En el país y el mundo reina una verdadera pandemia, no sólo de la covid-19, sino, mucho antes, la de la desigualdad y de la pobreza, por lo que se alza un clamor general pidiendo igualdad de condiciones materiales (trabajo, aumento de salario, educación, salud, entre otros). Pero el problema debe plantearse desde la creación de una fuerza política, respaldada por el pueblo consciente de las causas verdaderas de su fatal realidad, y desarrollar un criterio firme, responsable ante este problema fundamental, tomando el poder político en sus manos. Por eso, me he creído en el deber de exponer mi opinión y tratar, hasta donde mis limitaciones intelectuales me lo permitan, a fondo la cuestión, a riesgo de someter la paciencia de quien pueda leer estas líneas a una dura crítica.
Pero, a pesar de eso, quiero dejar constancia con este escrito que habemos quienes tratamos el problema desde un punto de vista que difiere, en su esencia, de la idea de un personaje que, creyendo actuar en interés del pueblo, ha desarrollado ante todos nosotros, y además defiende públicamente, políticas de intervención que él sabe son profundamente impopulares entre la clase desposeída, y que, tarde o temprano, generará una mayor crisis en el país. Con esto, paso a la cuestión que me ocupa.
Las políticas y/o estrategias que han servido como base de desarrollo de un país, no pueden trasladarse a otro con circunstancias totalmente adversas y condiciones materiales diferentes, así como las revoluciones no pueden darse de la mimas manera de una sociedad a otra. Las revoluciones impulsadas sin ninguna base firme ni objetivo claro, pueden avanzar arrolladoramente de éxito en éxito, sus efectos dramáticos se atropellan, los hombres y las cosas parecen iluminados por fuegos de artificio, el éxtasis es el espíritu de cada día; pero estas revoluciones son de corta vida, llegan en seguida a su apogeo y una larga depresión se apodera de la sociedad, antes de haber aprendido a asimilarse serenamente los resultados de su periodo impetuoso y agresivo.
En cambio, las revoluciones con un proyecto bien definido, con estructura sólida, impulsadas por un objetivo claro y, sobre todo, cobijadas por la clase proletaria, se critican constantemente a sí mismas, se interrumpen continuamente en su propia marcha, vuelven sobre lo que parecía terminado, para comenzarlo de nuevo, se burlan concienzuda y cruelmente de las indecisiones, de los lados flojos y de la mezquindad de sus primeros intentos y, haciendo un estudio científico del desarrollo histórico de la realidad material, toman ejemplos de otras revoluciones y actúan en consecuencia para resolver los problemas sociales, políticos y económicos del país en cuestión.
Por eso, creer que las medidas dadas en un país como Dinamarca podían aplicarse de igual modo en nuestro país, sobre todo en el sistema de salud, es una burla a la realidad concreta de nuestro país. El resultado, una verdadera crisis en el sector salud, mal manejo de la pandemia, lo que ha traído consigo un acelerado crecimiento de contagios y muertes por la Covid-19, somos el primer lugar en muertes de personal de salud por este virus. No se puede sólo copiar las estrategias de otros países, antes, se necesita hacer un estudio científico de la realidad mexicana, comprender la situación objetiva del país para desarrollar así, medidas científicamente fundamentadas y aplicables a nuestra realidad. Pero si el estudio y el análisis es superficial, si se cree que uno de los tantos problemas del país es la causa misma de todos los males (como la corrupción), el resultado es una falsa revolución, un intento de "transformación” que no hace más que agudizar el problema del país y mantener el mismo régimen que lo provoca. No hay un cambio de estructura, de fondo y que arranque de raíz las causas verdaderas de la pobreza y de la desigualdad.
