Los antorchistas no reivindicamos la idea de hacer arte por el arte mismo. Muy por el contrario, practicamos y promovemos el arte, pues sabemos y conocemos –lo hemos vivido– que el arte es capaz de cambiar, transformar y formar al ser humano, al individuo como tal y, por ende, cambia y transforma al pueblo, a la comunidad de que forma parte, logrando que tanto individuos como comunidad, el pueblo, estén dispuestos a luchar por transformar y cambiar la sociedad en la que vive.
De esta manera, el arte no sólo transforma al hombre, al ser humano, al niño y al joven que lo practica, sino también a quien lo ve, lo aprecia, lo disfruta, lo valora y goza con él, y se conduele, entristece y entusiasma al corroborar la gran capacidad del hombre para manifestar sus sentimientos, sus emociones, su vida, esa vida que se acaba y se destruye cuando el hombre deja de serlo. Recordemos el genocidio que Israel comete contra Palestina, Líbano y el pueblo árabe.
Antorcha nos ha enseñado y demostrado día con día que la cultura y el arte son capaces de formar y crear hombres y mujeres con una gran voluntad, con voluntad de hierro, capaces de entregarse en cuerpo y alma a las grandes causas y deseos del ser humano, de la humanidad entera.
La poesía es una manifestación del pueblo que debe regresar a su raíz para transformar vidas y sociedades.
Y la poesía, en primer lugar, al ser el conocimiento profundo del lenguaje, se convierte en la manifestación más bella de la palabra, logrando provocar en el hombre los sentimientos, las emociones, los deseos más hondos, los pensamientos más profundos y, sobre todo, más elevados y más sublimes, capaces de llevarlo a entregar su vida por sus ideales y por sus semejantes.
Ahora bien, este II Encuentro Nacional de Declamación tiene una gran singularidad, una gran significación; no es un evento más. Expliquémonos: ¿dónde y quiénes crean, desarrollan y cultivan la poesía? ¿Y dónde se practica su declamación? Entre quienes se dedican a ella –por lo regular grupos selectos– y en los lugares que el Gobierno promueve para atender la cultura y su difusión, cuando lo hace.
Sin embargo, en su libro Poesía y Lenguaje, Aquiles Córdova Morán dice:
“Juan Ramón Jiménez, el gran poeta español, afirma que el artista es un gran plagiario, porque el arte nace del pueblo; es él la madre, la matriz de donde nace. El artista recoge lo que el pueblo dice, lo que canta, lo que siente, lo que llora, lo que celebra o lo que lo alegra y, con su talento transformador, haciendo uso de las distintas disciplinas artísticas, le da forma, produciendo así la obra de arte”.
Por todo lo anterior, este evento, como todos los que el antorchismo promueve, tiene la finalidad de difundir el arte entre la gente más modesta, la que no pudo o puede asistir a la universidad, e incluso a la secundaria o preparatoria, sin mencionar ya a la primaria, siendo esta la mayoría: colonos, campesinos, obreros o estudiantes, es decir, el pueblo de México.
Antorcha difunde el arte entre el pueblo, hace que lo conozca, que lo saboree, que lo aprecie y que le guste para que nuevamente lo haga suyo. De esta manera, hacemos que el arte vuelva, regrese a su verdadera matriz, al verdadero lugar donde fue creado, es decir, al pueblo trabajador.
El artista no saca ni elabora la obra de arte de su cerebro o sólo de su cerebro; por mucha sensibilidad, imaginación o don que tenga, ¡no! La obra de arte es la elaboración o transformación en el cerebro del artista de una realidad que está fuera de él y que de ahí, de la realidad que el pueblo vive, es tomado el material para crear el arte. Esta es la fuente de la que se nutre, la más rica, variada, profunda y completa, de donde los artistas toman su material.
Pero si esto es así, en la realidad que vivimos, donde impera la ganancia, el lucro, donde todo lo que toca el hombre –como el rey Midas, que todo lo que tocaba se convertía en oro– se convierte en mercancía, la obra de arte se ha mercantilizado y, por tanto, se vuelve inaccesible al pueblo, se aleja y se transforma de su fuente nutricia, convirtiéndose en algo ajeno a la fuente de donde nació, de donde el artista la toma para transformarla en algo bello con su talento.
Esta es la divisa, este es el objetivo del encuentro con la poesía: si el arte nace del pueblo, debe volver al pueblo. Pero, ¿quién lo llevará, quién lo regresará a su fuente de origen? El artista, el artista emanado del pueblo.
Pero, como ya dijimos antes, el pueblo no tiene los recursos económicos para formar a esos artistas creadores de belleza, de verdaderas obras maestras que puedan ir con él y regresarles lo que es suyo. Aquí está la tarea del trabajo cultural de Antorcha.
0 Comentarios:
Dejar un Comentario