MOVIMIENTO ANTORCHISTA NACIONAL

Tan lejos y tan cerca de Manuel

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Con las carreteras modernas y los avances tecnológicos en nuestro inmenso país, en la percepción humana se acorta cada vez más la lejanía geográfica entre el Noroeste y el Centro para las clases sociales que pueden viajar y para las mercancías y toda su parafernalia consumista. Pero al mismo tiempo somos testigos en Sonora de un cierto alejamiento de lo que ocurre socialmente en el centro de México, un distanciamiento que manifiestan sobre todo quienes menos recursos tienen no sólo para viajar, sino simplemente para conocer, para satisfacer la curiosidad de saber. Las atractivas tierras sonorenses y sus pobladores más humildes no se escapan de la tendencia general a la integración económica capitalista y su correlativa desintegración espiritual y nacionalista. Así, para triunfar, el divisionista chovinismo local requiere de una población con miras limitadas, incluso para su propio terruño, y prohíja el desconocimiento, la ignorancia general que aumenta el aislamiento mental: el sentimiento de una alejada soledad que es la inmejorable condición para el enriquecimiento seguro. Con todas las posibilidades de ser menor, esta lejanía crece en las almas. La grandiosidad del México que todos los días construyen los más pobres, la experiencia de sus aleccionadoras luchas y las tragedias de los infames golpes que reciben, son ocultados por la neblina de la ignorancia. Pero al mismo tiempo, aunque parezca un juego de palabras, la cercanía de ideas nunca estuvo tan cerca entre los norteños y las multitudes asentadas en las inmediaciones de nuestro Eje Neovolcánico y el sureste; ¿por qué? Porque la pobreza emparenta a los que hablamos diferente: a fin de cuentas, sentimos lo mismo pues somos los mismos.

El asesinato del antorchista Manuel Hernández Pasión, presidente municipal de Huitzilan de Serdán, Puebla, y la inaudita impunidad que lo caracteriza es de esas cosas que los chovinismos de todo el país quisieran poner lejos de los oídos de los pobres, tan lejos como fuera posible, más incluso que la distancia de la ciudad de México a Sonora. No quisieran que los sonorenses sepan que los pobres de Huitzilan y su región han logrado organizarse y han decidido poner a gobernar a gente suya, no a otros caciques, y que éstos han respondido de manera brutal, asesinando a gente buena (si usted, amable lector, quisiera entrar a la página www.movimientoantorchista.org.mx para saber más de todo este oprobioso caso...). No quisieran que los sonorenses sepan que un presidente municipal cacique –Guillermo Lobato Toral, de Zacapoaxtla– anunció su oposición abierta a que los pobres gobiernen y que los asesinos identificados de Manuel son sobrino y primo del propio Lobato; que no sepan que a pesar de muchos indicios que apuntan a los tres mencionados, y de las promesas del gobernador Antonio Gali Fayad y su Fiscalía de "aplicar la ley hasta sus últimas consecuencias" nada ha hecho, es decir, está incumpliendo el juramento que hizo al tomar el poder y la promesa que hizo hace tres meses, poco después del asesinato de nuestro compañero el 10 de octubre de año pasado; no quieren que sepan que los caciques desplazados por un auténtico poder popular –cual lo marca nuestra Constitución, esa terca rebelde que limita el poder abusivo– se han descocido en amenazas al pueblo organizado recogidas por una prensa indigna: me refiero al cacique Alonso Aco –protegido por el partido Morena– y al periódico La Jornada de Oriente, que afortunadamente sólo envenena en Puebla; o que los sonorenses no sepan que el cura José Martín Hernández, párroco un tiempo en Huitzilan, acusó desde el altar al pueblo organizado y a quien éste elige para que lo gobierne, de no ser de carne y hueso, sino "bestias terribles" y "misterio de la iniquidad y sus fuerzas oscuras". Pero de lo que más quisieran alejar a los pobres es del pensamiento terrible de que lo mismo podría pasar en Sonora si no toman cartas en el asunto, y por ello es mejor que no se sepa nada: "¡vivan la lejanía, la cortedad de miras y la falta de estudio!" dicen a coro los chovinistas.

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Irónicamente este alejamiento de las experiencias de los demás mexicanos aproxima, acerca a los sonorenses a un destino trágico: a la repetición de todos esos males, poniendo en peligro tanto a ricos como a pobres: esta maldita lejanía mental, esta especie de aturdimiento, de autismo social, aproxima más, acerca la perpetuación y la agudización de los males que aquejan a los más pobres.

Urge, pues, la vinculación, la unidad espiritual. La perdición de los pobres de Sonora está en su alejamiento de todo, de Manuel y lo que significa; el triunfo de las causas de los pobres sólo puede venir con la cercanía, solidaria, fraterna con los suyos, con los mexicanos que son iguales a los norteños humildes. El chovinismo sólo puede ser útil a quienes se aprovechan de los trabajadores y los explotan. El chovinismo caciquil poblano mató a Manuel Hernández Pasión, un antorchista que, siguiendo las enseñanzas de su organización, acercó entre sí a los humildes de la sierra nororiental de Puebla y lo hizo con éxito. ¿Qué podría impedir a otros caciques comportarse igual que los asesinos poblanos si nadie los castiga, si su mal ejemplo cunde, más aún de lo que ya ha sucedido? ¿Será consciente el gobernador Gali Fayad del mal que causa a todo el país al no castigar el crimen nefando que se ha cometido en su entidad? ¿Estará consciente de cómo con ello logra acercar a Sonora al mismo mal que ha manchado a su tierra? Es dudable para un hombre de su experiencia política. A estas alturas, Gali es consciente de que encubre a criminales.

Por ello en Sonora no debemos dejar que triunfe la lejanía. Los norteños más pobres no deben dejar ir a Manuel, deben acercarlo, hacerlo suyo, porque Manuel, como el Héroe de Nacozari, ya es patrimonio de los desheredados de esta tierra, ya es modelo de comportamiento, está más cerca de lo que creen sus adversarios.

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