído, les han privado de su libertad y, otros más, han tenido que vivir en la zozobra, a salto de mata.
En esta tesitura, las organizaciones y colectivos de familiares de desaparecidos, como la Coordinadora Estatal de Trabajadores de la Educación en Guerrero (CETEG), Frente Guerrerense Magisterial, Colectivo Lupita Rodríguez, Ejido del Puerto Márquez, Corriente Crítica de México, Sindicato CAPAMA, entre otras, reiniciaron con mucho dolor y rabia las jornadas de búsqueda los jueves y viernes de cada semana, en los alrededores y colonias de la ciudad de Acapulco; confían en que, tarde o temprano, encontrarán a su compañero Vicente, quien siempre estuvo al frente de todas las compañeras y compañeros que se dedican a la agricultura.
“Es doloroso no saber nada de Vicente pero no podemos claudicar a pesar de las circunstancias y de las adversidades a las que nos enfrentamos”.
La desaparición forzada es un crimen que engloba muchos otros, es un crimen de lesa humanidad que se disparó en el sexenio del expresidente Felipe Calderón y que, hasta hoy, incluso en este gobierno que se dice de izquierda, sigue la militarización.
El delito de Vicente Suastegui, afirman, fue levantar la voz contra el sistema, por eso fue desaparecido, por eso se mantiene la lucha, transformando el dolor en movilización, en acción. Las desapariciones siguen aumentando, llegando a la aberrante suma de más de 100 mil en el país,
En las jornadas de búsqueda han encontrado lugares tenebrosos; gente de los alrededores, con miedo, relata que un grupo de policías comunitarios ha quemado casas, huertas y gente. La fosa de este grupo es inmensa, pues abarca desde la comunidad Tuncingo, pasando por Tres Palos, El Bejuco, Las Chanecas, El Arenal, La Estación, Las Lomas de Chapultepec, Las Orquetas, San Marcos, hasta llegar al municipio de Ometepec, y esa precisamente es la ruta que trazaron para continuar la búsqueda de Vicente, por lomeríos, barrancas, huertos, orillas de la laguna de Tres Palos, parotas, espinos, pozos de agua, donde sólo han encontrado poblaciones paupérrimas marcadas por la pobreza y la violencia, que buscan sobrevivir.
En este caso (Vicente Suastegui), hay cuatro detenidos confesos y existe la esperanza de encontrarlo con vida, a casi 10 meses de su desaparición y búsqueda incesante.
En Guerrero, la cifra de desaparecidos, lamentablemente, va en aumento, destacando el grito desesperado de la señora Socorro, una madre desesperada que busca a su hijo desde hace 41 meses.
La desaparición forzada es un cáncer que nos está acabando por dentro y cada día avanza más, ya no soportamos el dolor de la desaparición de nuestros familiares, relatan los buscadores.
Las familias que buscan a sus desaparecidos, llaman al gobierno de Andrés Manuel López Obrador que regrese a ver a Guerrero porque, aunque se trata de un problema de hace muchos años, que inició con la guerra contra el narco, hasta la fecha nadie ha hecho nada para frenar este flagelo que se agrava infundiendo terror a las familias, que prefieren callar ante el temor de ser desaparecidas o asesinadas y formar parte de las estadísticas.
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