MOVIMIENTO ANTORCHISTA NACIONAL

Los trabajadores de la salud deben dejar atrás el sistema que los sacrifica

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La función social humanitaria de los médicos, enfermeras y, en general, de todo el ejército que hoy combate diversas enfermedades, entre ellas la covid-19, no podrá ejercerse ni cumplir sus objetivos de aquí en adelante bajo el mismo esquema de organización del sistema público de salud mexicano que nos condujo a la actual catástrofe. Hay que cambiarlo, desecharlo y crear uno nuevo. Dejando de lado por el momento al sector privado dueño de los mejores y más caros hospitales —inaccesibles para la empobrecida mayoría del pueblo—, la desgracia que hoy afrenta, daña y causa muertes a los trabajadores de salud del sector público es producto, por un lado, de muchas décadas de sometimiento y control del personal médico y sus auxiliares y administrativos, de arrodillarlo por medio de sindicatos charros que le han suprimido toda voluntad e iniciativa organizativa independiente; y, por otro lado, la desgracia es producto también de que el sistema nacional público de salud está diseñado sólo para mantener mínimamente sana, viva y explotable a la clase trabajadora, no más, aunque duela aceptar esta realidad que hoy nos da bofetadas para recordárnoslo.

Las decisiones que durante décadas se han tomado para diseñar dicho sistema público de salud, a pesar de presentarlo como "éxitos del estado de bienestar", se hicieron por las clases gobernantes a espaldas no sólo del pueblo, sino de la masa de médicos y enfermeras y los resultados están a la vista: total indefensión del pueblo y de los propios trabajadores de la salud ante las enfermedades y hoy, más dramáticamente, ante el coronavirus —pero ya estábamos así desde antes de esta pandemia, no se nos olvide—. El médico de batalla y su inseparable enfermera, esos que tratan con el empleado y el trabajador de base, con el humilde obrero accidentado o desechado por viejo, médico y enfermera que no son más que empleados que han sobrevivido modestamente durante décadas, o sus actuales generaciones suplentes, y que no se han incorporado —por causa de leyes económicas, objetivas— a ese mínimo sector de privilegiados médicos de caros consultorios y exclusivas clínicas, ese médico y enfermera, repito, no cuentan para los poderosos de México. Su tragedia de hoy es la prueba rotunda de ese desinterés; sólo han sido instrumento de control social sanitario para generar en un siglo de maniobras y engaños la acumulación de riqueza en unos cuantas familias más brutal que esta nación ha tenido. La indefensión que hoy los expone al mal, por mucho que nos cueste aceptar esa realidad también, prueba que son desechables, sacrificables, justo como el resto de su clase social proletaria.

Morena, con su 4T y Obrador a la cabeza, no han modificado ese esquema y más bien lo han profundizado, empeorando la situación. Los espantosos recortes de presupuestos que ha llevado a cabo con sus diputados y el nulo incremento al de Salud (0.52 por ciento del PIB, cuando la OMS recomienda al menos un 6 por ciento), así como todas las increíbles denuncias que han trascendido en los medios de comunicación de nuestro país, como la suspensión improvisada de compras de medicinas y su desabasto, el desastre del INSABI, la carencia de todo en los hospitales públicos, la reducción de los servicios y su consecuente privatización, la casi nula inversión en educación, ciencia y tecnología, la indolente reacción tardía y los manejos tramposos de las cifras del coronavirus, la anticientífica evasiva a practicar pruebas masivas y de manera particular al sector de la salud, etcétera, todo eso ha conducido a poner al personal médico en el más grande riesgo que jamás tuvo. Eso fue Morena, esos son sus resultados, Antorcha lo denunció a tiempo y por eso conscientemente no votamos a su favor, y eso van a seguir haciendo sus actuales diputados y funcionarios cuando se de dé la desbandada por su predecible extinción y quieran seguir gobernando desde otro membrete político. Eso va a seguir haciendo quien suceda a López Obrador desde esa u otra vestimenta política. Con ellos, aunque cambien de disfraz, la labor social médica no tiene futuro; quizá sólo a los más bien acomodados les vaya bien, pero en todo caso, será una mínima parte.

