MOVIMIENTO ANTORCHISTA NACIONAL

Legalizar chocolates para conseguir votos en 2024

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Desde hace meses, los medios de comunicación dan cuenta de cómo el presidente de la república en diferentes giras ha insistido machaconamente en firmar con diferentes gobiernos estatales el llamado "Acuerdo para la regularización de vehículos usados de procedencia extranjera", por el que se pagará 2 mil 500 pesos y la gente podrá viajar en su vehículo sin ser molestado por ninguna policía, es decir, legalmente, incluso por todo el país. Según las propias palabras de AMLO “es para garantizar la seguridad y para beneficiar a las familias de bajos ingresos”. Entre los varios aspectos por analizar que hay en esta medida, está la manipulación masiva que pretende y que los trabajadores deben comprender para no ser sus víctimas. 

Las entidades que ya forman parte del programa son: Baja California, Baja California Sur, Sonora, Chihuahua, Coahuila, Nuevo León, Tamaulipas, Michoacán y Nayarit. “Ya se emitió un acuerdo para que se regularicen los carros que no tienen papeles, que han traído nuestros paisanos a sus familiares, porque no todos tienen para comprar uno nuevo…”, explicó un Obrador extremadamente comprensivo. Esta acción, indicó, “…es para agradecer las contribuciones que realizan los mexicanos que viven en Estados Unidos y que envían dinero a sus familias…”. Parecería esto una gran obra de un gobierno que en verdad pone primero a los pobres, pero invito aquí a mis lectores a reflexionar en los siguientes datos y opiniones para descubrir la trampa.

Según El Financiero del 11 de diciembre pasado, en la nota “¿Cuántos autos ‘chocolate’ planea AMLO regularizar con su acuerdo?”, se contempla la nacionalización de más de 2.2 millones de vehículos chocolate que circulan en los siete estados de la frontera norte de México, que era la propuesta original, —aunque, típico de todo buen político en campaña acostumbrado a romper sus primeras promesas, ya incluyó en ese acuerdo a estados no fronterizos como Michoacán y Nayarit— y es de esperar que al rato integre a todo el país, en el que “La Ley de Ingresos de la Federación hizo un estimado sobre la cantidad de autos chocolate que hay en nuestro país y la cifra asciende a los 18 millones; es decir, el 25% de la flota vehicular en México”, reportó excelsior.com.mx del 20 del mismo diciembre pasado.

Recuerde usted que los autos chocolate son coches que provienen del extranjero, principalmente de Estados Unidos y entran a nuestro país de forma ilegal. El nombre se debe a que en la frontera norte del país en un principio se solía llamarles autos “chuecos”, pero poco a poco, jugando con la palabra, vendedores y compradores derivaron la intermedia “chuecolate”, para terminar en “chocolate”. Suelen ser de buena calidad y tener buen rendimiento, además resulta más barato adquirir uno de estos que los que proceden de una agencia en México; sin embargo, es cierto que presentan muchos problemas para conseguir sus refacciones, y muchos compradores son víctimas de todo tipo de pillos. Pero no se puede negar que la adquisición de carros chocolate es una alternativa económica para millones de mexicanos que no tienen suficientes recursos para hacerse de un medio de transporte legal o ser sujetos de crédito. La compra masiva de este tipo de carros, pues, es una expresión de la mala situación económica de las clases olvidadas que las poderosas no han sido capaces de resolver en décadas, además de un excelente negocio para quienes tienen la estructura de su distribución, con una compleja red de corrupción en aduanas de México y, además, una buena forma capitalista de deshacerse del parque vehicular excedente en Estados Unidos, para seguir vendiendo más. 

Ahora bien, los manipuladores saben bien que el efecto psicológico de poseer un auto cualquiera, nuevo o usado, chueco o no, se manifiesta, por ejemplo al intentar venderlo: hay una sobrevaluación por parte del poseedor, quien se siente atado emocionalmente al vehículo, pues, luego de comprarlo, regularmente le ha invertido algo más de su propio patrimonio, gastó en composturas, refacciones y mejoras, siempre buscando ahorros y ofertas, le ha invertido también su propio tiempo, sobre todo si es un vehículo que adquirió ya usado; quizá lo pintó, le compró llantas y a veces pasó hasta días buscando afanosamente una refacción o parte. El vehículo personal tiene, pues, un valor especial para el poseedor, un valor agregado que sólo él comprende, porque si lo vendiera, nadie, ningún comprador tomaría en cuenta todo su esfuerzo personal para mantener al vehículo en condiciones que lo hagan vendible. Todo esto se puede desvanecer en un instante si el auto es ilegal y las pérdidas y las mordidas suelen costar semanas de trabajo; no hay certeza alguna para 18 millones de personas que esperan ansiosos una mano, un gesto que les ayude.  

