MOVIMIENTO ANTORCHISTA NACIONAL

Luchemos juntos y organizados

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Dirigente antorchista del municipio de Manzanillo

Una de las ideas que más ha calado mi conciencia, es la de la existencia de clases sociales. Estar en el proceso de entender sus causas y sus consecuencias, me ha obligado a encontrar razones lógicas a muchos de los problemas que nos acontecen. El mundo está dividido en dos clases sociales, los que tienen casi todo y los que tienen casi nada. Y como esta concepción tiene muchos muchos años, la división se ha nombrado de distintas maneras: burguesía y proletariado, dominantes y dominados, poseedores y desposeídos, entre otros; sin embargo, esta división de clase no siempre ha sido así.

La historia de la humanidad nos cuenta, que fue cuando se descubrió la agricultura, que apareció la propiedad privada, es decir que antes de eso, la manera de andar, de comer, de dormir, de trabajar, era colectiva, los pobladores eran nómadas, por lo que no tenían nada que los atara al lugar por donde pasaban, pues además estaban en búsqueda constante de un mejor lugar para sobrevivir a las inclemencias del tiempo, a las feroces fieras del terreno, entre otras tantas adversidades.

Una vez que descubren la agricultura, como forma de vida y de producir sus alimentos, y se empieza a producir en exceso; es decir, más de lo requerido para satisfacer sus necesidades básicas de alimentación; lo sobrante, motivó los intereses individuales y con ello los sentimientos y emociones más vacíos que nos podamos imaginar. 

Tal como lo describe el texto de "gallinas” publicado en 1910, del autor Rafael Barrett, que encontré en las redes, “la propiedad privada me ha hecho cruel. Siempre que compraba un gallina, la ataba dos días a un árbol para imponerle mi domicilio, destruyendo en su memoria frágil el amor a su antigua residencia. Remendé el cerco de mi patio, con el fin de evitar la evasión de mis aves, y la invasión de los zorros de cuatro y dos pies. Me asilé, fortifiqué la frontera, tracé la línea diabólica entre mi prójimo y yo. Dividí la humanidad en dos categorías; yo, dueño de mis gallinas y los demás que podían quitármelas. Definí el delito. El mundo se llenó para mí de presuntos ladrones, por primera vez lancé del otro lado del cerco una mirada hostil…Estoy envenenado por la desconfianza y por el odio. Antes era un hombre, ahora soy un propietario”.

Y así empezó la trágica historia de la desigualdad social y sus consecuencias en todo el mundo.  O sea, toda nuestra vida en sociedad está determinada por las relaciones de producción donde están implícitas las relaciones sociales de los hombres, y el horroroso anhelo de siempre poseer, aunque sean cosas innecesarias para nuestra vida.  Antes, el hombre producía para comer, ahora produce para vender y vender, para producir riquezas y riquezas de las cuales solo le toca una misera parte. Entender esto no es sencillo, pues tenemos cientos de años creyendo que la naturaleza de la sociedad es la competencia, la rivalidad, la supervivencia, y con base en esos principios que no san inoculado, hemos hecho nuestra vida, a imagen y semejanza de la clase que nos domina. 

Las consecuencias son todas las que vemos y sentimos en el día a día, aunque como son tantas, y tan seguidas y ya tan graves, es casi imposible visibilizarlas y encontrar sus raíces.

Por ejemplo, el fenómeno de la migración. ¿Por qué miles de personas deciden salir de su país en caravana hacia otro lugar menos hostil, aun sabiendo que pueden morir en el intento? ¿Qué condiciones de vida tienen en sus países para querer arriesgarse a vivir otro infierno, solo con diferente diablo?  ¿Por qué se intenta invisibilizar un fenómeno tan grave por parte de los gobiernos? Veamos. 

En 2019, entre enero y marzo, más de 300 mil personas cruzaron el país de forma irregular con rumbo a Estados Unidos, la mayoría provenía de centro América, especialmente de Honduras (www.bbc.mundonoticias). En 2022, las autoridades de México y Estados Unidos deportaron a más de 196,300 ciudadanos centroamericanos, entre ellos más de 35 mil niños y adolescentes, según un informe de la Organización Internacional para las Migraciones (OIM). En ese mismo año se detuvieron a 2.76 millones de personas indocumentadas en la frontera de Estados Unidos y México.

En marzo de este año, una nueva caravana de aproximadamente 500 migrantes de varios países, salieron de Chiapas, desesperados porque las autoridades de migración no les han entregado sus documentos para transitar por el país, en su destino hacia Estados Unidos. La última y estremecedora noticia sobre la muerte de migrantes, es una vil cachetada que la realidad nos da, de la gravedad del problema migratorio.  Fallecieron 37 personas, y tres más quedaron graves. Después de dos semanas de lo sucedido, las autoridades apenas iniciaron la repatriación de los cadáveres.  

La explicación de este fenómeno, ya imposible de ocultar, se encuentra justamente en la división de la sociedad, la lucha de estas dos clases sociales antagónicas, y la consecuente deshumanización de la humanidad.  Por un lado, el ansia de ganar más y más, la avaricia de la clase dominante que somete a millones de trabajadores en todo el mundo.  Y, por otro lado, la clase trabajadora, que no teniendo más que su energía para trabajar y sus conocimientos, se entrega inevitablemente al mejor comprador, que sin dudarlo lo explotará hasta la muerte, y lo usará siempre de la mejor manera para acrecentar sus riquezas.  Que miles de centroamericanos lleguen a nuestro país, queriendo llegar a Estados Unidos, creyendo que ahí si les irá bien, es no saber que ese pretendido destino, es el mismo infierno, pero con diferente diablo, pues la división de la sociedad es a nivel mundial.

Creo que lo único que nos queda, y no es utopía, es que la clase trabajadora de México y del mundo se una como una sola, y juntos enfrentar a nuestra clase antagónica y luchar por un mundo más justo. Suena trillado, y suena a un sueño, pero la historia demuestra que eso sí es posible, pero además es urgente y necesario.

En México, desde hace ya casi 50 años, el Movimiento Antorchista Nacional, es la única organización que lucha verdaderamente por combatir la pobreza y mejorar las condiciones materiales de millones de mexicanos que se encuentran viviendo un verdadero infierno, pero los problemas de nuestro país son cada vez mayores y es necesario sumar fuerzas, voluntades e inteligencias; sumar a más gente noble que esté dispuesta a luchar por un mundo más justo. La realidad habla, la invitación está hecha. 

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