Ante el asombro del mundo, el republicano Donald Trump ha ganado la presidencia de Estados Unidos de forma contundente a su oponente demócrata Kamala Harris.
El magnate ocupará otros cuatro años la presidencia de Estados Unidos —ya lo hizo por vez primera entre 2016 y 2020— con el control absoluto de la Cámara de Representantes y del Senado, así como con la comodidad de saber que el Tribunal Supremo está en manos conservadoras. Fue una paliza. Trump ha ganado el voto popular y el del Colegio Electoral.
Los electores estadounidenses se preocuparon menos por la situación personal del candidato que por sus problemas económicos y por el tema de la inmigración ilegal que tanto impulsa Trump en su campaña.
Votaron por él unos 70 millones de estadounidenses, casi seis millones más que Kamala Harris. Trump consiguió 13 % del sufragio de los negros, contra 8 % en 2020. Kamala registró 53 % del voto latino contra 45 % de Trump, que en 2020 tuvo 13 puntos porcentuales menos.
Las encuestas nos dicen que los electores consideraban que Trump tenía mayor capacidad para manejar la economía. El mayor apoyo de Trump se dio entre los hombres blancos sin carrera universitaria, muy golpeados por el gobierno de Biden.
¿Cómo entender que los electores estadounidenses escogieran a un candidato que miente constantemente y que ha sido declarado culpable de haber falseado sus registros financieros y acusado de otros delitos, como acoso sexual y tratar de robarse la elección presidencial de 2020?
La razón es que los electores se preocuparon menos por la situación personal del candidato que por sus problemas económicos que sufren y por el tema de la inmigración ilegal que tanto impulsa Trump en su campaña. “The economy, stupid!”, es la frase que usó Jim Carville en 1992 para concentrar todo el esfuerzo de campaña de Bill Clinton.
La misma se pudo haber usado en esta elección, pero habría que añadir la inmigración, que se ha convertido en una obsesión para un país que se siente inundado por millones de extranjeros indocumentados.
En contraste, los estrategas del Partido Demócrata impulsaron temas que no interesaban realmente a los electores, entre ellos las acusaciones penales contra Trump, afirma el periodista Sergio Sarmiento.
Para desgracia de nuestro país, “ninguna promesa ha ocupado un espacio tan central como los planes de Donald Trump para deportar a los más de 13 millones de migrantes indocumentados que viven en el país.
El republicano los ha convertido en su chivo expiatorio de cabecera, repitiendo hasta el cansancio que Estados Unidos se enfrenta a ‘la mayor invasión de su historia’ y acusándoles de estar ‘destruyendo totalmente el país’.
Poco importa que no sea verdad porque Trump se ha comprometido a poner en marcha la deportación masiva en cuanto vuelva a jurar el cargo el próximo 20 de enero.
Pero como le sucedió en muchos ámbitos durante su primera presidencia, se enfrentará a un sinfín de obstáculos legales, políticos y logísticos para poder llevarla a cabo. Por no hablar del coste mayúsculo que podría suponer para la economía y el tejido social del país”, afirma Ricardo Mir de Francia.
Sobre las promesas de Donald Trump referidas a la política fiscal, inevitablemente se incumplirán. Es imposible recortar impuestos para las corporaciones y los multimillonarios, sostener programas de defensa y seguridad social y bajar el déficit, todo al mismo tiempo.
Algunas de las promesas más absurdas de la campaña de Trump provienen de Elon Musk, que dice saber cómo recortar 2 billones de dólares del presupuesto federal.
Las afirmaciones de Musk revelan una ignorancia asombrosa tanto en materia económica como política. Sus propuestas representan un recorte de alrededor de una tercera parte de los gastos del gobierno, ocho veces más de lo que —según estima la Oficina General de Rendición de Cuentas— constituye despilfarro o fraude.
Estados Unidos está perdiendo prestigio a nivel internacional. No olvidemos que la solución definitiva, la conquista de un mundo de paz y armonía, solo será alcanzable cuando en todos los países gobiernen los trabajadores.
La guerra es inmanente al imperialismo y los gobiernos a su servicio deben acatarla; así que los pueblos necesitan poner su propia, verdadera y definitiva solución: la toma del poder político en sus propias manos (Buzos, 8 de julio de 2024).
Gane quien gane las elecciones en Estados Unidos, México siempre saldrá perdiendo. Nuestro país ganará cuando no dependa de nadie y cuando los trabajadores se organicen y tomen como un asalto al cielo, el poder político. Antes, ni soñando.
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