Desde 1939, cuando México inició una vertiginosa carrera por industrializarse, surgió de manera natural la clase obrera. El entonces presidente, Lázaro Cárdenas del Río, creó a la Confederación de Trabajadores de México (CTM), la cual tuvo como primer secretario general a Vicente Lombardo Toledano, que se decía marxista.
En 1941, apoyado por el presidente Manuel Ávila Camacho, se apoderó de la CTM, Fidel Velázquez Sánchez, oriundo de Nicolás Romero, Estado de México. Con el paso del tiempo, la CTM se convertiría en la central obrera más corrupta de toda la historia del sindicalismo mexicano. También surgieron otras centrales obreras como la CROM, CTC, CROC, CGT, COS, todas igual de tramposas que la CTM.
Los sindicatos agrupados en esas centrales obreras aprendieron pronto que el sindicalismo era y es un gran negocio. Aprender un poco de leyes laborales y tener el valor de enfrentar a algunos patrones les podía dejar buenos dividendos.
Así han transcurrido 84 años, los sindicatos han mejorado sus estrategias y crearon grupos de choque (golpeadores a sueldo) para someter a los trabajadores y obligarlos a permanecer en sus sindicatos.
Los líderes sindicales se convirtieron en poderosos hombres de dinero que vendiendo los derechos de los trabajadores se hicieron de enormes fortunas, viven en zonas muy exclusivas y hasta algunos han creado empresas que utilizan para sacar contratos a los gobiernos. Conocí a un abogado que tenía un sindicato textil y se sabía que se iba en avión a Las Vegas a pasar algunos fines de semana, y tenía fotos de lugares famosos del mundo, como la Capilla Sixtina, en El Vaticano.
Pero nada es para siempre; en el año 2017, Enrique Peña Nieto, presionado por los gobiernos de Estados Unidos y Canadá, empezó una serie de reformas a la Ley Federal del Trabajo. Ahora el ordenamiento legal obliga a los sindicatos a someterse a la aprobación de los trabajadores que los representa. La ganancia es que ahora los trabajadores pueden decidir libremente.
A los obreros se les ha creado la idea de que algún día llegará un líder a salvarlos de su vida llena de carencias y sufrimientos. Pero ese líder nunca llega, solo se queda en esperanza. Eso nunca ha sido la solución para resolver un problema social. En los problemas sociales es necesario la intervención de cada integrante de la sociedad. En el sindicalismo es exactamente igual, todos deben participar.
La posibilidad de que los trabajadores decidan es real. Jamás algún obrero hubiera pensado eso, pero es una realidad. Se han dado casos reales por todos lados donde los trabajadores han rechazado a las corruptas centrales obreras. A esos sindicatos, a pesar de su poder, los trabajadores los han vomitado, los han corrido de sus centros de trabajo. Eso sorprende a todos, sorprende a los patrones y a esos líderes vendidos, pero también sorprende a los mismos trabajadores que han visto una posibilidad de mejorar y quitarse de encima a esos corruptos.
Los resultados de las consultas a los trabajadores son una verdadera sorpresa. Así se leen las actas de resultados, Votos a favor, 74; votos en contra, 282. Ha sido abrumador el rechazo de los trabajadores a sus sindicatos.
El momento está próximo, hay que correr a los líderes corruptos y ladrones. Ahora la ley permite que los trabajadores decidan y los sindicatos ya no pueden hacer nada.
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