También saben esos manipuladores que, dado nuestro ambiente social adverso, el dueño humilde de un vehículo usado y, en este caso, ilegal, carente por lo general de otras formas de expresión, como las culturales y las artísticas, vierte en su carrito parte de su personalidad y llega a identificarlo consigo mismo. Esta forma de individualismo predispone al poseedor a reaccionar intensamente, incluso hasta agresivamente, cuando algo amenaza o ha dañado su vehículo. Las pequeñas miserias de la vida, a las que el todavía ilegal dueño suele magnificar, le conducen a sentirse todopoderoso una vez que está al volante: se transforma casi milagrosamente en el único conductor que maneja bien, critica a todos desde el poder de su asiento, verdadera cátedra obispal sobre ruedas, incluso siente que su palabra debe ser incuestionable ya sea en política, religión o en asuntos familiares, donde revela más una actitud dictatorial e impositiva: todo ello sucede tras el volante una vez que el vehículo está en marcha. Al mismo tiempo, la publicidad manipuladora de los capitalistas productores y distribuidores de carros, a través de todos los medios de comunicación sin excepción, inyecta en el consumidor, pero sobre todo en los trabajadores, esta forma de entender la relación entre el individuo y el resto de la sociedad. Suele promover un comportamiento fundado en que la verdadera realización del ser humano está en la posesión de un vehículo, que el poder reside en el control del acelerador y del volante… y lo logra. Y para un humilde, lo más cercano a este falso ideal es el auto chocolate. 

Esta enajenación es un triunfo ideológico de los explotadores. La posesión del carro es una de las variadas formas en que el trabajador rechaza su esencia colectiva, su verdadero ser, y abraza y se aferra a la ilusión de que sólo como individuo aislado le irá mejor en la vida y que no necesita ni requiere del resto de la sociedad, ilusión recreada por la ideología burguesa dominante miles de veces al día hasta hacerla ver tan natural que lo contrario, es decir la fuerza del colectivo, la vida en él, parece como un pecado inconcebible. Así, el trabajador, que sólo existe porque es muchos a la vez, voluntariamente se debilita y autodestruye su fortaleza, reniega de sí mismo como clase social. Y así se desactiva e inutiliza la más maravillosa fuerza social que jamás haya existido: la de los humildes unidos, organizados, conscientes, germen del futuro luminoso de nuestra especie.

Ese es el sentimiento individualista del que se aprovechará AMLO con su medida de legalizar esos autos, la base que le permitirá manipular a nuestros compatriotas. Tocará las fibras más profundas de la pasión que anida en el pecho de los trabajadores y que auto elimina su capacidad de cuestionar qué hay tras las palabras y las medidas de los políticos. En lugar de ello, el dictador hallará un ambiente mental que le permitirá lograr que la gente identifique la seguridad jurídica sobre su vehículo de origen extranjero como un beneficio directo a su persona, “sin intermediarios”, por parte de AMLO, Morena y la demagoga 4T y hasta quede tan agradecido con quien “sí toma en cuenta todo su esfuerzo personal” que vuelva a votar por ellos, sin importar ni pensar que pudo haber sido una medida inmediata, desde hace años, cuando tomó el poder federal. Pero tampoco olvide el beneficiado que AMLO prefirió esperar hasta que fuera conveniente electoralmente, tan conveniente como quizá 18 millones de votos, sin importarle que sufriéramos tres años más de ilegalidad; que, si quisiera, podría haber sido gratuita, si tanto le interesaba beneficiar y agradecer a los humildes; y menos olvide el propietario del chocolate que el argumento de AMLO de que la legalización es para darnos seguridad equivale a una burla cuando ya lleva su gobierno más de 107 mil muertes dolosas en tres años y su gobierno, el pasado 5 de enero, le dio la espalda arrogantemente a las madres de Sonora buscadoras de sus hijos desaparecidos, intentando debilitarlas y tronarlas como organización popular. No hay tal argumento de seguridad, al contrario, con Morena gobernando se ha disparado la inseguridad, no se le puede creer a quien así pretende desaparecer las organizaciones del pueblo y presenta tan malos resultados. No le podemos creer a AMLO que quiera “agradecer” el envío de dinero que hacen los mexicanos en Estados Unidos a sus familiares, porque si lo quisiera verdaderamente se estarían construyendo en este momento decenas de miles de obras y servicios que necesita nuestra gente en sus colonias y comunidades, como clínicas, hospitales, escuelas, reparaciones de miles de ellas, introducción de agua potable, drenaje y de electricidad en otras tantas miles de comunidades, créditos para el campo, para los pescadores, para los pequeños empresarios, pavimentaciones, banquetas, caminos, puentes y tantas y tantas obras y servicios más. Pero a todo eso AMLO, Morena y la demagoga 4T le cortaron los presupuestos federales, estatales y municipales y a todos los que piden contestan con un “No hay”. La demagogia de AMLO consiste en aventar arena a los ojos de los trabajadores dueños de chocolates, para cegarlos, engañarlos una vez más, aprovecharse de sus anhelos y de su buen corazón y volver a robarles el voto, esta ocasión el de 2024. Los trabajadores tienen que usar gogles u otro tipo de lentes protectores de los ojos para no caer en el engaño, deben exigir la legalización de sus autos e incluso la gratuidad del proceso, mediante la creación de comités de amigos y camaradas, coordinarse con otros similares que también los posean y acudir en masa a demandar la atención a sus demandas colectivas.

La emancipación del hombre no reside en la seguridad jurídica sobre su vehículo, aunque sea bueno que la tenga y que luche por ella. Tampoco reside en la seguridad jurídica sobre cualquier bien, mueble o inmueble —aunque sea bueno que también la tenga y luche por obtenerla—, porque puede ser afectada y hasta nulificada por cualquier cataclismo natural o social, como tantos que hay. La emancipación del hombre trabajador empieza por la recuperación de su esencia colectiva, la única que podrá garantizarle seguridad en todos los sentidos: ¡Unión, fraternidad y lucha!

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