Ante este panorama, Antorcha se suma a la exigencia de que el gobierno federal dote de manera inmediata a todo el personal médico de la protección necesaria para ejercer su función, y exhorta a la población en general a no culpar a sus hermanos de clase de la tragedia por la que están pasando, a no agredir al personal médico y, por el contrario, a proteger a quien de hecho significa su única protección posible inmediata ante este mal. Es de bien nacido ser agradecido.

En cuanto a los propios trabajadores de la salud, debo señalarles que, una vez que hayan salido de esta negra etapa, su primera obligación preventiva, para garantizar la propia existencia de la medicina como actividad humanitaria esencial para la vida social, será no volver a permitir que se conjuguen y persistan los factores que nos llevaron a este fatídico punto. Es necesario sacudirse las formas de pensar sumisas o, peor aún, arrastradas, que sólo nos condujeron a la ignominia y a la fatalidad, y levantar cabeza. La tarea médica revolucionaria consiste en organizarse, estudiando las ciencias sociales y el método dialéctico, para luchar por arrebatar el poder de su gremio a quienes los han mantenido sometidos, desunidos y postrados ante los poderes sindicales charros. El sindicalismo ha mostrado claramente sus limitaciones históricas, no ha servido para detener las agresiones de las clases gobernantes contra sus agremiados ni mucho menos para defenderlos dignamente en esta hora aciaga. Es necesario que las masas de médicos y enfermeras del pueblo eleven su lucha más allá de las miserables migajas sindicales, y sometan a su control racional, organizado y científico todos los mecanismos de la aplicación de la medicina social; para poder velar con éxito, como dice el juramento hipocrático, ante todo por la salud y el bienestar de sus pacientes, deben dar un salto cualitativo, imprescindible, y organizarse de manera superior, como lo propone Antorcha, en una forma tal que les garantice, además de su propia sobrevivencia hoy amenazada, su participación en la toma de decisiones de su destino gremial al tiempo que vayan de la mano con las organizaciones populares que defiendan auténticamente los intereses de los desheredados y participen con ellas en la toma del poder de la nación, mediante las formas constitucionales y pacíficas, para transformar este inhumano modelo económico de distribución de la riqueza.

Si después de esta crisis, la función médica, su estructura y su infraestructura siguen organizándose de acuerdo con una filosofía que vaya en contra de los intereses superiores del pueblo mexicano y de los propios trabajadores de la salud, como hasta ahora ha sucedido; si de nada valdrán las muertes y los sufrimientos que de seguro se acrecentarán en las semanas siguientes, para cambiar de actitud; si los médicos y enfermeras, camilleros, especialistas, administrativos y todas y todos los que trabajan en esta actividad permiten que de nuevo se les imponga el viejo sistema de control, entonces el pueblo mexicano puede considerar en grave peligro su propia existencia. ¡Ya no estamos para volver atrás; caminar como nación hacia adelante implica despojarse de lo viejo y ruin!

Por nuestra parte, los invitamos a conocer más a fondo a Antorcha, a aplicarnos las bases científicas del conocimiento que ustedes deben tener para su práctica elemental y a no quedarse en la superficie de los fenómenos, a no enlodarse en la leyenda negra que se ha construido sobre nosotros, los antorchistas, y a que nos pregunten, a que conozcan las propuestas que tenemos para la nación, propuestas que hemos resumido en cuatro ejes que aplicaremos cuando los pobres gobernemos este país.

Finalmente, queremos refrendar a los trabajadores de la salud todo nuestro apoyo, respeto y admiración y ponemos a sus órdenes nuestra humilde voz. En estos momentos, nuestra existencia depende de ustedes y es lo menos que podemos hacer.

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