Para muchos incrédulos, la llegada de MORENA al Gobierno federal y el triunfo de cuatro gobernaturas en las elecciones del pasado 5 de junio, ha significado el inicio de la cuarta transformación que necesita México; sin embargo, no es preciso, o al menos a su servidor no le ha quedado claro a qué se refiere esa cuarta transformación, pues al nivel en que nos encontramos, no es precisamente la transformación que requiere nuestro país.
Desde mi punto de vista, yo concibo como una necesidad una verdadera cuarta transformación para nuestra patria. La primera fue la Guerra de Independencia, promulgada por el cura Miguel Hidalgo y Costilla, el 16 de septiembre de 1810 y terminada 11 años más tarde; después de la muerte de los propulsores de la Independencia, la historia registra que Estados Unidos (EE. UU.) financió el movimiento independentista, con claras intenciones de quedarse con gran parte del territorio mexicano, como así sucedió, borrando todo heroísmo de los héroes de esos tiempos, que ha sido siempre el pueblo. En esta primera transformación, quienes ganaron fueron los ricos del país.
La segunda trasformación fue la conocida Guerra de Reforma (1858-1861). Las presidencias de Juan Álvarez e Ignacio Comonfort estuvieron caracterizadas por la creación de las Leyes de Reforma que serían, a fin de cuentas, las causantes del conflicto debido al impacto que supusieron para la sociedad tradicional mexicana. En líneas generales, pretendían acabar con los privilegios de la iglesia católica en el país (Ley Juárez), añadiendo un proceso de desamortización de las propiedades de esta y las tierras comunales (Ley Lerdo). Con esta declaración de intenciones, la iglesia no se quedó parada y sufragó levantamientos contra el nuevo gobierno, que desata una guerra civil entre los liberales que dirigía Benito Juárez y los conservadores liderados por el general Félix Zuloaga, por lo que nuevamente ganan en la guerra de reforma los poderosos de aquellos tiempos, como era de esperarse, nunca hubo un cambio real en la vida de la gente de la ciudad y mucho menos para los campesinos.
La tercera transformación fue la Revolución Mexicana, un conflicto que se remonta bajo la dictadura de Porfirio Díaz. En los 35 años, México experimentó un notable crecimiento económico y tuvo estabilidad política, pero estos logros se realizaron con altos costos sociales, que pagaron los estratos menos favorecidos de la sociedad; durante la primera década del siglo XX estallaron varias crisis en diversas esferas de la vida nacional, en ese contexto, Francisco I. Madero realizó diversas giras en el país con miras a formar un partido político que eligiera a sus candidatos en una asamblea nacional y compitiera en las elecciones, las cuales gana en 1911, pero es asesinado en 1913. Huerta en el poder, trae más descontento social, suceso que profundizaron las diferencias entre las facciones que habían luchado contra el porfiriato. En el reacomodo de las fuerzas fueron asesinados los principales jefes revolucionarios: Emiliano Zapata en 1919, Venustiano Carranza en 1920, Francisco Villa en 1923 y Álvaro Obregón en 1928.
Como pueden ver, en esta tercera transformación, el pueblo es sólo utilizado para que las cúpulas del poder acuerden y hagan lo necesario para seguir gobernado bajo las necesidades comerciales a costa de la vida de los verdaderos líderes del movimiento como a Zapata y Villa, y vuelven a cortarle la cabeza a un pueblo con ansias de un verdadero cambio, para dar paso a la nueva la clase social que se apodera del poder político. Por ello, ésta tan conocida revolución de 1910 fue una revolución capitalista.
En el caso de una cuarta transformación, hay que aclarar que no es la Cuarta Transformación de Andrés Manuel López Obrador, como él la ha denominado oficialmente, la que México necesita. Primero porque no hay tal transformación, segunda porque está haciendo lo mismo que hizo en otros tiempos la clase poderosa en el poder, solo ha cambiado de piel, o mejor dicho de color, pero en el fondo es la misma beneficiaria, la burguesía nacional y extranjera es la única beneficiaria de la política, a eso se debe que la pandemia nos ha permitido ver con más precisión el enriquecimiento de los ya poderosos económicamente a lado del presidente del país. AMLO busca cambiar a México con su supuesta lucha contra la corrupción, pero sin tocar a la burguesía dueña de grandes capitales, con el temor de aplicar una fiscalización donde el que gane más pague más impuestos y el que gane menos pague menos impuestos o no pague nada.
En algo si estamos de acuerdo, a nuestro país, no le queda de otra más que una verdadera cuarta transformación, pero esta transformación no la podremos llevar a cabo si el pueblo mexicano no se organiza y lucha para conseguirlo; necesitamos un país donde el pueblo tenga el control de los medios de producción, donde desaparezca la explotación de una clase sobre otra, donde la riqueza se reparta más equitativamente, que los que ganen más paguen más impuestos, donde los que tengan la edad de trabajar tengan empleo, donde verdaderamente el pueblo organizado decida lo que más le conviene y no en el régimen actual donde el que decide es una cúpula empresarial nacional y mundial. No nos espante, pero es necesario tomar el ejemplo de Rusia y China que buscan un régimen multipolar, a México le conviene. A esto llamaría, yo, la necesidad de una verdadera cuarta transformación.
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