Enfrascado en su eterna lucha ideológica contra la supuesta oposición de la mafia del poder, Andrés Manuel López Obrador ha generado una serie de distractores, de modo tal que, los verdaderos cambios estructurales-económicos que la nación demanda se han quedado estancados, algunos incluso se han agravado. Tal es el caso del constante desabasto de medicinas en el sector salud, el incremento de pobreza que reporta CONEVAL, de 3.8 millones de pobres más, la violencia sin control entre los cárteles de la droga y la inacción o incapacidad de la Guardia Nacional.
Pudiera parecer que la desgastada lucha ideológica del presidente de la república y los partidos políticos opositores a su gobierno deriva precisamente del reajuste de ingeniería administrativa y política del gobierno de la 4T, pero, en gran medida no es acertado este punto de vista.
Si, en efecto, el espacio político que ocupa Morena representara un cambio estructural a fondo en contra de los políticos corruptos y las mafias del poder económico, el descontento popular estaría focalizado en este sector y, en consecuencia, el Gobierno mexicano tendría como aliado a la mayoría de la población.
Pero, ni el apoyo es de la gran mayoría de la población, ni la oposición al gobierno es más que el PAN y el PRI, conforme las ocurrencias o despropósitos del presidente han atropellado a una variedad de sectores sociales, la oposición se ha nutrido y se ha diversificado en sus demandas. Esto demuestra que la forma de hacer gobierno de la 4T no está focalizada en desarticular a la banda de mafiosos políticos para entregarse por completo en resolver las necesidades históricas de los mexicanos de a pie.
Al contrario, cientos de miles de mexicanos olvidados han mostrado gran descontento hacia la política pública de la 4T, de manera tal que hasta mismos partidarios de su causa han desertado de sus filas, en medio de un descontento, tristeza y desilusión. Son cientos de miles de puños que protestan por el desabasto de medicamentos en el Insabi, por la crisis que atraviesan los niños con cáncer y sus familias, los miles de mexicanos sin empleo, los cientos de miles de familias desplazadas por culpa de la guerra entre bandas del crimen organizado.
Todo este descontento tiene como causa o mal de origen el nulo cambio estructural en el modelo económico capitalista. El presidente se ha empecinado en señalar que el mal de México y los mexicanos es la podredumbre sistemática de la corrupción, de manera tal, que, a su decir, el eliminarla corrupción o simular combatirla se puede acabar con todos los males del país desde la pobreza, violencia, desempleo.
La misma realidad se ha encargado de desmentir el discurso de la mal llamada esperanza de México. A poco más de tres años del gobierno morenista, lejos de desterrar la corrupción, el periodismo crítico se ha encargado de visibilizar que la propia familia y compañeros del presidente han cometido corrupción y suenan los nombres de Pío López Obrador, Julio Scherer, o el caso de la casa gris de su hijo, José Ramon.
De tal manera que, el huracán de la 4T que llegó atropellando corruptos y cambiándolo todo, se trata del típico gatopardismo que consiste en cambiar todo para que nada cambie. Y es que, el error está en la concepción del mal de origen de los problemas nacionales. Es la pobreza la madre de todas las lacras sociales que hemos venido arrastrando desde hace décadas. La mala distribución de la renta nacional. El programa más aplaudido del presidente, la distribución de tarjetas con dinero ha demostrado no atacar ni de cerca el problema de la pobreza, ¿cuántos casos conoce de superación personal en los que la persona se haya convertido en millonario?
Un dato esclarecedor que nos permite ver la creciente polarización social entre los inmensamente ricos y los extremadamente pobres, es la incidencia delictiva. Primero quiero señalar que ni en los países con mejor nivel de vida la incidencia delictiva se ha reducido a cero porque siempre habrá malos y buenos, pero en los países tercermundistas, con una evidente desigualdad social, el repunte de la violencia es la manera en que las clases bajas tratan de escalar posiciones para llevar un estilo de vida cómodo, rodeados de lujos y cosas exóticas. La corrupción es inmanente de la pobreza y la desigualdad social.
De acuerdo con el Sistema Nacional de Seguridad Pública, entre enero y octubre del 2021, la incidencia delictiva incrementó 11 por ciento respecto al mismo periodo de 2020. Ni modo de culpar al PRIAN, esto es estrictamente responsabilidad del Gobierno morenista. Los delitos que incrementaron en esta estadística son el robo en transporte público, fraude, violación, robo de autopartes, robo a transeúnte.
Los males del país se agravan, el pueblo siempre termina pagando las consecuencias, mientras el presidente se dedica, en cada mañanera, a enfrascarse en discusiones estériles contra periodistas críticos del gobierno. De momento no se ve para cuando el presidente vaya a dedicarse en serio a combatir la pobreza, por eso, es ahora cuando debemos entregarnos por completo a la tarea de educar, politizar y organizar al pueblo pobre de México para luchar por un cambio verdadero en la nación. Un país con empleo suficiente, salarios bien remunerados, seguridad social, infraestructura social adecuada (escuelas, hospitales, vivienda digna, pavimentación de calles, entre otras) y una reforma fiscal progresiva (que paguen más los que ganen más y los que ganen menos de acuerdo a su capacidad) que le permita al país mejorar y desarrollarse moderadamente en benéfico de la mayoría de sus habitantes y no de unos cuantos. Esta es tarea de todos los antorchistas.
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