La agudización de la mala calidad de vida para los mexicanos, cada día genera un ambiente más sintomático de la pobreza, pero casi nadie se ha dado a la tarea de estudiar y buscar soluciones a fondo de este mal social salvo el Movimiento Antorchista que, desde hace 44 años, se ha puesto a luchar para el combate de este flagelo identificando que su raíz se encuentra en un modelo económico cuya crisis es cada vez más inminente. Las invasiones de terrenos que se viven en Sinaloa y en el país, es parte de ese ambiente sintomático de la pobreza, pero revela al mismo otros males que provienen de la misma causa.
Para sacudir un poco la conciencia y contribuir a un planteamiento más racional de la problemática sintomática de la mala calidad de vida, me ocupo en un "pequeño" malestar, las invasiones de terrenos. Si bien es cierto, el ocupar un predio "ilegalmente" es ya un problema, también es cierto que la acción no es más que un reflejo de la situación en que se encuentran los invasores quienes, por necesidad o por mera ambición, fueron orillados a actuar fuera de la ley. La invasión no es más que el resultado de cientos de padecimientos: la falta trabajo o el poco salario que impide a las familias comprar su pedacito de terreno en donde puedan construir sus hogares o el adquirir incluso un crédito, como el Infonavit por ejemplo, situación que se acrecienta en las ciudades.
Hoy, en pleno auge del proceso electoral, pasan desapercibidos esos males –casi históricos- que padece el pueblo mexicano. De acuerdo con el sitio electrónico Campaigns and elections, en conjunto con otros grupos de análisis, que realizan un seguimiento pormenorizado de la cobertura mediática que han recibido los candidatos presidenciales en los últimos meses, se destaca que los temas de que están hablando los candidatos son las elecciones federales, la campaña, la corrupción y fraude y en números francamente marginales, por no decir inexistentes, temas de pobreza/igualdad social, con 1.77%; los problemas económicos, con 1.33%, calidad de empleo y mercado laboral, con 0.88% e incluso el narcotráfico, con 0.44%.

Es decir, el hambre, la falta de trabajo, la mala calidad de salud y educación, la falta de vivienda, la privatización de las vías de comunicación, inexistencia de espacios para recreación y la inseguridad, no forman parte de las verdaderas preocupaciones de la clase política; en cambio, temas como la "corrupción", son el alimento mediático diario de todo mexicano. En Sinaloa, temas como los accidentes, secuestros, corrupción y muertes casi fantásticas, son los que alimentan la agenda setting de los mass media distrayéndolos de los verdaderos problemas que lo afectan.
En Sinaloa los asentamientos que por años han padecido la falta de los servicios básicos o que carecen de certeza jurídica sobre sus terrenos, son muchísimas, baste como ejemplo la Ampliación 5 de Febrero, Rincón del Parque, Las Coloradas y Lomas de San Miguel, en la ciudad de Culiacán; en Los Mochis, la colonia Diana Laura y Malova, y aunque ya tienen casi todos los servicios, en el fraccionamiento San Francisco, las familias no tienen la certeza jurídica sobre sus hogares; en Mazatlán, predios como Mañanitas, Villa Tutuli y Bugambilias viven situaciones similares. Todos los asentamientos mencionados están ubicados en la periferia de las ciudades más importantes de Sinaloa, señalados además como cinturones de inseguridad.

Pero, ¿De dónde salen los "invasores"? Valdría solo dar un ejemplo de ello, tan solo en la ciudad de Culiacán, no son más que los desplazados por la violencia –otro mal que se agrava en la entidad- de la sierra de Badiraguato, principalmente aquellas familias que abandonan la famosa zona del "Triángulo Dorado", aquellos que huyen del terror y la zozobra son los que buscan cobijo en ciudades como Culiacán y Mazatlán, razón por la que el número de invasiones ha crecido exponencialmente.
Al problema de las invasiones, casi implícitamente, se añade que desde el inicio del presente año lo dicho por la Cámara Nacional de la Industria de Desarrollo y Promoción de la Vivienda (Canadevi), instancia que dio a conocer los altos costos de las viviendas en Sinaloa, aumentándose en un 12%; además, que la colocación de los créditos para adquirir una vivienda ha tenido una disminución no sólo en Sinaloa, sino en el país. De acuerdo con el Instituto Nacional del Fondo de la Vivienda para los Trabajadores (Infonavit), durante el 2017, en la entidad se lograron colocar 2 mil 699 financiamientos con subsidio federales, de los 80 mil 541 que la institución colocó en el país.
Estos hechos nos llevan a concluir que la pobreza es el reflejo de toda una realidad llena de malestares, que genera un México enfermo y depauperado, mientras los gobernantes, las clases poderosas administran e incluso suavizan los síntomas de una posible tragedia nacional. Sabemos que el capital, en su afán de tener a México dominado, sobre todo a su mano de obra barata, la principal mercancía de carne y hueso, la única que tiene la capacidad de reproducir otras mercancías, esa que también siente, piensa, ríe y llora, no puede entender esta lógica, debe ser una fuerza organizada, cada vez más numerosa, la que obligue al Estado a atender las necesidades del pueblo trabajador. Si no logramos esto, nada se solucionará y México seguirá enfermo.
Para atender la problemática, requerimos atacar el modelo económico y sustituirlo por otro en donde la reorientación del gasto público contemple una política de vivienda popular, que haga realidad el Artículo 4to. Constitucional, en donde se establece ya la obligación de los gobiernos a brindarle a todos los mexicanos vivienda digna, no dejándoselo a las garras del mercado como acurre actualmente. En Sinaloa es urgente regularizar lo más pronto posible las colonias para que se introduzcan los servicios, llegando a los acuerdos sensatos y dignos entre los legítimos propietarios y los ocupantes de los predios con intermediación del gobierno estatal. Además, mientras el hombre de carne y hueso no actué, mientras no se organice y eduque, mientras no tome en sus manos el proceso para revolucionar su situación, de acabar con su propia miseria, lo único que hará es seguir sobreviviendo y alimentando el reflejo de la pobreza, esa que se ha consumido a generaciones enteras del pueblo sinaloense y del país. Las invasiones nos deben alertar sí sobre el estado de derecho, pero también ver en ellas un escape doloroso de la miseria de familias enteras.
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