La falta de empleo y, por tanto, de dinero en los bolsillos de los mexicanos es uno de los motivos de la violencia intrafamiliar, por lo que entre menos empleos hay en el país y menos dinero para adquirir satisfactores, también se agravan las consecuencias que provoca.
Cada hora, por alguna situación violenta, una mujer pide ayuda a la Red Nacional de Refugios (RNR), organización que este año atiende a un 15 por ciento más de mujeres que el año pasado.
Hace algunos días, la RNR informó que, en tan solo cinco meses –de enero a mayo 2022–, ha brindado atención especializada a 19 mil 708 mujeres e infancias sobrevivientes de lo que calificó como violencias machistas; además, hubo un incremento de 16 por ciento en atención de personas atendidas en la línea telefónica y 15 por ciento de mujeres, niñas y niños recibió atención y protección en los refugios pues, nueve de cada 10 niñas y niños que ingresaron a un refugio fueron víctimas de violencia física y psicológica, y dos de cada 10 fueron víctimas de violencia sexual; y 12 por ciento han sido retenidos por el padre, lo que conlleva a que las arrancaron de los brazos de las madres, a quienes así chantajean y torturan sus parejas.
Las cifras oficiales, las que brinda el Secretariado Ejecutivo del Sistema Nacional de Seguridad Pública (SESNSP), también señalan que la violencia contra las mujeres en México sigue recrudeciéndose: de enero a junio del presenta años fueron reportados 479 feminicidios y el mes de junio fue el tercer mes consecutivo al alza con 87 feminicidios. Los homicidios dolosos contra mujeres también subieron en junio, mes en que se registraron 281, aunque de enero a mayo se registraron mil 398. Pero eso no es todo, en junio cada día fueron asesinadas 12 mujeres; por esa razón, todos los días vemos esas trágicas noticias en los medios de comunicación.
Lo que no vemos nunca son acciones eficaces de parte de los gobiernos de todos los niveles para proteger la vida de las mujeres que solicitaron protección de las autoridades gubernamentales luego que fueron amenazadas de muerte por parte de parejas, ex parejas, familiares o vecinos, quienes descaradamente agreden a las mujeres con la confianza que les da el que las autoridades atrapan a muy pocos feminicidas y hacen poco caso a las inconformidades de vecinos y amigos de las víctimas, quienes se manifiestan públicamente para exigir justicia.
Aunque los feminicidios no son culpa de las autoridades que ahora dirigen los destinos del país y de las entidades federativas, sí deben responsabilizarse en torno a que han hecho muy poco para generar empleos suficientes que ofrezcan salarios dignos a la gente, condición para que se elimine el estrés provocado por la falta de ellos, cuestión que los desquicia hasta la locura y los lleva a matar a mujeres con las que en algún momento tuvieron una ilusión amorosa, pero con quienes a la postre desquitan su frustración por no tener una vida que les ofrezca los satisfactores mínimos para tener una vida digna.
Como dijimos líneas arriba, la falta de empleo y de dinero son solo los motivos que han desencadenado la ola de feminicidios que vivimos actualmente en México. Pero la causa del maltrato extremo que actualmente sufren las mujeres; que lleva a secuestros y asesinatos de cientos de ellas es, en realidad, la concepción que de la mujer existe en una sociedad dividida en clases, como la que vivimos en México y, por tanto, la poca importancia que se le da al género femenino.
El surgimiento de la opresión de las mujeres es producto de la aparición de la sociedad dividida en clases y de la familia patriarcal. Desde entonces, la mujer pasó de ser la cabeza de una sociedad matrilineal que se basó en el predominio de la línea materna para la adscripción de bienes y poder decisorio sobre asuntos domésticos, a ser subordinada al patriarca o líder de la nueva sociedad y de la familia, pues fue cuando se conformó lo que ahora conocemos como familia nuclear; o sea, la que está formada por un hogar conformado por un núcleo conyugal primario (jefe del hogar y cónyuge sin hijos, o jefe y cónyuge con hijos).
Desde que surgió ese tipo de familia, surgió la opresión de las mujeres, pues en el hogar se les considera solo como reproductoras, como meros instrumentos de producción y, en la sociedad, como ciudadanas de segunda clase.
Por eso, el gran pensador alemán Federico Engels sostiene en su libro El origen de la familia, la propiedad privada y el estado (1884) que el surgimiento de la familia nuclear marcó la derrota histórica del sexo femenino a nivel mundial, pues la violación y la violencia contra las mujeres se iniciaron dentro de la familia, desde sus mismos orígenes: “El hombre tomó el mando también en el hogar; la mujer fue degradada y reducida a la servidumbre; se convirtió en la esclava de su lujuria y en un mero instrumento para la producción de hijos. Para asegurar la fidelidad de su mujer y por tanto, la paternidad de sus hijos, es entregada sin condiciones al poder del marido; si él la mata, solo está ejerciendo sus derechos”.
Hoy más que nunca, sin filtros de ningún tipo, vemos como las mujeres son tratadas como si no valieran nada, como propiedad de sus maridos o parejas son golpeadas, mutiladas, secuestradas y asesinadas no solo en la obscuridad de la noche, sino que ahora, a plena luz del día, son rociadas con ácido, alcohol o gasolina y las queman vivas al igual que se hace en el campo para deshacerse de lo que no sirve.
Bien por los colectivos feministas que luchan por abrir espacios para denunciar esas terribles agresiones y luchar por los derechos humanos de las mujeres; pero siempre será mejor movilizar al conjunto de la sociedad, de la clase explotada y también oprimida, la cual está conformada por hombres, mujeres y personas de diferente preferencia sexual, a fin de establecer una fuerte unión no solo para liberar a la mujer, sino para liberar a la humanidad entera de la opresión de una sociedad dividida en clases.
Cuando escucho a funcionarios o funcionarias de la 4T o de presentadores y presentadoras de programas de radio televisión y radio, emitir las frases: “¡Qué barbaridad! ¡Cuánta violencia hay en México!, ¡Qué nivel de agresividad de los hombres!, ¡Necesitamos más leyes para proteger a la mujer!”, entro en shock por tanto cinismo de los primeros y falta de claridad de los segundos, y se refuerza en mí la idea de que no necesitamos más leyes que en nada protegen ni a las mujeres ni a ningún ser humano; pienso que lo que necesitamos los mexicanos es organizarnos y luchar decididamente, como si fuéramos uno solo, para cambiar la sociedad podrida y decadente en la que nos tocó vivir y, entre todos, construir un país en donde a la mujer se le trate como a un verdadero ser humano, con los mismos derechos que a un varón e igual que a cualquier ser humano independientemente de su género; sea masculino, femenino o binario, como se dice ahora.
No importan las etiquetas: todos somos seres humanos y merecemos ser tratados como tales, pero para eso, necesitamos cambiar el modelo económico que permite todas las atrocidades descritas y cambiarlo por uno verdaderamente humanista.
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