MOVIMIENTO ANTORCHISTA NACIONAL

"Nosotros no podemos ser... los que entienden la vida por un botín sangriento..."

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Cualquiera que camine por las calles en estos días podrá observar el rostro de la gente que por alguna u otra necesidad ha salido de su domicilio y a cada por cada segundo aprieta el paso, como si temiera ser sorprendido por los distintos problemas que aquejan en la sociedad tan invisibles como dañinos, y de los que ya sentimos sus estragos.

Hasta hace algún tiempo aún había quien decía: “eso no es cierto; es puro cuento; si no trabajas no tendrás comida, sal de tu casa no seas flojo o ahora si nos irá mejor que con los de antes” provocando sonoras carcajadas entre sus oyentes, peleas entre quienes defienden o no al nuevo gobierno, o simplemente omisión de las críticas, porque hay quienes aún saliendo todos los días al trabajo no comen.

Sin embargo, ahora, “esa necesidad y miedo” ya se siente entre nosotros. Se siente en los bolsillos que han quedado vacíos después de haber trabajado; se nota en los productos de primera necesidad de la tienda que ya no son los mismos porque su precio se ha disparado por las nubes volviéndose inalcanzables; se ve en las calles llenas de gente buscando la forma de llevar alimentos al hogar, pero, sobre todo, se siente aquí, en el estómago, tanto así que podríamos deletrear aquel verso del poeta español Miguel Hernández y pensar que vio en su momento lo que ahora ven nuestros ojos:

(…)

El hambre paseaba sus vacas exprimidas,

sus mujeres resecas, sus devoradas ubres,

sus ávidas quijadas, sus miserables vidas

frente a los comedores y los cuerpos salubres.

Sí, porque comida sí hay, pero no en nuestra mesa, no a nuestro alcance. Claramente nos damos cuenta, por otro lado, que si un día hay rumores de que un gobernador dio positivo al covid-19, luego nos enteramos de que ya fue dado de alta y está fuera de peligro usando el tradicional ungüento; entonces pensamos, ¿pues no que el virus era mortal? Y parece chiste el planteamiento de quienes están al frente del país. La explicación es sencilla: no es lo mismo ser un ciudadano de a pie, que estar en el poder y tener a la mano todos los recursos necesarios para alimentarse y curarse.

Tal vez por eso es que, aunque ya llevamos varios días quejándonos y pidiendo atención para quienes vivimos al día, para quienes no tenemos un salario seguro, es la fecha en que no nos hacen caso, simple y sencillamente porque ellos están bien, están a resguardo, protegidos y bien alimentados y no sienten la necesidad ni la escasez ni el peligro y menos la urgencia de implementar un programa alimentario para llevarle cuando menos una despensa semanal o quincenal a quien más lo necesita.

Sus preocupaciones son otras. Por ejemplo, aprovechar que la gente está asustada, preocupada, y hambrienta (por eso dicen que la pandemia les cayó como anillo al dedo) para concentrar todavía más el poder y el dinero para comprar conciencias y manejar a su antojo al pueblo de México y perpetuarse en el poder.

Por lo tanto, si queremos ser escuchados, no miremos al poderoso como quien mira a su amo, esperando su compasión y un mendrugo de pan, mirémonos a nosotros mismos y a los que están a nuestro lado y unámonos para exigir a una sola voz lo que de por sí es nuestro.

Que no se le olvide al poderoso que el poder y el dinero es de los mexicanos y que es el pueblo quien les dio la confianza para gobernar y dar buenos resultados; de no ser así hagamos uso de nuestros derechos constitucionales para hacerles ver que en este momento no es urgente un aeropuerto, o una refinería o un tren, de donde el dinero bien podría ocuparse en cosas importantes, ahora lo más urgente e indispensable es darle alimento y cuidar la salud del pueblo.

Nosotros no podemos ser ellos, los de enfrente,

los que entienden la vida por un botín sangriento:

como los tiburones, voracidad y diente,

panteras deseosas de un mundo siempre hambriento.

(…)

*Así inicia el Poema “El Hambre”, de Miguel Hernández.

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