México es una nación económicamente débil y dependiente, esto tiene su explicación en su origen y la poca o nula intervención por transformar su funcionamiento. Originalmente, durante el régimen colonial, España impuso una política mercantilista que frenó nuestro desarrollo interno, impidiendo nuestras relaciones comerciales entre colonias, así como la producción de variedad de productos de necesidades básicas, asegurando así el monopolio español. Posteriormente dejamos de ser colonia española para someternos al yugo norteamericano cuyas decisiones determinan las nuestras.
Desde entonces hasta el día de hoy, México depende económicamente y su competitividad estriba en vender fuerza de obra barata y no calificada que sirve a la inversión extranjera, ya que no somos capaces de fabricar nuestros propios medios de producción y terminamos vendiendo nuestra fuerza de trabajo, produciendo mucho y recibiendo poco, a empresas que sirven solo al capital y que, de esta forma, juegan el papel de potenciadores de la producción a bajo costo. Los portavoces del neoliberalismo dicen que somos exportadores a nivel mundial de automóviles, pero México no es sino el ejercito de trabajadores que le regala a las ensambladoras su sudor, su trabajo, sus energías a bajo costo.
Ahora vemos que Elon Reeve Musk, el segundo hombre más rico del planeta cuyo valor neto es de 178.7 mil millones de dólares y cuya fuente de riqueza son Tessla, SpaceX y Twitter, hizo oficial el miércoles de esta semana que construirá en el estado de Nuevo León su nueva gran manufactura en donde se fabricará su nuevo vehículo eléctrico de última generación, una de las cuatro plantas de ensamblaje que ya operan en el mundo con la intención de alcanzar la fabricación de 20 millones de unidades con miras al 2030.
Ante este anuncio, no hubo gobernadores que vendieran a su estado como el más apto para ser sede de tan gran inversión, pero olvidan o desconocen que la inversión extranjera y la deuda externa por si solas, no logran potenciar a nuestra nación y menos si somos un país tercermundista, dependiente y sin proyecciones a ampliar y fortalecer nuestro mercado interno. Por lo tanto, este nuevo proyecto será otra ensambladora cede devoradora de fuerza laboral barata.
Datos del Consejo Nacional de Evaluación de la Política de Desarrollo Social (Coneval), indicaron que el 40.1 por ciento de la población mexicana se encuentra en pobreza laboral, además que 51. 6 millones de mexicanos viven con un ingreso laboral inferior al valor monetario de la canasta básica alimentaria y que el 30 por ciento de los trabajadores ocupados trabajan más de 48 horas a la semana. Esto posiciona al país en el primer lugar de todos los que pertenecen a la OCDE, en donde más horas se trabajan al año, pues nuestro registro es de 2 mil 225 y el país cuya fuerza de trabajo es la más barata.
Según un estudio realizado por The Boston Consulting Group (BCG) para la Secretaría de Economía, en 2022, dice que el costo de la mano de obra en México representa un factor clave para atraer inversiones en las industrias de fabricación de maquinaria, automotriz, aeroespacial, eléctrica y electrónica. Javier Romero, directivo de la oficina de BCG aseguró que “el país se ha vuelto más atractivo para producir por cinco factores: su cercanía con Estados Unidos, su mano de obra barata y capacitada, su mercado doméstico con potencial de consumo y el talento gerencial mexicano para dirigir firmas”.
Es decir, nuestro país es un depositario de confianza para que las empresas aterricen aquí como resultado del nearshoring, ya que les resulta atractiva el potencial mexicano para trabajar muchas horas, cobrar poco y exprimir así todo el jugo a sus ganancias. Pero ¿Qué pasa con los mexicanos? Conociendo el funcionamiento de este sistema económico, ¿serán los trabajadores, o será México, quien salga ganador con la ejecución de este proyecto? Por supuesto que no. Si se logra capitalizar bien el proyecto, si acaso se logrará dar más empleos y reducir un poco las cifras del desempleo, aumentar la cantidad de gente que tenga un ingreso, aumentar la capacidad adquisitiva en masa poblacional, pero nuestra dependencia seguirá creciendo así como la explotación de nuestros obreros de forma acelerada.
Pero hay más. Según la nota de El País del 23 de febrero del presente año, en nuestro país hay fuga de talentos al extranjero para dedicarse a cualquier otro asunto menos a lo que dedicaron horas de estudio. “De acuerdo con datos del Observatorio Laboral de la Secretaría del Trabajo u del Instituto Mexicano para la Competitividad, un profesionista especializado en pedagogía recibe un salario promedio de 8.873 pesos al mes, mientras que podría recibir alrededor de 45.000 pesos por ejercer el miso trabajo en el extranjero”, expone la nota. Debido a esta realidad no es de sorprendernos que nuestros profesionistas decidan salir el país a trabajar con la finalidad de encontrar mejores salarios en el extranjero, pues además de ser nuestro país donde sus obreros trabajan más horas al día, hay una precarización del salario.
De esta forma, los integrantes de familia que se encuentran en el extranjero mandan un poco de su salario a sus familiares y acrecentando así el envío de remesas, ingreso que ha venido en aumento como lo hace constar la nota de El Sol de México, del primero de marzo de 2023, donde expone que el flujo de remesas en enero alcanzó un monto de cuatro mil 406 millones de dólares, el más alto desde que se tiene registro en 1995 según el Banco de México. Pero además hemos escuchado en varios discursos de Andrés Manuel López Obrador que las remesas han venido aumentando en los últimos años y que son significativas para el bienestar de las familias mexicanas, además de que representan una parte importante en las estadísticas económicas del país.
Debido a las condiciones económicas en México, nuestro país está más endeudado, es más dependiente, con obreros que venden su fuerza de trabajo a bajo costo y a costa de horas y horas de explotación, nuestros profesionistas buscan mejores oportunidades de empleo desechando muchas veces sus conocimientos cuando encuentra un empleo que les paga mejor que por aquello que estudiaron muchos años y, finalmente, un país donde las remesas son parte fundamental para el bienestar de sus habitantes.
Esta es nuestra realidad, no la que nos quieren vender nuestras autoridades y aquí no hay felicidad, prosperidad, bienestar, transformación ni ningún otro adjetivo parecido que utilicen en sus discursos panegíricos los defensores de este gobierno. Aquí lo que reina es la pobreza, la explotación, la desigualdad y la injusticia.
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