El Gobierno Federal ha destinado para el 2024 “un presupuesto para becas educativas que alcanzaría 102 mil 958 mdp, equivalente al 9.3 % del presupuesto público para educación” (CIEP, 07 de feb de 2024), del cual 39 mil 367 mdp” (CIEP, 07 de feb de 2024) en las becas Benito Juárez que son entregadas a estudiantes de Educación Media Superior. Se trata del mismo presupuesto que antes se empleaba de manera directa a mejorar las condiciones de infraestructura principalmente.
La pregunta que deberíamos hacernos es ¿en qué gastan los jóvenes su beca? Si bien algunos la utilizan en materiales propios para su educación, la mayoría la gasta en mercancía de moda innecesaria.
Ahora el Gobierno en turno considera que es mejor entregarlos directamente a los estudiantes, aunque no se dediquen a estudiar.
Una beca era un apoyo o estímulo económico para los jóvenes que tuvieran un buen promedio o cuya situación económica lo ameritaba. Como está la situación actualmente en el país, prácticamente todos las necesitarían, pero en la realidad no es así.
Si la intención del programa es apoyar a la economía de una familia a través de las becas que reciben los estudiantes, se debería buscar un mecanismo para que surta efecto.
La realidad es que las becas, mínimo a nivel medio superior, sí han servido de estímulo, pero no para que los jóvenes mejoren sus calificaciones, porque, como ya decía anteriormente, muchos no se dedican a estudiar.
El estímulo es para tenerlos sometidos; para que vean en el Gobierno actual un Gobierno que se preocupa por ellos y que los beneficia directamente.
Pero independientemente de la forma y el interés por el cual se entregan “becas” a tantos estudiantes, el punto central de mi interés es en qué es utilizado ese recurso una vez en manos de los jóvenes.
Bien sabemos que la juventud es uno de los sectores más vulnerables en la sociedad; van acercándose a la etapa de adultez, la mayoría de edad. Los padres, con la idea de que están creciendo, dejan de atenderlos y supervisarlos, bajo el argumento de que tienen que darles la confianza.
Y sí, en algunos casos se cumple el objetivo, pero en realidad la mayoría de los jóvenes necesita supervisión, ya que están sujetos a verse involucrados en situaciones de riesgo como drogas, sexo, delincuencia y las consecuencias que se derivan de ellas.
La pregunta que deberíamos hacernos es ¿en qué gastan los jóvenes su beca? Si bien algunos la utilizan en materiales propios para su educación, la mayoría la gasta en mercancía de moda innecesaria, de la cual están deseosos por toda la campaña que se hace para hacerles creer que la necesitan.
Pero aquí viene el principal problema: cuando lo gastan en alcohol, cigarros, drogas y hasta motos, utilizándolos para consumo personal y algunos se han convertido en distribuidores o delincuentes. Ese recurso les hace posible acceder a todas estas mercancías y quizá parezca exagerado, pero es una realidad.
La educación de nuestro país debe dar un giro radical; crear estrategias que realmente ayuden a que el alumnado aprenda y no que asistan al bachillerato como simple requisito para poder obtener un apoyo económico, que al cabo de tres años lo único que va a fomentar es el conformismo y la mediocridad en los alumnos.
Se requiere que los jóvenes se formen de una forma crítica, de manera creativa, con hambre de descubrir y crear, con la intención de ayudar a que nuestra sociedad sea cada día mejor y, principalmente, más justa para todos.
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