Considero que para comenzar el tema al que me enfocaré esta vez, es necesario precisar algunos datos como complemento inicial, la desigualdad y lo que como efecto causa este problema en nuestro país. Es un fenómeno que por años se ha venido agudizando en el mundo y México no es la excepción, que por más de medio siglo se ha agravado y aun en los años pasantes, es decir, con los diferentes gobernantes que se han tenido y actualmente tenemos. La desigualdad se refiere a las grandes diferencias en la repartición de la riqueza entre ricos y pobres, las cuales son una realidad innegable y creciente. Todo es efecto del sistema económico que actualmente nos rige, a través de su estructura económica, de la que su política y su sistema mediático, y toda su superestructura social, no son sino un reflejo que se le adapta para reproducirla y defenderla.
Esto no ha variado en la actualidad, esa estructura económica sigue dominando, a pesar de los “esfuerzos” de quienes hoy tienen la posibilidad de corregir, pero no lo hacen y solamente trata de adaptar la superestructura para seguir reproduciendo y defendiendo el actual orden económico. Me refiero a lo que vemos con el presidente Andrés Manuel López Obrador, sus programas asistencialistas y sus discursos cuyo tema principal ha sido el combate a la pobreza a través de la eliminación de la corrupción.
Pero en realidad, la política social del presidente se ha convertido en un “alivio de la pobreza” que no propicia ni desarrollo ni igualdad de oportunidades ni revierte, pues, el rampante incremento de la desigualdad en México. La falta de infraestructura, de servicios básicos, de educación, vivienda, salud, etc., cuya solución es promesa pendiente, y más bien abandonada, están íntimamente ligadas a la desigualdad que vivimos, mientras que en el otro lado de la moneda sólo vemos, escuchamos y nos enteramos de cómo los ricos (políticos y empresarios) se hacen más ricos cada día. La popular frase “el rico se hace más rico y el pobre más pobre” ilustra la situación que se vive en el país, donde la mitad de la población con menos recursos tiene más deudas que bienes y los hogares más adinerados engloban cerca de 79 por ciento de la riqueza. El informe mundial de desigualdad 2022 (World Inequality Report 2022) realizado por el laboratorio de desigualdades mundiales y publicado el 7 de diciembre, nos muestran los siguientes datos para México, el 10 por ciento de la población concentran el 78 por ciento de la riqueza del país y la mitad de los mexicanos sobreviven con un ingreso de seis mil pesos mensuales, con este dato para el año entrante nos podemos dar cuenta que la desigualdad fue en ascenso y aún más con la pandemia y la inflación que en efecto dejó.
Diferentes organizaciones sociales han surgido a través de los años con un similar objetivo, paliar o hasta erradicar la pobreza y la desigualdad, ayudar a redistribuir la riqueza, aunque no del mismo modo, algunos más precisos y concretos en la práctica y otros con menos precisión. Entre ellas se encuentra el Movimiento Antorchista Nacional que por más de 48 años ha estado en constante lucha para enfrentar a la desigualdad, exigiendo obras de infraestructura, programas sociales y servicios básicos para la gente más desprotegida, para los pobres de nuestro país. Los resultados han sido favorables en la lucha concreta por la solución de las demandas de los más pobres que se han acercado y han confiado en Antorcha, pero la misma organización entiende y declara que la verdadera solución radica en el cambio de sistema para curar el mal de raíz.
Es aquí en donde entra una frase muy celebre de Carlos Marx, “toda la historia de las sociedades humanas hasta nuestros días es una historia de lucha de clases”. Libres y esclavos, patricios y plebeyos, ricos y pobres; en una palabra, opresores y oprimidos.
Es sencillo concatenar esta tesis con la realidad, y en este tenor se debe entender la represión y persecución de la que el Movimiento Antorchista ha sido víctima desde su surgimiento, es claro que al exigir obras y servicios se dañan intereses de los políticos, al organizar, unir y educar al pueblo, se dañan intereses del sistema económico que ha tenido al pueblo sometido. Muchos líderes antorchistas han sido perseguidos, encarcelados y hasta asesinados, por el hecho de llevar la contraria de esta política que hoy domina. Con la entrada de Morena al poder, esta represión no sólo no se ha contenido, sino que ha ido en ascenso, al grado de que desde el mismo poder federal se estimula a los gobiernos a fabricar delitos para encarcelar a líderes de diferentes estados en donde la organización tiene presencia, y se ha llegado incluso a las amenazas de muerte.
Los casos más recientes y preocupantes son los de los compañeros, Ing. Samuel Aguirre Ochoa y Lic. Dimas Romero González, dirigentes de los antorchistas en los estados de Veracruz y de Oaxaca respectivamente. El primer caso es una denuncia formal por fraude en contra del dirigente veracruzano quien ya presentó pruebas de que no existe el ilícito del que se le acusa. El verdadero motivo de este delito, prefabricado desde las altas esferas del poder estatal, radica en la conocida y declarada aversión del gobernador morenista, Cuitláhuac García Jiménez hacia la actividad del Ing. Samuel en favor de la gente más desprotegida; y esta actividad antorchista es el verdadero motivo de que el gobernador, a través del poder judicial, fabricara delitos en contra de él. No es el primer caso que se vive en este estado, meses atrás habían privado de la libertad a cuatro compañeros, pero obligados por la denuncia nacional, tuvieron que liberarlos y aplicaron la famosa cortina de humo de un rescate.
El segundo caso, es del compañero dirigente de Oaxaca, Lic. Dimas Romero González. Después de las largas jornadas que los médicos y demás personal de salud dieron con la llegada del virus a ese estado, el gobierno federal a través de la Secretaría de Salud Estatal, y del gobernador Alejandro Murat Hinojosa, despidieron a miles de trabajadores de la salud, por lo que el antorchismo se solidarizó con su lucha para exigir la recontratación, pero los resultados eran nulos, a pesar de las promesas del mismísimo presidente López Obrador, por lo que los afectados decidieron instalar un plantón, el cual fue desalojado días después por el gobierno. El pronunciamiento del dirigente antorchista se hizo presente y, en consecuencia, un escrito anónimo llegó en forma de amenaza, en donde se acusaba de evidentes mentiras y calumnias al compañero, con un último párrafo en donde mencionaba que sería mejor que se retirara o que si no “lo espera la cárcel o la tierra”. El peligro es real y poco exagerable, en el país y un poco más en este estado, la mayoría de las amenazas de muerte siempre o en su mayoría se han materializado.
El panorama nos muestra que exigir justicia a través de la lucha por obras y servicios, es un delito para los pobres y en casos graves hasta la muerte ofrecen. Esta es la lucha de clases, opresores contra oprimidos, y la respuesta de estos en contra de que la masa se unifique y organice, el sistema nos quiere dormidos, pero la explosión está más cerca y lo saben, a eso le temen y los títeres del sistema hacen política con la persecución. No atentan con un solo hombre, sino con todo un pueblo organizado. Los antorchistas, los mexicanos organizados, estamos dispuestos a defender a nuestros dirigentes, sabemos que su lucha es justa, y la oposición de los poderosos a ella nos da la razón, si no hubiera injusticia y desigualdad, se evitarían las exigencias y las denuncias contra ellas.
Advertimos por enésima vez que las amenazas son vanas y es mejor que ellos retrocedan, nada detendrá la lucha del pueblo organizado en Antorcha, ni siquiera las amenazas de muerte, porque morir por Antorcha no es morir, es vivir.
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