En México vivimos en una sociedad con producción capitalista que se caracteriza por el intercambio de mercancías y por la producción de plusvalía gracias a la explotación de la humanidad. En este sistema todo se convierte en mercancía para realizar ganancias y al hombre y a la mujer se les concibe como mercancías y no les queda de otra que vender su fuerza de trabajo.
En este contexto, las actividades de las mujeres han tenido un gran impacto en la economía capitalista, quien permite que día con día la explotación y dominación de las mujeres cada día sea más rapaz y descarnada.
Las mujeres, como parte fundamental de las familias mexicanas, viven una difícil situación económica: más de la mitad de la población en condiciones de trabajar se encuentra en condiciones de vulnerabilidad pues los ingresos no les alcanzan ni para lo más mínimo y elemental para sustentar a sus familias; el salario mínimo que gana el jefe de familia no es suficiente, por lo que cada día más mujeres se ven obligadas a trabajar para obtener ingresos que se sumen al gasto familiar; por eso cada vez más vemos la participación de las mujeres en la agricultura y en la industria, pero sobre todo como empleadas domésticas, vendedoras en mercados, trabajadoras migrantes, como cuidadoras y en el empleo informal, como vendedoras ambulantes.
De acuerdo con la Encuesta Nacional de Ocupación y Empleo (ENOE), más de 200 mil mujeres se incorporaron en el periodo abril-junio 2023 a la población ocupada, principalmente en lo que concierne al sector servicios.
La encuesta arrojó datos como es que entre el segundo trimestre de 2022 y el segundo trimestre de 2023 se agregaron un millón 101 mil 313 personas a la población ocupada; dentro de las cuales ocho de cada diez nuevos empleos los ocupan mujeres y más de 500 mil fueron mujeres las que se sumaron a la informalidad.
Recientemente el INEGI dio a conocer que la recuperación de empleo tuvo un repunte en el mes de junio, donde se registraron 1.3 millones de trabajadores, luego de dos meses de caída, pero lo que no dice es que este aumento se dio prácticamente en el sector informal, medio millón y son las mujeres las que encabezan en un 83 por ciento la ocupación de los empleos informales, endonde no tienen prestaciones ni seguridad social.
Es más común que las amas de casas, familiares y amigas, etc. vendan por catálogo, hacen pasteles o joyería artesanal; tienen un puesto en el mercado, ofrecen comida en la puerta de su casa o realizan labores de limpieza para otras personas, entre tantas las actividades que se consideran parte de la informalidad.
Ahora está de moda vender por catálogos digitales, por grupos de WhatsApp, en redes sociales; ahí cierran sus pedidos y hacen entrega de los productos en algún punto medio, una nueva característica de la economía informal a la que muchas mujeres se han visto orilladas.
En general, los empleos informales tienen mucha desventaja y para las mujeres la situación es peor: tiene ingresos variables e inseguros, no tiene acceso a la seguridad social ni la promesa de una pensión cuando llegue el tiempo de jubilarse, se le dificulta el acceso a servicios financieros y créditos por lo que deben recurrir también a medios informales como tandaa, agio, etc., que sólo ponen en riesgo su patrimonio. Las mujeres precarizadas, privadas de autonomía económica, siguen siendo blanco de inequidad y vulnerabilidad que prolonga su condición de pobreza.
El sistema capitalista, representado por el presidente de la república y su partido Morena, no ha sido capaz –al igual que otros partidos políticos que han estado en el poder–, de promover un empleo formal digno para los mexicanos. Por lo que es necesario cambiar de sistema político, social y económico por uno que si este a la altura de las necesidades del pueblo trabajador.
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