El resultado de las elecciones del domingo pasado, como ya todos sabemos, favoreció a Morena. Muchos hablaron de lo que significaba la campaña y la probable derrota de la coalición Va por el Estado de México. Uno de los argumentos muy difundidos fue que si ganaba Gómez, simple figura detrás de los megalómanos intereses de su partido, se consumaría en el país una dictadura y, si perdía, sería el inicio del fin de Morena.
Pues bien, ganó el partido oficial. ¿Esto quiere decir que Morena tiene vida larga y le alcanza para que se consume la dictadura? Yo creo que no, por las siguientes razones.
La jornada electoral del pasado 4 de junio fue, efectivamente, una elección de Estado sin precedentes. El Estado tiene la misma utilidad desde que surgió: es un mecanismo de represión en contra de las clases antagónicas al poder; sin embargo, unas veces ese dominio y represión está velado por las formas, pero esta vez abiertamente, como no se había suscitado al menos en la historia reciente de nuestro país, fue una elección en la que todos los recursos financieros, humanos y mediáticos se pusieron a favor de una candidata y despedazar a la otra.
Quien piense que la elección fue como en otras ocasiones, se equivoca. Cuantitativamente podría parecer, pero cualitativamente el papel del Estado fue claro. Por eso varios columnistas reconocen el esfuerzo de la candidata aliancista.
Volvamos al tema: sí fue un avance en la instauración de la dictadura, pues ahora Morena tendrá el dominio de todos los recursos de la entidad más grande del país. Ellos desean con todas sus fuerzas, el control ideológico, jurídico, político, económico.
Todos los fenómenos sociales y naturales se desarrollan por un impulso interno los lleva a cambiar independientemente de si perciben los cambios o no, de si los aceptan o los rechazan, pero finalmente sucumben, se superan, y el fenómeno se convierte en otro con contradicciones diferentes. Puede que llegue un factor externo que concluya con dicho fenómeno, pero si no lo hubiera igual llega la caducidad inevitable.
Morena es un fenómeno social que nació con sus propias contradicciones y son éstas las que le darán fin. Aunque muchos crean que lo que pasó en el Edomex es algo que demuestra la larga vida que les queda, creo que no es así. A Morena le queda menos de lo que ellos mismos creen.
Después de la elección, continuará la guerra por el poder, pero esta vez de forma interna. Ya hay corrientes o grupos dentro de ese partido que exigen ser los candidatos, pero el problema es que esta vez sólo puede haber uno y no es López Obrador. Todos creen que pueden ser.
Hay amenazas de algunos, como Monreal o Ebrard, de quienes se sabe han tenido acercamiento con otros partidos por si no son los elegidos del presidente.
Morena corre el riesgo de escindirse debido a esas contradicciones. Esos grupos que se unieron para derrotar al PRI y al PAN, con todas las mañas que aprendieron de los partidos de donde emergieron, ahora exigen su lugar y pretenden ganar cueste lo que cueste.
Y en este juego que ya está ocurriendo, en la guerra interna que existe, los únicos que no ganan nada son los trabajadores; de hecho, son los que pierden, porque se pervierte su capacidad de analizar qué personajes les conviene más y, pese a su sufrimiento, al hambre, la marginación, la insalubridad y la inseguridad, son engañados ideológicamente por el Estado.
No se puede esperar nada de la oposición oficial, parece que están sentados esperando que lo dicho ocurra. No tienen nada que ofrecer. Necesita crecer la alternativa para los trabajadores que es el Movimiento Antorchista; necesitamos comunicar mejor nuestras ideas, nuestros objetivos, nuestra forma de analizar el mundo.
Morena no va a vivir los años que vivió el PRI. Pero si los trabajadores no encuentran una alternativa real, pueden surgir otros partidos con los mismos intereses mezquinos que representa la autodenominada cuarta transformación, lo que quiere decir que nos seguiremos hundiendo en los problemas que cada día se profundizan.
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