No. Distintos comentaristas políticos han visto con sorpresa los más de 35 millones de votos obtenidos por la candidata del oficialismo. Algunos, mayoritariamente con lamentos, expresan su preocupación debido a que en el país ganaron candidatas y candidatos de ese partido, aun siendo desconocidos o con pésimos resultados durante los años anteriores.
Pareciera como si a la población se le hubiera olvidado todo lo ocurrido: los cientos de miles de muertos por el desastroso manejo de la pandemia de covid-19, la invasión del crimen organizado en el país que tiene controlados territorios, estados y municipios completos, los cientos de miles de muertos por la delincuencia, la elevación de los precios y el crecimiento de la pobreza, el deterioro en salud, educación, vivienda y el nulo avance en infraestructura en México.
Los empresarios, con sus medios de comunicación gigantescos, han creado un país imaginario que se basa en las fantasías del presidente.
Después de ese desastre es lógico (desde la perspectiva formal) pensar que la población estaría inconforme y aplicaría un voto de castigo a los candidatos oficiales. Pero no ocurrió así y el triunfo de Sheinbaum supera numéricamente el tsunami que logró López Obrador hace seis años.
Pero quienes ven una sorpresa se olvidan (o no quieren reconocerlo) de que la sociedad en que vivimos está dividida en clases sociales antagónicas, entre opresores y oprimidos, entre poseedores y desposeídos.
Asimismo, se olvidan de que la sociedad tal y como la vemos está construida sobre una base económica que determina en última instancia todos los aspectos de la vida en sociedad, entre los que tienen todo y los que no tienen nada.
Los primeros, desde el origen de la explotación, han tenido gigantescos instrumentos jurídicos, ideológicos y políticos para mantener el estado de explotación que les beneficia, llegando al grado de que muchos de los defensores de la explotación son los mismos explotados.
El triunfo de Sheinbaum es el triunfo del gran capital, del grupo de empresarios, que son los hombres que concentran hasta el 90 % de la riqueza producida en nuestro país, y que se vieron beneficiados y están contentos con la política establecida por Morena, que les trajo múltiples ganancias a pesar de que la pandemia hizo quebrar o empobreció a unas cuatro millones de personas en México.
“Se ayuda también a los de arriba. Yo les puedo decir que no hay un rico de México que en el tiempo que llevamos gobernando haya perdido dinero; al contrario, les ha ido bien”, comentó López Obrador el 22 de mayo de 2022 durante su conferencia matutina.
Y, en efecto, los millonarios son los beneficiados reales del régimen actual. Y por esta razón, pusieron todo su poder económico, que se traduce en poder mediático, al servicio de Morena.
Los empresarios, con sus medios de comunicación gigantescos, han creado un país imaginario que se basa en las fantasías del presidente. Ha sido, desde hace ya varios años, una repetición ininterrumpida a través de redes sociales, televisión, radio, periódicos, revistas, etcétera, de los mensajes de López Obrador.
Ese poder mediático es el que se ha encargado de hacer llegar al poder a quienes el capitalismo mexicano considera conveniente, es el mismo que una vez tocados sus intereses pueden destruir, acabar con el mismo o más ímpetu a la persona o partido que quieran.
Además de esto, sumen la cantidad de recursos públicos usados para la compra masiva oficial de votos, el control total del órgano electoral, los servidores públicos (es decir, gente pagada) promoviendo a lo largo del país y un larguísimo etcétera.
Fue una elección de estado, dicen algunos. Lo fue, en efecto, pero también se puede decir que fue una elección del capital. Fue una escaramuza electoral no de pobres contra ricos, sino de superricos contra ricos, en la que ganaron los multimillonarios, la cúpula de los hombres del dinero en el país.
Con este panorama: ¿cuál fue la sorpresa? No la hay para quienes tengan conocimiento esencial de la sociedad en que vivimos. Lo único que queda es seguir trabajando en la educación política de los trabajadores del país, aquellos que quieran escuchar, para liberarlos de la gigantesca manipulación de la que han sido víctimas nuevamente, pues son los trabajadores a quienes les va a tocar pagar los desastres del segundo piso de la transformación.
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