Según el estudio "concienzudo” de Morena de la realidad mexicana, la causa de los problemas del país es la corrupción, por lo que el principal objetivo de su gobierno es el combate y la extinción de la misma, pero, por el contrario, había de ensanchar el círculo de los privilegiados políticos y empresarios dentro de la misma clase poseedora, creyendo derribar la dominación de la mafia del poder. Prueba de ello son los escándalos en los que se han visto involucrados el hermano del mismo presidente y de su prima Felipa, a quienes la espada de Damocles les hizo lo que el viento a Juárez. Claro que para los seguidores de Morena esto tiene una profunda y "justificable” razón de ser. ¿Cuál? Sólo ellos lo entienden, pues les es difícil reconocer los errores que puede haber al interior del gobierno, por tanto, difícil será levantarse de sus cenizas para reconstruirse, y lo único que les queda es perecer. ¡Que conste!
Las pruebas de esta falsa transformación están a la vista. Cualquier observador mediano, aunque no hubiese seguido paso a paso la marcha de los acontecimientos históricos de México, tenía que presentir que esperaba a la Cuarta Transformación (4T) una inaudita vergüenza. Bastaba con escuchar los engreídos ladridos de triunfo con que los señores del actual gobierno se felicitaban y se siguen felicitando mutuamente por los efectos milagrosos que esperaban y siguen esperando de su mal llamada "Transformación”. Esta consigna transformadora se convirtió en sus cabezas en una idea fija, en un dogma, "como en las cabezas de los quilastas el día en que había de aparecer Cristo y comenzar el reino milenario”.
Para probar lo anterior, que la verdad dicha por el gobierno actual no corresponde con la realidad y, por tanto, no se logrará dicha transformación, basta los siguientes datos: tenemos una crisis económica que lo demuestra con las peores cifras en la historia de nuestro país, pues de acuerdo a información de la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económico (OCDE), pronostica que la economía mundial caerá un 4.2%; en Estados Unidos (una potencia económica), 3.7% y México 9.2%. Un mal control en la pandemia, los casos de contagio han aumentado (más de un millón de contagios confirmados y más de 115 mil fallecimientos), los hospitales saturados y somos el país en primer lugar por muertes de personal de salud. La corrupción no ha desaparecido; incapacidad para evitar inundaciones en Tabasco por falta de proyectos de infraestructura, peor aún, se elimina el Fondo Nacional de Desastres Naturales, falta de apoyo en obras y servicios para las comunidades marginadas, y más.
Y para todo ello, como el brebaje de Fierabrás, el remedio es el mismo para todos los dolores: transferencia monetaria directa, austeridad republicana y, para el combate a la corrupción, recortes presupuestales a diestra y siniestra. Si bien es cierto, para que un cambio ocurra, necesita su tiempo, pero si ese tiempo se aprovecha desde el inicio de un nuevo proyecto con medidas verdaderamente estructurales y no improvisadas, aún con los síntomas negativos que este tuviera, la espera sería aceptable. Pero no podemos dejar que los hermanos tabasqueños sigan inundándose año con año, no podemos esperar a que la falta de empleo agudice la delincuencia, no podemos copiar de otros países los mismos modelos, si al caso, es necesario tomar sus experiencias, como la de china que ha logrado reducir la pobreza en su país.
Como en ningún otro periodo, nos encontramos con una mezcla más abigarrada de frases altisonantes e inseguridad y desamparo efectivos, de aspiraciones más entusiastas de innovación y de gobierno más firme de la vieja rutina, de más aparente armonía de toda la sociedad y más profunda discordancia entre sus elementos. Mientras el pueblo se deleita todavía en la visión de la gran perspectiva que se había abierto ante sus ojos y se entrega con toda seriedad a discusiones sobre los problemas sociales, mientras las viejas fuerzas políticas se agrupan, vuelto en sí y encontrado un apoyo inesperado entre sus elementos, clamando el apoyo del pueblo, que se precipitan todos a la escena política, después de caer las barreras de la anticorrupción, pintada de los apoyos monetarios directos y golpeadas por los escándalos de los familiares cercanos del presidente. Esta coyuntura actual, debe obligar a las masas populares tomar la decisión correcta en el escenario político, de lo contrario, seguiremos probando los mismos bálsamos, que, por no ser nombrado caballero, en el pueblo tendrá un efecto laxante.
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