MOVIMIENTO ANTORCHISTA NACIONAL

Linchamientos: ¿es la justicia que necesitamos?

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En recientes días se registraron dos hechos lamentables que enturbiaron la conciencia social. El primero se registró en Acatlán de Osorio, Puebla, y el segundo en Tula de Allende, Hidalgo; en ambos casos dos personas fueron linchadas y quemadas vivas. Actos lamentables, atroces y totalmente reprobables. Sin embargo, no es la única ocasión en que la población actúa de esta forma. Sin embargo, de acuerdo con datos arrojados por medios informativos, en lo que va del año se han registrado ocho casos similares en la entidad poblana, dejando como saldo muertos.

Hay hartazgo social. La gente está cansada de ser víctima del hampa sin que las autoridades encargadas de impartir justicia cumplan con su labor de forma pronta y expedita, solapando así, quizá de forma involuntaria, las actividades de los delincuentes. Todos tenemos a algún familiar, amigo o persona cercana que ha sido víctima de la delincuencia y sabe que en muchos de los casos los responsables permanecen impunes.

Pese al discurso de las autoridades estatales en el que garantizan la seguridad para los ciudadanos con propaganda y discursos, en la realidad sabemos que esto no es así; mientras vemos en el noticiero que se adquiere equipo tecnológico de punta para los elementos policiacos, en la calle nos enteramos de los robos a transeúntes, en transporte público, a casa habitación, de autopartes, entre muchos otros. A esto se suma el escaso poder adquisitivo de las familias que con mucho esfuerzo logran sobrevivir con dos o tres salarios mínimos. Es decir, trabajan mucho para obtener poco y eso también se lo arrebatan sin que la justicia actúe. ¿Qué le queda pues? ¿Esperar la justicia como quien espera a Godot?

Los índices delincuenciales van en aumento, crecen a gran velocidad, misma que contrasta con el actuar de las autoridades judiciales y que alimentan el sentimiento de impotencia del ciudadano, que sabe que en cualquier momento ser nuevamente víctima de la delincuencia. Harto de esta situación, muchas personas al verse respaldadas por otros como él, de manera irracional y sin analizar, deciden hacerse justicia por mano propia. Ahí, la víctima pasa a ser víctima y acusador, a ser juez y verdugo, dejando de lado a un sistema judicial que ha sido rebasado por la realidad y no cumple su función de impartir justicia. Pero en ese afán de hallar la justicia negada por un gobierno ineficaz se cruza la línea de la ilegalidad: nadie puede hacerse justicia por mano propia, nadie tiene derecho a asesinar a otra persona, nadie tiene debería ser castigado sin un juicio que le permita defenderse. Hacerse justicia por mano propia tiene muchas aristas ilegales: una de ellas es castigar a quien no lo merece, como los casos mencionados.

En este contexto, me parece que lo más sano, lo que más nos conviene, es ser una sociedad organizada y educada, estar consientes de nuestros derechos para exigir que sean respetados y a su vez respetar el de los prójimos. La Ley del Talión no debería aplicarse (y menos en casos no probados), puesto que tenemos autoridades y todo un sistema que se debería encargar aplicar la justicia, y si no es así, entonces es la sociedad, el pueblo en su conjunto, quien debe exigir a las autoridades que cumplan su función para procurar justicia y evitar que se llegue a este tipo de barbaries.

Como queda exhibido, enardecer a las masas para que lleve acabo alguna acción es fácil, bastaron algunos gritos y motivos -falsos en estos casos- para un grupo de pobladores se abalanzara a asesinar a personas inocentes. ¿En dónde queda la responsabilidad de los agitadores? ¿Sabrán, quienes encabezaron estos actos, el peso que traían acuestas? ¿Guiar correctamente al pueblo enojado es fácil? La realidad nos dice que no. Hasta para exigir justicia, justicia verdadera, se requiere de personas inteligentes, capaces, de explicarle al pueblo el por qué de su inconformidad y canalizarla adecuadamente.

ítem más. Decíamos en un principio que la gente esta harta de la delincuencia, que la delincuencia, pese a los esfuerzos de las autoridades –pocos o muchos- son insuficientes, ¿por qué el hampa día con día engrosa sus filas? Una respuesta lógica es la falta de oportunidades, de un empleo en el que las personas puedan desarrollar y potencializar sus habilidades y le permitan llevar honradamente el sustento diario a sus familias. Esto puede entenderse como una de las causas principales.

Hace falta pues, que el gobierno cree fuentes de empleo para todas esas personas que carecen de éste, pero no sólo se trata de generar empleos a diestra y siniestra, sino que estos deben remunerarse adecuadamente, es decir, que le permitan al trabajador y a su familia vivir con decoro, que pueda alimentarse, curarse, educar a sus hijos y acceder a una recreación sana. Esto le quitaría considerablemente a la delincuencia posibles candidatos. El malestar social se reduciría evitando que la gente busque por mano propia justicia o venganza equívoca.

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